Imagen obtenida de Internet
La maleta
Hacía pocos meses que se había
mudado, la casa poco a poco iba cogiendo forma, bueno un poco, estaba un algo
más acorde con la idea que tenía en mente, lo que pretendía, tardaría un poco
más.
Pero al menos, ya no estaban paseando operarios por la casa, ni pintores,
ni lampistas y todo eso que lleva actualizar una vivienda de segunda mano, por
bien que esté.
Sentada en la terraza, oyendo el
planear de los mosquitos, preparando sus armas de guerra para la noche que se
avecinaba, se dedicaba a mirar la lista de todo lo que tenía que hacer antes de
asistir al congreso.
No era gran cosa, le cabían todo, en
un par de hojas tamaño folio, total era recordar cuatro cosas, la ropa para
llevar y la de lucir, artículos de higiene personal, el neceser, unos dossiers, en fin todo
lo normal para irse de viaje a la otra punta del país, donde suele llover día
sí, día también, por estas fechas de las castañas.
Asistir a un congreso conlleva el
hecho de llevar algunas cosas más, que en un viaje de puro placer vacacional.
Cómo las gafas de leer por ejemplo.
Así las cosas, con la luz
descendiendo en intensidad lentamente, para regocijo de los mosquitos prestos
para la cena, se consoló al pensar que lo tenía todo controlado, era cuestión
de meter las cosas en la maleta y ya está.
Al día siguiente, presentarse en el
aeropuerto, cargando con esa especie de armario con ruedas escandalosas y a
volar, con tres días por delante para ponerse al día con los compañeros de
profesión.
¡La maleta!
¡Donde está la susodicha!
Estaba tan agotada, tras haber
recogido los desperdicios desperdigados por una tropa de bárbaros, amigos por
supuesto, que se habían presentado a cenar y a conocer su nueva vivienda que no
había tenido tiempo de pensar en ella.
Lo primero mirar debajo de la cama, lugar en el que evidentemente no
estaba, con certeza pero por si acaso, sobre el armario, tampoco.
En el estudio, donde ya lo tenía
casi todo organizado tampoco estaba.
Tenía miedo, pero no le quedaba otro
remedio que adentrarse en el futuro cuarto de invitados, actualmente trastero a
tiempo completo.
Un sudor frío le recorrió todo el cuerpo, podía ser superior a
sus fuerzas.
La puerta se resistió un poco, unas
bolsas de ropa habían caído de las alturas oteantes de un sin número de cajas de
cartón de origen, tamaño y procedencia, más qué desconocidos.
Con la insistencia típicamente
femenina por descubrir las cosas ocultas tras las puertas, empujó y empujó
hasta desplazar lo suficiente la puerta como para permitirle la entrada.
El lugar era dantesco, una profusión
de cajas amontonadas, bolsas y paquetes por doquier, el tendedero , la
escalera, el aspirador, cubos, fregonas, escobas, ordenador, impresora,
libros, sombreros, cajas de zapatos, pero así
a simple vista, maleta no, no se veía ninguna.
Sólo se iba al día siguiente y no
tenía maleta a la vista, no podía ser, las usó para traerse lo primero que
tenía que ponerse en el piso nuevo.
Recordaba vagamente, haberlas dejado
por ahí, si por ahí, dentro de ese cuarto grande, con un precioso balcón a la
calle y un artesonado en el techo que le daba un toque de distinción.
Tras intentar colarse por los
resquicios que ofrecían las torres de cajas sin demasiado éxito y con la mirada
perdida en aquella multitud de objetos varios, opto visto el avance del tiempo,
en ir sacando cosas al recibidor, para despejar.
Cuando no podían pasar ni los
mosquitos en formación de combate por el pasillo, ella pudo hacerse una idea de
todo lo que había sacado y todo lo que había depositado fuera de la habitación.
No, la maleta no estaba,
evidentemente.
Sentada en un taburete de madera,
observada por los mosquitos, los cuales habían cambiado de táctica,
adentrándose por las pequeñas fisuras entre los bloques acartonados, en la
conocida táctica de la fila india.
Decidió irse a tumbarse en la cama y
al menos dormir un poco, ni que fueran un par de horas, ya pediría una maleta,
aún tendría algo de tiempo.
Al ir a tomar un vaso de agua, en la
cocina, allí, desafiante y en toda su plenitud, una maleta le sonreía con la
picardía, de alguien que había sido pillada en falta.
Barcelona, 25 Octubre 2016