Foto de A.C.P.
JO PARIS 2024 - Céline Dion chante
"L'hymne à l'amour" sur la Tour Eiffel
à la cérémonie d'ouverture
Verbena de
San Pedro (XXXI)
Sí algún día, le parecía superfluo para celebrarlo, a Don Pedro, ese era la Navidad y por supuesto la Nochebuena, pero por encima de esas celebraciones tipo religioso familiar, estaban las de su santo y su correspondiente verbena la noche anterior, las consideraba un dispendio exagerado, un consumo anticipado de champagne, (pues cuando era algo que le atañía directamente y con todos los respetos para con su país y a pesar de la manía que tenía a los vecinos, lo prefería, sin lugar a ningún tipo de duda, al cava). Así que viniera toda su familia, en plan cariñoso, para celebrar su santo, asaltando cocina y bodega, sin ningún tipo de escrúpulo ni mesura, le alteraba su ya de por sí agudo mal humor. Pero sus preferencias al margen, la familia se presentaba, cada año puntualmente, para festejarlo, excusándose en que eso era lo que le hacía más feliz del mundo. Y no, no era así, pero tampoco los podía echar de su casa, así a la brava, encima los muy canallas, repetían con el rollo de que era verbena, se apuntaban por la noche y al día siguiente remataban la faena. Pero claro, también era el santo de Pedrito y a esto, el Don, no podía abstenerse. Así que ahí estaba él, dispuesto para el sacrificio, esperando a toda su familia, con la corbata puesta, pues por algo, todavía era el jefe del clan.
Ofelia, no tenía nada previsto, sabía que en aquel lugar se celebraba una verbena por San Pedro, pero no estaba ella para muchas juergas y eso que le iba el bailoteo, pero tal como tenía la vista, no le apetecía salir por ahí, buscando jolgorio.
Tomás se había tirado toda la tarde contemplando desde su barnizado mostrador, como los vecinos se pasaban la tarde, entrando con esa especie de carpetas, estilo arquitecto, en las que en vez de planos, llevaban enormes cocas de frutas confitadas y piñones, o de chicharrones y almendras, o bien ambas, más las correspondientes botellas de espumoso para regarlo todo y brindar por el verano, por algo era una casa burguesa.
Pedrito por su parte, sin consultarlo con el resto de la familia y menos con el abuelo, se aprovisionó convenientemente, de una buena partida de petardos, bengalas y cohetes, para celebrar la verbena como es de rigor, con mucho ruido, luz y fuego. En esto tendría la colaboración de su tío Andrés, en estas cosas se apuntaba siempre, le iba la marcha.
A José Carlos, todo lo que fuera poder meter las narices en casa de su padre, le parecía fantástico.
Incluso estaba de buen ánimo para colaborar en llevar algo, de lo que se ocuparía evidentemente su mujer, que aún le hacía caso en todo.
Ernesto, invitado ya de primera hora, había tenido tiempo de hacerse con una buena pieza para llevarle algo a su primo Pedro, que fuera digno de ellos dos, pues estaba claro que él participaba en el regalo, como algo más que un donante.
Cuando Arturo le comunicó a Ofelia, que estaba invitada a la verbena a celebrar, aprovechó para preguntar si esto le incluía a él. Ella se quedó sorprendida de estar incluida en un evento familiar de ese calibre, le dijo a Arturo que se pusiera la pajarita, que iría de acompañante, Arturo respondió con presteza, yendo a buscar una pajarita acorde con la celebración festiva, que no era ceremoniosa. Arturo era un fiel seguidor a rajatabla de los protocolos.
Cosa que no le pasaba a Ofelia, que daba preferencia a la comodidad con elegancia, se limitó a prepararse un fresco y ligero vestido de tirantes, de un sobrio negro, que siempre le quedaba fresco y elegante. Calzada con unas sandalias romanas, de esas que permiten respirar a los pies con tranquilidad, en aquellas calurosas noches veraniegas que se estaban imponiendo, dadas las fechas y el tan cacareado calentamiento global. Al menos por san Pedro, la cosa era más tranquila y no había, fogatas por los cruces de la ciudad, como por san Juan.
La noche del veintiocho de julio, a la hora convocada, se inició la fiesta, en la azotea del edificio, previamente acondicionado por Tomás y los nietos de Don Pedro, con serpentinas, bombillas de colores, globos, mesas para poner un pica pica y las cubiteras con un champagne rosado, perfecto para unos entrantes, dado que estaban muchos de los vecinos que se habían apuntado al jolgorio de los petardos, puesto que la cena sería más tarde en el piso, a la cual solo irían los invitados.
(Continuará)
Terrassa, 30 julio 2024
Te