Como en aquel pueblo no había grandes monumentos para encandilar a los turistas, los más jóvenes de consistorio propusieron sacar los pasos de semana santa, que eran expuestos en la iglesia románica poco antes de semana Santa.
Puestos de acuerdo el concejal de
cultura con el párroco de la localidad, en el reparto de atribuciones y
responsabilidades, permitieron a las cofradías montar toda la logística del acto.
Repartieron los folletos en todos los
centros de información turística de la comarca, con tiempo suficiente para que
el quince de agosto, fiesta grande en casi todos los municipios, ellos
consiguieran la máxima audiencia.
La iglesia iluminada, permitió
realzar aún más la salida nocturna de los pasos, era una noche gris, con esos
nubarrones que amenazan una fuerte tormenta de verano.
El aparato eléctrico empezó
amenazando la noche, dándole un toque espectacular, a los penitentes
encapuchados, que arrastraban sus cadenas con la fe de los conversos.
La entrada en la plaza mayor, fue
espectacular, con un rayo iluminándola entera, cuando hacían acto de presencia
el principio de la comitiva encabezada por una enorme cruz detrás de un cura
con birrete y casulla morada con ribetes de oro.
Los tambores sonaban ensordecedores,
marcando el ritmo a los costaleros, que en su andar, bamboleaban los pasos con
grácil equilibrio, siendo la virgen de los dolores, la más fotografiada.
Los turistas estaban repartidos por
el trayecto, habiendo incluso algunos instalados en unas tarimas con sillas de
tijera.
Los más espabilados de los habitantes
con casa en la plaza, habían alquilado los balcones, con derecho a bota de
sangría.
Al final estalló, la amenaza de
tormenta, se convirtió en una realidad húmeda y pegajosa, con unas gotas, que
de tan gordas con sólo unas pocas ya estaba todo el mundo empapado.
La reacción natural de todos los
componentes de la procesión fue irse a guarecerse bajo los soportales de la
plaza.
Como se trataba de una tormenta
veraniega, todos daban por supuesto que duraría poco tiempo, con lo que se
insto a los tambores y trompetas a seguir, pero no fue así.
La lluvia persistía, parecía como si
los de arriba, estuvieran locos o jugando a una guerra con cubos de agua.
Las calles se convirtieron en
pequeños torrentes, haciendo que todo el mundo optara por ir hacia la plaza,
iluminada por los flamantes rayos, que suplían la falta de luz en las farolas.
Los niños, aprovecharon las hojas de la gaceta, que estaban en las papeleras, para hacerse unos barquitos de papel, cargados de ilusiones por competir entre ellos, por ver cual llegaba antes a un destino incierto.
Los niños, aprovecharon las hojas de la gaceta, que estaban en las papeleras, para hacerse unos barquitos de papel, cargados de ilusiones por competir entre ellos, por ver cual llegaba antes a un destino incierto.
En esto Paquito, un chico considerado
por todos un poco ido, aunque él se consideraba poeta, artista, y hacedor de
eventos y performances varias, se salió del grupo.
Arrancó a bailar por en medio de la
plaza, mientras la lluvia lo iba empapando, las trompetas entonaron “Singing inthe rain”, momento en que María, la chica más hermosa del pueblo, que soñaba
con ser artista e irse en cuanto tuviera una oportunidad, se apunto a la danza.
Antonio, el hombre para todo del ayuntamiento, arrancó un generador, iluminando el centro de la plaza con sus bailarines en él, con un foco, permitiendo el disfrute de tamaño acontecimiento.
La pareja se entrelazaba y separaba al ritmo trepidante de la música, sus marcados pasos chapoteaban en el agua con inusitado ímpetu, la pasión que su baile desprendía, casi no necesitaba focos, para ser vista.
Como quiera qué, ella llevara un fino vestido de algodón blanco, al ir siendo empapado por el agua, permitió a sus espectadores, gozar de unas vistas que no estaban en el programa.
Antonio, el hombre para todo del ayuntamiento, arrancó un generador, iluminando el centro de la plaza con sus bailarines en él, con un foco, permitiendo el disfrute de tamaño acontecimiento.
La pareja se entrelazaba y separaba al ritmo trepidante de la música, sus marcados pasos chapoteaban en el agua con inusitado ímpetu, la pasión que su baile desprendía, casi no necesitaba focos, para ser vista.
Como quiera qué, ella llevara un fino vestido de algodón blanco, al ir siendo empapado por el agua, permitió a sus espectadores, gozar de unas vistas que no estaban en el programa.
El espectáculo estaba servido, los
danzarines acabaron contagiando al resto de acompañantes en la procesión e
incluso algún turista con exceso de sangría.
La desolada plaza, se fue
convirtiendo en un escenario enorme, dedicado a una escenografía dedicada a la
lluvia, que seguía cayendo intemperita al ajetreo que iba aumentando.
La luz de los cirios, permitía que
los componentes de la banda, interpretaran correctamente las partituras y
tocaran cada uno su instrumento y no el del compañero, menos los tambores, que
daba igual.
Los hostales y tabernas sitas en la
plaza, viendo la afluencia de gente, necesitada de un poco de atención, sacaron
inmediatamente jarras con sangría para los turistas y cervezas y chatos para el
resto.
El padre Esteban, flamante párroco,
no paraba de santiguarse, diciendo Virgen Santa y Dios mío, a cada momento,
viendo el cariz que iba tomando, la animada plaza.
Los del consistorio, aun no viéndolo
claro, empezaron a intuir que no les iba a ir tan mal el asunto, si la gente se
divertía.
Dado que las túnicas y caperuzas de
los penitentes eran un engorro, mojadas como estaban, se los fueron quitando y
dejando amontonados en la cruz que había en el centro de la plaza, como si le
hicieran una ofrenda.
A lo cual se sumaron
enseguida, las alumnas del Sagrado Corazón de Jesús, que acudían a un recorrido
para conocer el románico primigenio, desde Alemania, que habían dado el esquinazo a las
monjas acompañantes, casi cada noche, menos aquella, en qué ellas fueron
de las primeras en quitarse los hábitos.
Tengo de dejar de narrar en este
punto, dado el cariz de acabó tomando la fiesta, cuando mojados y desnudos,
acabaron abrazándose.
Supongo que para darse la paz.
Me gusta cómo esa plaza se viste de gozo ante la lluvia de tormenta. Muy bien llevado.
ResponderEliminarUn abrazo, sin paraguas.
El agua purificadora puede con todo. Dejemos el paraguas y que nos alegre la lluvia.
EliminarUn abrazo
Divertido evento de circunstancias, en el que todo el pueblo disfruta menos el sufrido párroco, que debe de haber aprendido la lección.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los viejos párrocos, sólo se amoldan circunstancialmente, a los progresos de la sociedad.
EliminarUn abrazo.
Jajajajja claroooo era para darse la paz!
ResponderEliminarSi es que donde se ponga una buena lluvia...
Con singing in the rain y todo.
: )
Besos y gracias por el detalle!
Hola carmen! Ya ves!
EliminarNo hay nada como una lluvia a tiempo ;)
Gracias a ti.
Besos.
Con esta entrada mi sonrisa ya casi ha pasado a reír, es que la escena es graciosa, por favor! que habían sacado a los santos, ¿pero dónde vamos a llegar? :))
ResponderEliminarHola Marijose!
EliminarSon cosas de pueblos en días de festejos bajo la lluvia ;)