Negociado
Tantos años perdidos tras una mesa de negociado, le habían dado a su calva méritos de profesionalidad.
Siempre al pie del cañón, sacrificando puentes, salidas de almuerzo, horarios flexibles, todo para poder tener los informes que el jefe de la sección requería justos a tiempo.
Aunque se quedase sin ver que se iban amontonando por riguroso orden de llegada, en la estantería justo a la derecha de la entrada del majestuoso despacho de su superior jerárquico.
A pesar de las muchas veces que le llevaba el café matutino, nunca se percató que su trabajo acumulaba polvo en tan nobles estanterías de fina caoba, en aquel palacio renacentista que les servía de espléndido marco para sus brillantes quehaceres en pro del país y de su ciudadanía.
Sentía un poco de envidia, cuando el jefe requería cada vez más los servicios de la chica nueva que, a pesar de tener poca experiencia, parecía entender mucho mejor las necesidades de su superior.
Poco a poco fue cogiendo todo él, un color a guardapolvo de esos que se usaban antaño, de cuando tenían tinteros por las mesas, que él recordaba vagamente de cuando empezó de aprendiz, tras un breve tiempo de botones en el ascensor del ministerio.
En aquella época conoció a una secretaria con la que llegó a tontear un poco, cuando subían solos, lo cual ocurría rara vez, pues el trasiego de gente era bastante importante. Parece ser que, a más trabajo más pasea la gente arriba y abajo.
Ahora con los ascensores automáticos, no hay complicidad alguna con la botonera, memoriza las órdenes de cada uno y suelta un frío y metálico anuncio del destino alcanzado.
El suyo había sido dejar de ver a la coqueta secretaria, a la que pareció ver años más tarde colgada del brazo super engalanado de un ujier de los importantes, los que estaban en la planta del ministro.
Tampoco se había hecho muchas ilusiones, la chica en cuestión recibía muchos piropos y más de uno se había quedado con ella atascado sin poder salir del cuarto de contadores. Aunque nadie preguntaba cómo habían coincidido ahí los dos en un lugar tan poco habitual.
Suerte que él, muy responsable y en plan altruista, pues nadie se lo pedía ni era de su responsabilidad, solía hacer una ronda antes de salir, para comprobar que estuviese todo en orden.
Con los trienios acumulados, ya podía hacer un juego de cálculo, para poder llevar a su madre de viaje a ver el mar, que siempre había sido uno de sus sueños incumplidos dada la prematura muerte de su Paco.
Pero aquel año no iba a poder ser, cuando fue a la agencia de viajes que había a dos manzanas y tres cuartos de su casa, camino del ministerio, bueno en realidad era al revés puesto que lo hizo al regresar, siendo así nueve manzanas y un cuarto, se encontró con una antigua compañera del instituto.
Que aprovechando que tenía poco trabajo, ya solo solían entrar gente muy mayor para los viajes del IMSERSO o para preguntar cosas que no sabían buscar en Internet; se dedicó a ponerle al día de su vida personal desde que dejó el instituto hasta prácticamente aquel momento.
Lo cual dio tiempo para cerrar la oficina de viajes, pasear algo por la calle, acercarse a una granja donde aún servía chocolate a la taza del bueno, bien acompañado de sus churros correspondientes acabados de freír, mientras él mostraba un total interés.
Luego como buen caballero que era y sin dejar de escuchar, la acompañó hasta su casa, ya no vivía en el barrio, por lo cual cogieron un bus y luego hicieron un trayecto en metro, así se les hizo la hora de cenar, que a pesar de sus intentos de evasión y tras avisar a su madre que no le esperase para la cena, acabó aceptando, mientras le iba dando al vino que le mareaba menos que la intensa charla de su excompañera.
Así las cosas, se encontró al día siguiente algo espeso de ideas, habiendo escuchado una historia muy larga y teniendo que salir corriendo hacia su trabajo, sin afeitarse.
A media mañana recibió un mensaje, en donde Belén que así se llamaba su dama de noche, le comunicaba que ya tenía un pasaje para su madre, para la temporada próxima con un grupo de gente mayor con guía para hacer un crucerito por las islas, así sin concretar. Y ellos dos harían durante las mismas fechas una escapadita a Venecia que era un lugar muy romántico. Que le diera el número de cuenta para formalizar la operación.
