EL REENCUENTRO (XXI)

 

Nu Ribera de Condós, 1953 

Miquel Villà (1901-1988) 

El Cant dels Ocells  

John Dubuclet's New Bop Jazz Sextet 

 

 

El Reencuentro 

(XXI) 

 

 

Cuando María abrió la puerta y se encontró con aquel espécimen humano con pinta de profesor universitario jubilado, (con aquella edad que aparentaba, no podía estar en activo).  

Le dijo que pasara a la sala, donde el Sr. le esperaba. El visitante le siguió a cámara lenta, pues fue observando con calma, la galería de retratos ilustres, sobre todos los femeninos, que decoraban el largo pasillo, típico de aquellas vetustas casas. 

No sabría valorar toda aquella colección, pero conociendo a quién se disponía a visitar, no podía bajar de una cantidad de esas que permiten un retiro honorable. 

Cuando llegó a la sala, los cuadros eran más grandes, con marcos más dorados y las señoras, parecía que habían sufrido por culpa del calor de la chimenea, un ataque de calor que les había obligado a quedarse sin ropa, a pesar de no estar, digamos en un lugar playero. 

Estiró la mano, para estrecharla con el anfitrión, cuando se vio superado por un asalto rápido del mismo, que en un momento le propicio un abrazo de aquellos llamados de oso o incluso de político necesitado de firmar un acuerdo de investidura contra natura. 

• ¡Ernesto! ¡Ven aquí! Cuantos años sin saber de ti. 

• ¡Gracias Pedro! Tenía ganas de volver, pero ya sabes que no es fácil, dejar ciertas cosas atrás. 

• ¡Ah, ya me imagino! Tus cosas nunca han sido sencillas. Soltó una risotada, mientras distendía el abrazo, que había durado más que un asalto pugilístico. 

• No creas, ahora mismo, las he estado simplificando al máximo. 

• ¿Quieres decir, que has estado... digamos... desinvirtiendo, o más o menos, iniciando una retirada? 

• ¡Sí! ¡Algo así! 

• ¿Y cómo es eso? 

Chocaba bastante, que dos parientes, que no se habían visto, al parecer durante un buen montón de años, ni siquiera se preguntaran por la familia, la salud, y todas esas cosas previas a una conversación más o menos seria. Estaba claro que, a pesar de no verse, se conocían y mucho. 

• Pues verás, cuando te haces mayor, intentas volver a los orígenes. 

• Bueno, eso será, si son de buen recordar. 

• Sí y los nuestros con el abuelo Pedro, lo fueron. ¿Verdad? 

• ¡Sí, es verdad! 

• Conseguí llegarme hasta su casa, ya nadie vivía allí, pero al menos supieron darme esta dirección. Le enseñó la tarjeta de visita. 

• ¡Oh! Ha sido útil. 

• ¡Ya ves! ¡Aquí estoy! 

• ¡Sí claro! Ven siéntate y cuéntame todo lo que quieras. ¿Qué te apetece tomar? Estamos en esa hora, en que todo ya está permitido. 

• Pues... (Hecho un vistazo a una vitrina con todos de botellas, a cuál más interesante) ...ese Macallan 12, me vale. 

• Vale, serán dos. 

Llamó a María y le pidió un par copas y un bol con almendras tostadas. Cuando regresó, escanció el destilado, ambas copas tomaron vida con ese color ambarino, desprendiendo un aroma, de esos que resucitan. Llegaba la hora de las confidencias. 

Ver a aquellos dos encallecidos y canosos personajes, que un tiempo, un poco más atrás, serían considerados ancianos de residencia, tomando sus copas en plan colegas, tramando algún tipo de negocio. Tenía su gracia, sobre la edad que solemos aplicar, simplemente por las apariencias. 

Don pedro, se levantó, cerró la puerta corredera acristalada, cortando la salida de la conversación, fuera de su ámbito privado y además puso un cd de su colección de jazz, para camuflar, aún más, su diálogo.

(Continuará) 

 Terrassa, 12 marzo 2024