Fotos tomadas del blog "El Molí del Canyer"
En un lugar recóndito
Juan y Lucia eran la típica pareja de mediana edad, con los hijos creciditos y colocados, pero sin nietos. Lo cual les permitía hacer algunas escapadas.
Tras un largo período de confinamiento, no lo dudaron un instante, al primer resquicio de apertura, abandonaron la ciudad en su viejo pero fiel automóvil.
Tenían una casa rural a la cual hacia un par de años le habían echado el ojo y era ideal para sus escapadas cortas.
No lo discutieron ni un instante, llamaron a Víctor y reservaron habitación, la siete, la suya, con vistas al amanecer. No tenían ningún interés en estar de cara a la piscina viendo caras desconocidas que se pasaban el día tomando cubatas al sol.
El lugar era estupendo, estaba lo suficientemente cerca de Girona para hacer una escapada y volver, para luego disfrutar de toda la tranquilidad que da estar en una masía totalmente equipada. Alejada del pueblo lo suficiente para no oír más que el graznar de los patos.
Salieron pronto, cuando todos los demás huéspedes dormían, desayunaron a lo grande para tener las fuerzas suficientes para dar un largo y fructífero paseo.
Cogieron el sendero que les habían recomendado para llegarse a una ermita románica del siglo XII, poco conocida pero muy bien conservada, aunque sus pinturas murales estaban en el museo de la capital.
Al cabo de poco rato de andar a su ritmo, ni muy despacio ni muy acelerado, lo justo para avanzar sin desfallecer y asegurándose conservar fuerzas para la vuelta.
Se encontraron en el margen de aquel sendero un par de sillas blancas de esas de jardín de plástico, curiosamente muy limpias dado donde estaban.
Orientadas al oeste, se suponía que para admirar la puesta de sol con comodidad.
Aunque no llevaban mucho rato andando, les hizo gracias sentarse en ellas y contemplar el paisaje que desde ese lugar se les ofrecía.
Cuando lo hicieron, notaron que estaban digamos ocupadas e incluso recibieron una bronca cargada de improperios por parte de sus usuarios. Por el abuso de la libertad tomada.
Vaya!, el pequeño e interrumpido descanso salió contraproducente.
ResponderEliminarPor lo menos has aclarado el misterio de las sillas.
Abrazo, Alfred
A veces hay que fijarse en dónde pones las posaderas.
EliminarEso parece ;)
Abrazo.
Intuyo que esas sillas estaban destinadas al descanso de las amazonas.
ResponderEliminarLástima.
Saludos.
Pudiera ser, nunca se sabe, con eso de los espíritus todo esposible.
EliminarSaludos.
Es que en ninguna parte uno puede sentirse a sus anchas, siempre aparece algún contratiempo, je,je.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya ves que no, hoy en día todo está ocupado. ;)))
EliminarUn abrazo.
Jajajajaj. La gente no sabe mirar, ni ver, ni escuchar. Qué desfachatez sentarse en rodillas ajenas sin ser invitados a ello.
ResponderEliminarNi descansar en paz le dejan a uno :)))))
Besines!!!
Es que no se fijan en nada, pobres fantasmas.
EliminarSe pierde el respeto.
Besines!!!
¡Vaya! ¡Qué mal genio y que poco hospitalarios los dueños de las sillas, por Dios! Les quitaban las vistas a los fantasmas :-9
ResponderEliminarMuy original el final, Alfred.
Besos.
Bueno, piensa que estaban tan tranquilitos con sus vistas y de golpe ¡Zas!
EliminarMuchas gracias Mag.
Besos.
Pues yo también hubiera salido corriendo con esos ocupantes. Esto demuestra que no hay que fiarse de nadie, ni siquiera de los que ya no están...aparentemente
ResponderEliminarUn abrazo
Tú y cualquiera y sin hacer preguntas.
EliminarSe ve que nunca se van del todo.
Un abrazo.
Bueno bueno... Que mal genio...
ResponderEliminarSi la pareja arribante, se equivocó, y se puso chico con chico, y chica con chica, se pide amablemente un cambio de silla, y se aprovecha la situación. Peor hubiera sido que encima acertar, y encima la pareja ocupante se quejará. Que desperdicio de oportunidades.