A partir de la fecha, dejó de presentar los informes a tiempo e incluso dejó de hacer rondas vespertinas. También le encontró gusto a llegar sin afeitar al trabajo.
Todo ello mientras su cuenta se iba difuminando muy lentamente.
Todo ello mientras su cuenta se iba difuminando muy lentamente.
Barcelona, 18 febrero 2020
No todo en la vid es ganar dinero..., un poco dd felicidad no viene mal.
ResponderEliminarBesos.
Una felicidad comprada no suele durar mucho ;)
EliminarBesos.
Qué bueno que le des un final de colorín al hombre gris, me estaba dando penica con tanta eficacia
ResponderEliminarBesitosss
Al final tuvo algo de distracción en su grisácea vida.
EliminarBesitos.
Por lo menos imagino que se lo pasarían bien. Muy grato leerte.
ResponderEliminarUn abrazo, Alfred
Creo que sí, aunque le saliera caro ;)
EliminarMuchas gracias Rita.
Un abrazo.
Me parece a mi que este hombre si sigue así, al final se va a quedar como la imagen que has puesto, con el trasero al aire, sin dinero y sin trabajo, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo has dicho tal cual :)
EliminarUn abrazo Elda.
Pobre...
ResponderEliminarUna vida esclavizada y al final en la ruina...
Saludos.
Los pobres que lo son por carecer de aspiraciones, no suelen dar pena.
EliminarSaludos.
La merma de la cuenta sería lenta porque se habría llenado mucho durante tanto tiempo con tan poco gasto, no por que la tal Belén tuviera poca capacidad para meterle mano.
ResponderEliminarRelato muy real y muy ameno.
Un abrazo
Lo suficiente para que no tome ninguna iniciativa al respecto.
EliminarMuchas gracias Chema.
Un abrazo.
Tremendo relato!
ResponderEliminarMuy bien narrado.
Un abrazo.
Bueno tampoco es tan tremebundo ;)
EliminarMuchas gracias Lunaroja.
Un abrazo.
Dantesco relato, siento este relato como muy real amigo, que pena un esfuerzo de toda una vida y al final cero.
ResponderEliminarFeliz noche.
Un abrazo
Muchas gracias, muestro un retazo de unas vidas.
EliminarFeliz finde.
Un abrazo Carmen.
Sin duda la vida nos deja momentos dantescos, y lo peor con personas llegadas a nosotros, eso es lo que más duele.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cualquiera de los que nos rodean nos pueden cambiar la vida en un momento.
EliminarMuchas gracias Campirela.
Un abrazo.
Lo que pasa en Venecia, se queda en Venecia...
ResponderEliminarBesos.
Así suele suceder, pero a veces los efectos de algunos actos trascienden todo tipo de fronteras.
EliminarBesos Laura.
Si disfruta esa pérdida de la cuenta, bien sea.
ResponderEliminarEn la tumba no le servirá para nada.
Un abrazo
A lo mejor sabiéndolo no le importa.
EliminarEso seguro.
Un abrazo Carmela.
Creo que fue un encuentro muy afortunado. Para qué acumular ahorros si en cualquier momento nos vamos de este barrio... Belén parece haberle devuelto a la vida. Tal vez lo haya traído por primera vez.
ResponderEliminarBesos
Supongo que fue una simbiosis, pero la sabia corrió en un sentido.
EliminarBesos.
Mejor vivir la vida que atesorar bienes y tedio. Abrazos
ResponderEliminarEso seguro.
EliminarAbrazos.
Si así es feliz, no importa la ruina, pero ojala ella este con el cuando eso suceda. Un buen texto amigo Alfred. Saludos.
ResponderEliminarDejemos que el futuro dilucide la incógnita.
EliminarSaludos Sandra.
Ese personaje, de un gris apagado, consigue remontar y poner color a la vida. Un paseo por unos espacios y los muebles de unos despachos, ascensores y en definitiva, a un tiempo.
ResponderEliminarEncantador. Un beso
Muchas gracias Albada Dos.
EliminarUn beso.
Muy bueno el relato. Al final, supo lo que era vivir, y si la cuenta se quedó tiritando, que le den a los banco por la fotografía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Juan. Es tal cual lo que debió tener en mente ;)
EliminarUn abrazo.
