OPIUM (Parte
VI)
Salieron del
Gran Teatro, tan pronto acabó la función, mientras aún sonaban los aplausos de
un público fiel, obsequiando a sus artistas con el calor de sus manos.
Cogidos del
brazo, apenas recordando que era una situación impuesta por un trato comercial,
Marta estaba entusiasmada con su acompañante.
Cruzaron La
Rambla, y se adentraron por la calle Ferrán, cuando Ceferino le indicó su deseo
de salir a dar un paseo por el Gótic, así que no se lo pensó dos veces, para
aceptar.
Parecía un tipo
con muchas cosas que contar y que no había tenido un exceso de compañía para
poder hacerlo en los últimos años.
Se sorprendió de
cómo habían cambiado los establecimientos que fueron referencia en su juventud,
observando ahora todos como negocios de franquicias, con lo que daba igual
estar en el centro de Barcelona, que en cualquier otra ciudad. No quedaba
esencia de barrio que reconocer a través de ellos. Sólo contadas excepciones.
Pero las
calles, siempre encharcadas en el centro, con el aroma de la vieja ciudad, esa
humedad del mar, y aquellos pasos perdidos de los ciudadanos, permanecían en
esencia iguales. Inalterables, atemporales, con personalidad de zona especial.
Acostumbrada a
sonsacar información, tener al vejete a su disposición, con ganas de largar, le
parecía fantástico, porque, además, lo que le contaba, entusiasmado por tener
una bella oyente, era sumamente interesante.
Acabaron por
bajar hasta la Plaça Reial, con
las terrazas ocupadas por turistas, disfrutando de su estancia, ingiriendo
enormes jarras de cerveza.
Siguieron su
camino, pasando por delante del Jamboree
Jazz Cava, mítico local donde actuaba el añorado Tete Montoliu, lugar donde el
abuelete aprovechó para indicarle a su partenaire, lo que representó aquel
local en la Barcelona de los sesenta.
Nunca se
hubiera imaginado el hecho disfrutar por
ir con un hombre bastante mayor que
ella, aunque hay que reconocer que con la presentación actual mejoraba mucho,
quedando sorprendida de lo satisfactorio de ese paseo.
Siempre se
había inclinado por parejas de su edad o más jóvenes que ella, y de aspecto
atlético, mente brillante y ambición desmesurada, que les hacía perfectos pues
se iban sin molestar demasiado. Este paseo rompía sus esquemas.
Abandonaron la
Plaza Real y dirigieron sus pasos, por calles oscuras donde sus palabras
resonaban en la noche, hacia la calle
Avinyó, donde Picasso pintó, unas señoritas de compañía.
En nada, casi
sin darse cuenta, se encontraron en la Plaça de Sant Jaume, donde está todo el poder de la ciudad,
el Palau de La Generalitat y el Excmo. Ajuntament, con su guardia impertérrita
a las puertas, guardando a las máximas autoridades. Vigilando tal vez los
ritmos de los ciudadanos.
Aprovecharon
para chotearse de unos y de otros, pues el derrumbe de la honorabilidad de los
políticos, era una extensa base para los caricatos.
Sus pasos eran
decididos sin ser sonoros, y les llevaban con una cierta
rapidez compartida con el ritmo de la charla, que era muy fluida, hacia la Vía
Layetana por Llibretería, no sin antes desviarse un poco para contemplar la Plaça del Rei.
La noche por
Barcelona dejaba a la luna colgando de una farola, vestida de paseo por no
olvidar.
Imagenes tomadas de internet
Pues esos paseos de desconocidos casi, recorre calles muy emblemáticas
ResponderEliminarUn beso
Una pareja de circunstancias, una representación operística, una ciudad con encanto, una luna sugerente. La noche es suya.
ResponderEliminarUn beso.
Ceferino, bien acompañado y comunicativo le encanta hacer de cicerone por una bella ciudad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un extranjero haciendo de cicerone, bien es cierto, ambos aman la ciudad.
EliminarUn abrazo.