Imagen obtenida de Internet
Sábanas
Ver ondear en aquella inmensa terraza, aquel ejército de blancas piezas de tela, impresionaba. Tanto es así, que era imposible dejar de verlas.
Nosotros en aquel tiempo tiernos infantes en un colegio de curas, nos asombrábamos de que una casa pudiera tener tal cantidad de ropa tendida, podía considerarse una colada extraordinaria, pero lo curioso es que era prácticamente diaria.
Luego los más avezados nos explicaban que se trataba de una especie de hotel y la cosa nos cuadraba más, pero no mucho, pues no recordábamos que hubiera ninguno detrás de nuestro colegio.
Pero los mayores solían hacer excursiones para ir a explorarlo, con mucho cachondeo y guiño de ojos incluidos y, luego se hacían los interesantes soltando algo de lo que habían visto en cuentagotas.
Fue un modo de entrar a través de los relatos digamos picantes, sobre los usos y costumbres de los mayores, en sus relaciones personales escondidas al conocimiento de familiares y amigos.
En aquellos tiempos no se hablaba de estas cosas y la relación entre personas de distinto sexo tenía que ser bendecida por un santo sacramento llamado matrimonio.
Los de costumbres pecaminosas y contra natura estaban fuera de todo criterio de aceptación social y sólo les quedaba actuar en zonas próximas al lumpen. Como se decía refinadamente, era cosas de los bajos fondos y de amantes de las revistas y actividades así.
Así que de ese modo ondeaban las banderas de una cierta libertad de intimidad, tolerada de forma encubierta por la sociedad preservadora de la moral y las buenas costumbres.
Pero en aquella época estábamos muy lejos de entender ninguna disquisición de esas que no nos enseñaban.
Simplemente aceptábamos participar en las bromas, una vez éramos incorporados al conocimiento del secreto que encerraban aquella cantidad de sábanas en la azotea de una finca colindante al colegio.
Nota:
La susodicha casa de citas aún existe y está operativa. Pero ya no puedo ver si tiene un ejército de fantasmas blancos en la azotea.
Barcelona, 14 Marzo 2020
Ahora existen las secadoras y los trapos sucios no se tienden. Recuerdo sabanas tendidas pero que no escondían ni hoteles ni moralejas pero nos escondían a nosotros corriendo entre ellas mientras las señoras nos perseguían. Abrazos
ResponderEliminarEs el mejor recuerdo, cuando se corría por el laberinto entre sábanas tendidas al sol.
EliminarAbrazos.
Los tendederos ponían en evidencia todo lo que se quisiera ocultar.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Abrazo.
Era lo único que mostraba al exterior la verdadera función de aquel edificio.
EliminarMuchas gracias.
Abrazo.
A esas edades todo son misterios y emociones. Sobre todo entonces.
ResponderEliminarInteresante relato.
Un abrazo.
Pues sí, eran épocas en que todo estaba oculto excepto para los iniciados.
EliminarUn abrazo.
Opino como Ester: Ahora existen secadoras y ya no las podemos ver. Saludos amigo Alfred.
ResponderEliminarNo, ahora casi todos los centros de hostelería o similares tienen contratado el servicio de lavado con empresas que hacen todo el ciclo de recogida, lavado, secado, planchado y entrega.
EliminarSaludos amiga.
Entre las prohibiciones de tender en las fachadas de los edificios en muchas comunidades y las secadoras, ya no se ve el tender ropa en los balcones y terrazas.
ResponderEliminarSaludos
Ahora queda feo y las ordenanzas municipales prohiben tender en la fachada, aunque a veces se ven piezas de ropa en sisis puestos en balcones y terrazas.
EliminarSaludos.
Como es costumbre ya en mí, me encanta ver las sábanas tendidas, sea en una terraza, en el jardín, en los balcones, o como aquí en algunas ciudades, de vereda a vereda... no sé porqué, si será que recuerdo a mi nonna, si me lleva a mi propia infancia... sé que me gusta y sonrío cuando lo veo.
ResponderEliminarUn beso.
No dejan de ser banderas que se rinden a la vida. Producen sentimiento de hogar.
EliminarUn beso.
Justo detrás del colegio de curas jaja he hecho una conexión inconsciente jaja
ResponderEliminarMe encantan las imágenes de sábanas blancas
Besitos Alfred!
Se presta a la jocosidad, pero así era, ahora solo falta crear una historia en viéramos a un miembro de la comunidad saliendo de dicha portería...
EliminarEs una bonita imagen.
Besitos.
Tiempos en los que la blancura de sábanas, demostraba la higiene de una casa de citas. Tiempos que ahora parecen muy lejanos, pero no lo son tanto. La mirada infantil inventando aventuras, qué bien narrado.
