Había conseguido tras hartos esfuerzos hacerse con un ejemplar de un libro que había estado dando mucho que hablar, a pesar de estar fuera de los circuitos comerciales clásicos, porque nadie se aclaraba en que apartado etiquetarlo.
Al final y tras las recomendaciones de gente más avezada en el hecho de leer cosas curiosas, tipo Ulises de Joyce para entendernos, que le dijeron que se relajara y desinhibiera lo más posible antes de ponerse con ella y entrar en materia.
Se ve que no era, a pesar de su apariencia de simple novela de esas para entretenerse en las largas y calurosas tardes de verano, algo fácil de leer sin quedar altamente impresionado y marcado fácilmente hasta la hora de la cena e incluso entre los más sensibles, hasta la hora de meterse en la cama.
Así que, para darse ánimos y fuerzas para el reto, se hizo para acompañar y facilitar su asimilación, con un destilado de esos secos y sin subterfugios que no engañan y muestran la nobleza de las aguas de regiones mucho más al norte de nuestras fronteras, allá donde reinan las brumas y las gaitas.
Él no se veía, pero su cara iba mostrando todos los matices posibles de la sorpresa, el desconcierto, la angustia, el humor negro, el blanco y el rojo, e incluso el costumbrismo inherente a los que los urbanitas consideran que es la vida rural.
Se iba notando que necesitaba ir dando tragos para poder asimilar todo aquel batiburrillo dirigido por una mente aparentemente descerebrada, que estaba claro que no lo debía estar del todo cuando había conseguido ordenar todo aquello gracias a los frailes de vete a saber qué orden.
Cuando por la noche le fueron a darle las buenas noches, pues viéndole tan concentrado en su rincón de lectura, nadie se había atrevido a molestarlo, solo quedaba el libro y una botella con un resto inapreciable de líquido en su interior.
Era una tarde de puente del recién inaugurado verano, aún se oían petardos por las calles, vaciadas ante la avalancha de urbanitas deseosos de olvidarse de las mascarillas y aprovechar tres días completos de asueto, lejos de la ciudad que un equipo mediocre había conseguido que ya no fuera la ciudad de los prodigios.
Tenía que recoger unos pantalones en un centro comercial, más bien unas galerías, en las que están todas las cadenas de ropa que se precien, más otras muchas más cosas, entre ellas una gran librería, de la cual ya me había mirado sí tenían un libro recomendado por una amiga, sobre un tema sobre el cual tenía un cierto interés.
Una vez recogido el encargo, la cosa fue más rápida de lo esperado, pille a una joven la mar de amable que a pesar de mi edad le parecí encantador y consideró que cuanto antes me atendiera, antes saldría de su vida.
Tras ello bajé a la macro librería más otras muchas cosas y me dirigí
A la zona dónde consideraba más propicio que estuviese el libro en cuestión, mientras esperaba ante un pequeño mostrador a que apareciese alguno de los empleados con sus chalecos chillones que suelen esquivar a los clientes preguntones, me fije en un individuo que no me quitaba ojo.
Estaba sentado en un taburete alto, al lado de una mesa redonda alta también, como si fuera de un bar de esos de tomarse algo rápido en plan incómodo, sólo que en la mesa había una exposición de varios ejemplares de un mismo libro.
Como no aparecía nadie y el tipo parecía de la casa, o que estaba ahí para algo más que hacer de adorno, siendo además su mirada de lo más inquisitivo me acerqué y se lo pregunté, evidentemente no era de la casa y su labor era meramente comercial, estaba ahí para promocionar y vender ese libro, el suyo.
Empezó a enrollarse a contarme todos sus parabienes, lo bien y original que lo habían considerado una serie de gente de la cosa esa de la cultura, más bien de ciertos ayuntamientos con ganas o ínfulas de ser enredados por algún elemento un tanto charlatán.
La verdad es que no sabía cómo cortar con él, para dedicarme a la búsqueda y captura del libro que sí me interesaba, pero el tipo no cejaba en contarme todas las maravillas del suyo y que lo vendía por casi nada para él, que sólo se quedaba un triste 10% lo cual apenas le daba para pagarse el parking.
La cosa se me estaba complicando y ya empezaba a ver que tendría que cortar por lo sano, si el libro estaba escrito con esa verborrea, tenía que ir de asesinatos seguro, pero no, iba de un encuentro casual entre una pareja de cincuentones...
Se me ocurrió decirle que yo acababa de entrar en el mundo de los autores con novela bajo el brazo y aún fue peor, me hablo de su editorial, de que ya tenía otra para su próxima novela...
Le corté, le dije que había venido a buscar un libro muy concreto y al ver un chaleco andante cercano me tiré en plancha dejando al brillante autor hablando. El empleado con los datos dados me encontró enseguida dónde estaba el libro y me acompañó a buscarlo e incluso me lo cobró, ahorrándome así tener que hacer cola en la caja central.
Ni por un momento, giré la cabeza hacía la zona peligrosa del elemento subido al taburete, el cual cuando intentaba despedirme había bajado para persuadirme de forma más alevosa rompiendo con mi zona de confort privado, evidenció con ello tener una talla menor a la mía, lo cual ya es decir, me quedé la mar de pancho dejándole con la palabra en la boca.
Por cierto, el libro en cuestión, que es el que buscaba, el que me recomendaron y el que muestro en la foto, es súper interesante, toca un tema delicado, pero de gran interés en divulgarlo para poder saber tratar a las personas con depresión, una enfermedad al alza que está causando muchos disgustos y que no se suele tomar muy en serio, cuando no nos afecta de cerca.