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VIENTO & REFLEJOS
Rosquilla cañí
Gustos de antes.
Nuestro compañero José, nos ha traído a los del trabajo rosquillas hechas en su casa, para deleite de todos.
¿Por qué las ha traído? Seguramente no lo sabe ni él, simplemente al hacerlas creyó oportuno llevar unas cuantas al trabajo, para compartirlas con los compañeros.
O probablemente su mujer se lo aconsejó, dado que ya tenían los hijos y nietos bien cebados y las bandejas seguían rebosantes.
Al primer bocado a una de las rosquillas, me he sentido estremecer por un espíritu proustiano; nunca antes disfrutado por ninguna otra de las saboreada a lo largo de mi vida adulta.
Sobre todo, de esas ofrecidas en el súper con la etiqueta bien grande especificando: "receta casera de la abuela"
Por qué hay sabores que quedan en la memoria gustativa, asociados a una persona y época determinadas, podemos poner todos los tópicos habidos y por haber, pero es así de simple.
Ahora estoy yo confuso e intrigado, de cómo fue que había perdido este aroma, este sabor, esta textura en la boca y ese bienestar al tragarlas.
Seguramente el hecho de retrotraernos a la infancia, que es cuando se asienta el descubrimiento de las primeras delicias, nos hace sentir especialmente dichosos.
A partir de ahora, José es un buen compañero, sube de categoría y tiene derecho a ser invitado a un café de máquina.
Es de los que siempre traen algo para compartir, ya sean cosas del huerto, o de la cocina y eso se agradece convenientemente.
SOLDADITOS
Hace frío, me escuecen las orejas, el cielo está oscuro.
El frío traicionero de la isla por la mañana no respeta señoritismos.
Es hora de levantarse, pero aún se oyen infinidad de ronquidos.
En nada tocarán diana y todos saltarán como conejos asustados, en pos de un puesto en el lavabo en donde acondicionar el estado de vejigas y caras legañosas.
Luego formación lineal para hacerse con el chusco y un líquido viscoso de color indefinido, camuflado de chocolate y algarrobos, con el sambenito de contener bromuro a discreción para aplacar al glorioso soldadito.
El escozor de las orejas no afloja y el roce de la gorra lo activa aun algo más.
Con la ropa mal puesta, por abrochar en la mayoría de casos, las botas desatadas, se sale a la intemperie.
Menos los listos que hemos cambiado parte de la botonera de la chaqueta por un velcro que agiliza en mucho la operación cierre.
Aparece una furgoneta a la hora precisa, justa y necesaria, de una panadería de un pueblo cercano, cargada hasta los topes de cosas ricas de ingesta rápida y agradecida.
La cola cambia de sitio, la competencia privada es mucho más sugerente, lo gratis no siempre convence.
Nunca había visto descargar una furgoneta a tal velocidad de su contenido de forma ordenada pero constante.
El día empieza a clarear, el alba se rompe en colores más optimistas, el frío sigue persistiendo con lo cual los saltitos y las palmadas crean un ritmo folclórico la mar de étnico.
Otra vez dentro del barracón, cada cual se apresura para ponerse todas las cosas en su sitio. Al que le han quitado la gorra corre en busca de otra para hacer correr la cadena del desespero hacia otro lugar.
Otra vez fuera, a formar, ni se sabe cuántas veces nos cuentan a lo largo del día. Normal, pensando en que nadie en su sano juicio quisiera estar ahí de forma voluntaria.
El cabo furriel, va siempre con la lista de los gloriosos aspirantes a formar parte de la manada, aparte de contar y saber cuántas comidas tocan al batallón, apunta a quién le toca arresto para cocinas. Una distracción reservada a los más aplicados en ser independientes.
Salimos con las armas para matar en la defensa de los valores patrios, listas para ser usadas en la instrucción. Como saben de nuestras capacidades ilimitadas para chapucear, nos dan balas de fogueo que hacen el mismo ruido.
Corretear, tirarnos por el suelo, dar barrigazos, apuntar a las dianas, si es la del vecino mejor, levantarse y salir corriendo, siempre hay que correr, es la mejor manera de aparentar dinamismo y entrega.
Luego otra vez formar y desfilar siempre con la cantinela, un, dos, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha...
Y así vamos pasando las horas, días, noches, a la espera de esa gran representación que es esa jura de bandera con desfile incluido, en la que saldremos muy monos en las fotos.
Se supone que con eso estaremos super preparados para formar parte del glorioso ejército nacional y así poder participar en todas aquellas batallas que hagan falta para dejar la bandera en un muy honroso lugar.
Siempre en lo más alto por supuesto, como podría ser el peñón, por ejemplo. Seguro que eso alegraría a nuestros más selectos mandos.
La verdad es que han pasado casi cincuenta años y sigue otra bandera, pero el entusiasmo seguro que sigue siendo el mismo.
Barcelona, 16 noviembre 2020
NOVEMBER
Momento musical
Noviembre
Vino noviembre y con él,
el recuerdo de los muertos,
los vuestros, los nuestros, los míos.
Salí a buscar la lluvia
y no la encontré.
Los cielos estaban serenos
y las nubes aturdidas
sin ganas de respirar ni llorar.
Los vientos pocos y débiles
apenas pasaban entre ellas
sin escaramuzas que contar.
Necesitaba mojarme la cara
quitar las lágrimas del rostro
sentirme confundido entre gente,
ignorante de todo como siempre.
Solo obtuve sol resecándome,
quedando las marcas tatuadas
para que se me pudieran ver
más allá de mi tiempo perdido.
Volveré sin mojarme la faz,
triste con el alma arrugada
y los tiempos confundidos,
esos que no cuentan al final.
Los muertos seguirán tranquilos,
los vuestros, los nuestros, los míos.
Barcelona, 12 noviembre 2020