Muy ocurrente
Saludoss
Has de ponerte en su lugar ;)
EliminarNo había pensado como intentaron colocarse, simplemente saltaron corriendo y así siguen.
Muchas gracias.
Saludos.
Me hubiera gustado ver la cara de la pareja al darse cuenta que las sillas no estaban vacías. Yo también hubiera corrido.
ResponderEliminarUn relato encantador con un final de los que me gustan.
Saludos
Pues no ha quedado constancia gráfica, con la mosa que hay de hacerse un selfie. Se ve que no les dio tiempo ;)
EliminarMe alegra que te guste. Muchas gracias.
Saludos.
Jaaaa, sabes quien eran los abuelos los de mi relato, es qué hay que ver les fuisteis a interrumpir en su tarde de amor ajjaja. Que bueno ahora bromas aparte me ha encantado esos paseos caminando y observando el lindo paisaje.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo te deseo una finde al menos tan lindo como el que describes, eso sí antes de sentaros en sillas pedir permiso no sea que estén ocupadas jaja.
Todas las historias están relacionadas ;)
EliminarEso siempre, no sabes lo que te vas a encontrar.
Muchas gracias Campirela.
Curioso relato jajaja, hasta el monte tiene normas.
ResponderEliminarUn saludo.
Me gusta sorprender un poco ;)
EliminarUn saludo Né.
Vaya susto! Con lo bien que iban...y la melodía de Morricone acompañando...
ResponderEliminarBesos y buen fin de semana,Alfred.
Cuando te pillan desprevenido,
Eliminarel susto es morrocotudo.
Estos días hay que recordarlo con cariño.
Besos y feliz finde, Carmen.
Hola. ¡Jaja! No esperaba ese final. Original e inesperado, bien urdido. Una oportuna tentación la de las sillas, como casi todas las tentaciones. Pero nadie cede graciosamente los espacios ganados. Ni siquiera los espectros. Un placer leerte.
ResponderEliminarHola Mónica, se bienvenida.
EliminarHoy en día nadie cede nada gratis.
Muchas gracias.
Hasta en los paseos más inocentes y las sillas menos sofisticadas se encuentra uno con un fantasma de los de toda la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que esos son los auténticos, los que están admirando el paisaje tranquilamente, así en pareja.
EliminarUn abrazo.
Encantadora historia, y nunca mejor dicho, :))).
ResponderEliminarMe ha gustado mucho como la has narrado Alfred.
Un abrazo.
Muchas gracias Elda.
EliminarUna sencilla historia, como la vida misma.
Un abrazo.
Jajaja, el descanso no parece que mereció la pena. Un beso grande. Me encantan las cosas q cuentas
ResponderEliminarDigamos que duro bien poco ;)))
EliminarMuchas gracias Adelina.
Un placer.
Estamos rodeados de almas y no nos damos cuenta hasta que las molestamos... Me ha encantado tu historia Alfred, así como la música elegida. Un placer escuchar al maestro.
ResponderEliminarMil besitos y muy feliz finde.
Eso creo, solemos ser muy impertinentes con los pobres fantasmas que están con sus cosas.
EliminarLa música es mi pequeño reconocimiento para el maestro en estos días.
Mil besitos y feliz finde.
Pero que blog tan bonito y que narraciones mas bellas, aproveche las dos sillas ( aunque estaban ocupadas jajjaja) para descansar un poquito por aqui.. felicitaciones
ResponderEliminarAhora no hay nadie, sí te fijas en la segunda fotom hay hojas en el asiento, unos han huido despavoridos mientras otros se han retirado asqueados. Con lo cual ahora están libres y disponibles para que puedas disfrutarlos, no sé por cuanto tiempo :)
EliminarMuchas gracias.
¡Jajajaja venía bien la cosa pero un par de fantasmitas los corrieron!
ResponderEliminarGracias por tu humorístico relato. Me hizo gracia también eso de tener a los hijos mayorcitos y colocados.
Un abrazo, Alfred
Todo era idílico y pastoril hasta que se sentaron ;)
EliminarGracias a ti, es una forma de indicar que eran mayorcitos y disfrutaban de su vida en libertad.
Un abrazo Myriam
Mas les valía haber seguido andando
ResponderEliminarPues ya ves, no lo hicieron y acabaron corriendo.
