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Fin de año
La fiesta estaba preparada con todo
detalle, se esperaba una buena presencia, era el día más esperado del año.
Se revisaba todo convenientemente,
los camareros con sus uniformes de gala, impecables, corrían presurosos a las
órdenes que les impartía el jefe de sala, según indicaciones del maestro de
ceremonias.
Los músicos ensayaban una y otra
vez, las melodías escogidas por un director, con sonrisa de oreja a oreja,
estaba operado, y con un foulard blanco impoluto, en el que resaltaba una aguja
de brillantes, coronada por una perla suavemente rosa.
Evidentemente lo que más sonaba eran
valses para el baile y unas polcas para animar a los invitados si estos
desfallecían, victimas del ágape y los licores.
La noche se presentaba espléndida,
aquel año los astros estaban a favor de que la luna luciera en todo su
esplendor a pesar de lo tardía de la fecha.
El clima, debido a una teoría
aciaga, de los que ven el vaso medio vacío, se preveía suave, no acorde con la
época estacional del hemisferio.
Pero todo ello en vez de desanimar a
los organizadores, los acicateaba a poner mesas en el jardín, esperando más
afluencia de la prevista en un principio.
Los camerinos para las grandes
estrellas del evento estaban totalmente decorados con ramos de flores de todos
los colores del arco iris, la cubeta de hielo y el champagne más exquisito.
Las cortinas relucían almidonadas,
con sus puntillas preparadas para dejar ver, las parejas que intentasen
esconderse en rincones discretos.
Las lámparas de cristal, con sus
lágrimas brillando en todo su esplendor, refulgían para competir con los
decorados cuellos de las damas.
El reloj puesto ex profeso sobre una
aterciopelada tarima roja, lucía con su lema “Tempus Fugit”, esperando el
momento de con sus campanadas, obligar a todos los participantes a levantar sus
copas en un brindis multitudinario, dando entrada al recién nacido nuevo año.
Mientras en el transcurso de la
fiesta, un desolado año viejo, sería despedido con los honores debidos al fin
de un reinado, intenso pero no del gusto de todos.
Se harían menciones a sus logros
y recuerdos de su paso por la vida de
todos los presentes, con una exposición de imágenes retrospectivas.
Y luego desaparecería tras el telón
de la vida, dando paso a la esperada e ilusionante llegada de un Año Nuevo, que
tenía todas las expectativas de ser espectacular.
En un intento de tenerlo todo
controlado hasta el último detalle, el maestro de ceremonias acudió al camerino
para visualizar el impecable estado de
los protagonistas.
Aterrado, salió al pasillo, pálido
como un muerto, desolado y sin fuerzas para hacer salir palabras inteligibles
de su boca.
El año viejo se mostraba impúdico,
colgado de una lámpara, de esas con ventilador incorporado, girando
rítmicamente, mostrando su palidez y sacando la lengua, con la nula intención de
asistir a su funeral, anticipando los tiempos en su despedida.
Enterado de la noticia, un bebe
mocoso y altanero, se negaba a salir al espectáculo, si no era el rey del
mismo, teniendo por contrato de protagonista que ser el último en actuar, en el
festejo.
P.D.
¡Feliz fin de año y venturoso Año
Nuevo!