¿Y el ingenuo se lo dio? Imagino la parte que faltó: en el ministerio público denunciando el fraude con su cuenta bancaria, y a cancelar cuentas y tarjetas con el banco, ¿no?
ResponderEliminarEso parece. En el fondo es un engañado contento.
EliminarUn saludo.
Me encantan tu agudeza y gracia, para desarrollar ciertos temas. Eres un sociólogo poeta :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Sara, eso es porque tengo lectores de reconocida valía. ;)
EliminarUn abrazo.
Un relatazo. Me encanta.
ResponderEliminarBuen finde.
Besos.
Muchas gracias mari carmen.
EliminarMe alegro un montón.
Feliz domingo.
Besos.
A veces, lo que creemos una "suerte" de encontrar, termina por ser nuestra propia desgracia... pero somos los únicos responsables, ¿quién más?
ResponderEliminarMe gusta mucho tu particular manera de relatar, de verdad que sí.
Un beso.
Es esa falsa suerte que en el fondo hay más de uno deseando.
EliminarMuchas gracias por tus halagos.
Un beso.
Hola Alfred!
ResponderEliminarEs la historia de un pobre hombre, un hombre gris como tantos hay, que su trabajo estaba por encima de todo, cosa que es un error. Al final parece que encontró su estabilidad... Lo que no queda claro es si se aprovechó de él . El relato está muy bien.
Hola Enric!
EliminarEs una forma de aprovecharse en la que no parece que le importe mucho. Su vida es tan gris que al menos así tiene algo de color.
Muchas gracias.
Interesante la historia...
ResponderEliminarMi Eva desconfiada ha pensado que se merecía el final de quedarse sin un euro.
Mi Eva literaria está satisfecha tras la lectura de este relato.
Mi Eva romántica está aún en una nube imaginando ese amor que le hizo ver por fin cómo se vive.
Y Mi Eva fotógrafa exclama : "¿Foto del autor?" Guau, qué nivel. Algún día te pediré que me hagas una tan artística...
Un beso a tres bandas.
Muchas gracias Eva.
EliminarLa autoría de la foto es sobre una foto de la exposición que puedes ver clicando ;)
Un beso sobre el tapete verde.
Y la cantidad de gente que hoy en día vive entre esas 4 paredes tan grises...
ResponderEliminarUn saludo, Alfred.
Los marcos mentales en los cuales se vive encerrado es más comúnmente aceptado de lo que se quiere reconocer.
EliminarUn saludo María Glez.
El dinero no lo es todo en la vida, y más, si ha servido para hacerte feliz y unirte de por vida a tu pareja. Ya lo dice el refrán: "Contigo pan y cebolla", ¿no?.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato, Alfred.
Un fuerte abrazo.
Nada es imprescindible.
EliminarEso dicen.
Muchas gracias Manuel.
Un fuerte abrazo.
Suele suceder más pronto que a menudo. Cuando se acabe el dinero desaparece el amor sino es que antes.
ResponderEliminarBuen domingo Alfred.
Es posiblemente el final más aceptado, pero pueden haber excepciones.
EliminarFeliz domingo MaLque.
Aunque menos explícita y romántica, después de todo, me ha recordado aquellos funcionarios tras el cristal curvo y bajo, te hacían bajar la cabeza, que te indicaba, cuando llevabas algún papel a ventanilla, que te faltaban las pólizas de 30 y 35 céntimos y las dos de peseta.
ResponderEliminar¡Menudo repaso haces a semejante historia! :)))))
Abrazos Alfred.
Era una forma de empezar a humillarte. Lo de las pólizas, sellos y papel timbrado lo conocí y sufrí.
EliminarMuchas gracias ernesto ;)
Abrazos.
Afortunado fue darle un cambio a su vida ;)
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.
Siempre existen personas que saben aprovechar las debilidades de aquellos que caminan con un ala rota.. un poco de conversación, algo de sexo y ya no pueden escapar... no me parece mal, claro, siempre y cuando las dos partes sean conscientes del contrato, cosa que en este caso no parece muy clara ;)
ResponderEliminarA veces dos soledades se complementan ni que sea de una forma en cierto modo monetaria.
EliminarSaludos.
Me ha gustado el relato,con ese final...ay
ResponderEliminarNo sabía q tenías otro blog! Me lo apunto.
: )
Muchas gracias Carmen.
EliminarPues sí, pongo cosas de actualidad ;)