EliminarChulísima entrada. Esas sillas están ocupadas, siempre, ya lo creo, pero como no les vemos, nos confiamos :-)
ResponderEliminarUn beso
Muchas gracias Albada. Unas sillas no están por qué sí, ahí en medio de la nada boscosa.
EliminarUn beso.
Tremendo susto, imagino que no corrían, volaban espantados. Saludos amigo Alfred.
ResponderEliminarEs curioso como a pesar de su ya sustanciosa edad, fueron capaces de regresar en tan poco tiempo al punto de partida.
EliminarSaludos amiga Sandra.
Es muy bella la historia
ResponderEliminarpero me daría miedo, saldría
disparada, jaaaa.
Besitos dulces
Siby
¡Gracias Siby!
EliminarEs lo que hacen ;)
Dulces besos.
Iba muy bien el programa hasta que aparecieron esas dos sillas... :)))))))
ResponderEliminarAbrazos Alfred. Un gran relato.
Un fin de semana bien planificado hasta que se les ocurre sentarse.
Eliminar¡Qué cosas pasan en el campo!
Muchas gracias, un abrazo Ernesto.
jajjaja es que no le dejan a uno ni un descansito con lo lejos que está el más allá
ResponderEliminarBesitos Alfred
Tenían su rincón para descansar y admirar una buena vista y se les presentan unos intrusos y ya se sabe que pasa con los forasteros.
EliminarBesitos lopillas.
No me extraña que aún estén corriendo.
ResponderEliminarAntes de sentarse, mejor siempre pedir permiso, por si las moscas.
Muy bueno, Alfred
Besos
La verdad es, que es lo que haríamos todos.
EliminarSí, ahora ya lo sabemos.
Muchas gracias Alís.
Besos.
Hola Alfred, que bonito el relato y el lugar que describes para estar tranquilamente como la pareja protagonista, lo malo fue encontrarse esas sillas y el susto que se llevaron jeje
ResponderEliminarBesos.
Hola Piruja, muchas gracias.
EliminarMe alegra que te guste.
Todavía corren ;)
Besos.
Hola Alfred!
ResponderEliminarPobres Juan y Lucía. No se esperaban este susto. Aunque, si hay dos sillas vacías, porqué no ocuparlas?
Hola Enric!
EliminarLa verdad es que no, a partir de ahora iran a la playa, con sus hamacas.
Alfred, muchas gracias por brindarnos la oportunidad de leerte y por propiciar, de fondo, un cierto misterio.
ResponderEliminarSaludos desde Colombia.
Hola Guillermo, gracias por animarme.
EliminarUn poco de misterio es como la pimienta.
Saludos desde Barcelona.
Ya, pero piensa que los increparon de valiente, por la osadia de sentarse encima de ellos, son unos fantasmas muy suyos.
ResponderEliminarUn abrazo Julio.
A veces sin quererlo nos metemos e invadimos la privacidad de otros... aunque sean fantasmas 😁 un abrazo
ResponderEliminarEn estos tiempos en que hemos tenido que estar encerrados más de la cuenta, no nos damos cuenta al poder salir que nuestros ímpetus al liberarnos, pueden menoscabar la libertad de otros.
EliminarUn abrazo.
Habrá que cursar denuncia, por dejar desechos en el bosque.
ResponderEliminarSí te pones en plan legalista supongo que sí, pero: ¿Quién les quita a esos seres, sus sillas de descanso eterno?
EliminarFantástico relato que engancha desde el principio, con un final inesperado y divertido:)
ResponderEliminarMuchas gracias, eres muy amable y me has subido un montón mi autoestima ;)
EliminarSaludos.
Leí antes otro relato y empecé a leer este recordando a las otras protagonistas...
ResponderEliminarAsí que me alegro de que le hayas dado un giro y que el final sea tan distinto...
Me gusta esto que hacéis... cada uno con su estilo.
😊 Besos-
Cada cual tiene un estilo bien diferenciado ;)
EliminarBueno ese es mi toque personal.
Así está mejor.
Besos.
Tan lindo descanso, con paisajes dignos de ser observados, y unas sillas plásticas (ajenas) los saca a las corridas.
ResponderEliminarSaludos,
¡Hola Cecy!
EliminarUn descanso que no debieron hacer, pero quién renuncia a sentarse en medio del campo ;)
Saludos.