Cuestión de
formas
Estábamos
sentados en la cafetería, ante una mesa en la que acabábamos de depositar una bandeja con nuestro pedido.
Era un local aséptico,
de esos decorados en plan retro, buscando la calidez, de los antiguos cafés,
poniendo paredes forradas en madera, mesas de mármol y falsas sillas thonet, en
suma un local agradable para desayunar.
El servicio
sólo se efectúa en la barra, en las que unas amables señoritas, emigrantes
faltaría más, de las cuales no dará tiempo de aprender el nombre, puesto que en
la próxima visita, ya las habrán cambiado, te atienden de una forma más servicial que profesional.
Tengo el vicio
de observar mi entorno, tanto el continente cómo el contenido, el personal y
los usuarios, familias con bulliciosos críos pequeños, adultos solos ante su
café y diario, parejas como en mi caso, no hay lo que ha dado en llamar gente joven.
En el rastreo
de mi mirada, esta se detiene en un par de piernas enfundadas en unas medias
oscuras, preciosas, aparecen bellamente mostradas dese un corte de falda de
impecable estilo.
Es una pareja
femenina, en que la atención de mi vista está centrada, en lo que podría
ser la hija cuarentona, de una señora
muy mayor sentada frente a ella, a la
qué si veo la cara.
En esto se ha
levantado para dirigirse al mostrador, para dejar el diario que estaba leyendo,
cosa que no he podido evitar comentar, con un ¡Qué suerte tengo, podré leer el
periódico!
Momento captado
por la poseedora de aquellas turbadoras
piernas, para cambiar de destino y pasármelo directamente a mi, mostrándome una
amable y cándida sonrisa, de buenas maneras entre gente adulta.
He respondido a
su sonrisa con otra un poco más pánfila, de varón agradecido a la madre
naturaleza, por estas inocentes perversiones.
Jolines, no salió. Te decía que me llamo Damaris, y que no recordarás mi nombre, pero que cuando acabe mis quince horas de barra de este bar, me enfundaré la educación con medias en mi cruce de piernas, y buscaré tu mirada, o una como la tuya, en vez de propinas minúsculas.
ResponderEliminarSi me permites. Un abrazo
Permitido, por supuesto.
EliminarEse personal siempre en rotación, entre empleos precarios y la cola del paro.
Un abrazo.
Muy bien escrito. Estas inocentes perversiones forman parte del quehacer de nuestra vida, nos dan un plus de confortabilidad y nos recuerda que somos humanos. Por esto son inocentes perversiones.
ResponderEliminarUn observador de la vida.
Gracias. son los pequeños detalles, que nos hacen humanos.
ResponderEliminarUn saludo.
La interpretación de la sonrisa, la mirada, .... que se cruzan en nuestro camino a veces son alimento para nuestro ego, la imaginación hace el resto.
ResponderEliminarEstupendo relato de un día cualquiera, en cualquier café, donde la cotidianidad deja paso a lo extraordinario.
Gracias, como bien dices lo cotidiano, puede ser extraordinario.
EliminarUn saludo.