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Como cada atardecer, desde hacía ya tres meses, al llegar a casa, subía las persianas y dejaba la ventana entornada, para que entrara todo el fresco y así airear la casa, para quitar el olor propio de estar cerrada durante todo el día.
Se daba una ducha, con el cabezal en posición masaje, para recomponer el cuerpo, tras una dura jornada laboral, de esas que le parecía interminable.
Era su momento, el de plena dedicación a su cuerpo, ojeó por la puerta entreabierta, pero no vio la luz al otro lado del patio.
Era su momento, el de plena dedicación a su cuerpo, ojeó por la puerta entreabierta, pero no vio la luz al otro lado del patio.
Normalmente a esas horas ya estaba en su casa, se sabía sus horarios de memoria, a última hora de la tarde se sentaba con una taza de humeante té, dejada en reposo sobre el escritorio y abría el portátil.
Cuando hacía su aparición en su casa, subiendo la persiana y abriendo la ventana, lo tenía enfrente, veía su sombra tras las cortinas, que descorría un poco, de una forma como desmayada para poder ver su piso, bueno en realidad ver su persona.
Entonces iniciaba el ritual de ponerse crema hidratante por toda la piel, en la cual se apreciaba las marcas de las zonas no autorizadas para la vista en una piscina, con una toalla anudada a la cabeza como toda vestimenta.
Le encantaba imaginar la excitación al otro lado de esa cortina , que se abría y cerraba en oleadas, le hacía sentirse bien, e insistir en la dedicación a su cuerpo, que sin desmerecer, consideraba escultural.
Pero esa noche no estaba su fiel espectador, con lo que dejo de hacer su función diaria, se quedo triste, sentada en un taburete, sin saber qué hacer.
Hasta qué se encendió una luz, en su oscuridad la sintió cegadora, miro hacía el frente, observando còmo eran las evoluciones de su "voyeur", no llevaba taza humeante en la mano, ni abría el portátil, ni se levantaba ensimismado para apreciar su figura.Estaba haciendo ejercicios gimnásticos desnudo, sólo con una pequeña toalla por encima de los hombros, concentrado en sus ejercicios y ausente a su entorno.
Se fue acercando a la ventana, corrió las cortinas del todo, y se quedo mirando, mientras el albornoz que se había puesto durante su espera, le resbalaba por el cuerpo hasta abandonarla del todo, sin que a ella le importara mucho.
Así mostrada la vio y, al momento se adelantó para descorrer sus cortinas, ofreciéndose ambos, cómo sus deseos sentían.