ResponderEliminarUn beso, Alfred
Bueno los clientes no tenían esa visión. Ellos se ocupaban solo de ensuciarlas ;) Son tiempos de otras costumbres, pero busque por internet y la "residencia" sigue funcionando vendiendo total discreción.
EliminarMuchas gracias.
Un beso.
Gracias por tu compañía ,Blanca de verdad. solo nos rodea oscuridad y mentiras.
ResponderEliminarMi cariño en un abrazo
Gracias por tu visita. Nos leemos.
EliminarAbrazos cariñosos.
En las incursiones que los más atrevidos hacían al barrio chino de mi pueblo, (así se le llamaba), no solían verse sábanas tan blancas como las tuyas.
ResponderEliminarObservarás que he puesto "hacían"; lo del blancor de las sábanas lo se porque me lo han contado...
Un abrazo.
No recuerdo cómo de blancas las veíamos, pero seguro que relucían muy llamativas ;)
EliminarPor supuesto, eran cosas que hacían algunos.
Un abrazo.
Que historia Alfredo la desconocía y me has llevado a pensar en tiempos donde la mirada de los niños ante esas cosas era inocencia pura ..Desde luego al menos la higiene era buena , no todo el mundo tendía en esa época las sabanas tan blancas ..Un abrazo y gracias por compartir .
ResponderEliminarSon cosas curiosas más propias de otros tiempos, pero que a veces salen a la luz, por cualquier detalle que activa los recuerdos y salen de la memoria.
EliminarGracias a ti. Un abrazo.
Hola Alfred!
ResponderEliminarA decir verdad, si aluna vez vi estas sábanas no le di ninguna importancia. Pero bien está, que una vez sucias, se limpiaran. Es una medida higiénica que beneficia al barrio. Cosas de la vida, que siempre han existido y lo van a seguir haciendo.
Hola!
EliminarEs posible, pero te aseguro que era algo muy llamativo.
Si es aquello de que la j...no tiene enmienda ;)
Con lo que me gusta a mi la ropa tendida, pero en azoteas, no en ventanas de cualquier manera... 😉 Besos al viento.
ResponderEliminarCómo ha de ser, en la azotea acariciada por el viento y bien soleada. ;)
EliminarBesos.
Lo de las sábanas, normales, era algo entrañable en aquellos años de niñez. O bien tendidas en las eras de Santa Marta o bien tendidas al sol en cuerdas... Recuerdo aquel olor a ropa limpia, aquel blanco sin detergentes, aquellos escondites tras sus pliegues...
ResponderEliminarAbrazos Alfred.
Eran épocas en que se usaba azulete en el aclarado final para darle ese toque blanco, imprescindible para dar sensación de pulcritud.
EliminarLo de jugar entre ellas era un clásico.
Abrazos.
Todo lo de los mayores quedaba entre ellos, cuando se hacía comentario alguno, nos miraban a los pequeños y sonreían entre ellos.
ResponderEliminarEn mi familia había una terraza familiar donde se tendía todas las sábanas, mis primos y yo jugábamos con ellas y entre ellas, luego había reprimenda... pero me lo has recordado, Alfred y eso, me ha dejado una sonrisa de ese tiempo que ya se fue, como ellas se fueron. Gracias.
Mil besitos para ti y feliz día.
Recuerdo lo de: "hay ropa tendida" cuando los peques nos acercabamos a las conversaciones de los mayores.
EliminarMe alegro que hayas recuperado un buen recuerdo.
Mil besos.
A mí también me tocó oír lo de "hay ropa tendida" y cómo las mujeres se callaban. Me ha encantado esa imagen de tantas sábanas desplegadas al viento como una bandera que ondeaba proclamando la naturaleza de las cosas que allí ocurrían. Otra cosa es que los niños tuviéramos las claves para poder interpretarlas.
ResponderEliminarBonito recuerdo.
Besos, Alfred
Era una frase muy recurrente ;)
EliminarLa verdad es que nos enterábamos bien poco.
Muchas gracias.
Besos.
Bueno tampoco hay que ponerse tan tremendo, la gente se relacionaba como podía y aun se sigue haciendo ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encantan las azoteas con sábanas colgadas al viento.
ResponderEliminarUn abrazo y cuídate.
Son un clásico que rezuma acogida y sueños risueños ;)
EliminarUn abrazo, gracias, igualmente.
Las sábanas tendidas al sol me recuerda a mi niñez, era todo un espectáculo verlas ondear al viento.
ResponderEliminarLa imaginación de los niños no tiene límites.
Entretenida la historia que so cuentas Alfred.
Besos
Puri
Es algo que ahora no se ve, pocas azoteas hay con ropa tendida.
EliminarEs muy prolífica ;)
Muchas gracias.
Besos.
Páginas aparentemente en blanco que ocultan con tintas invisibles y conseguidas con sudores y otras secreciones, un sinfín de miserias humanas, pasiones comerciadas, carnalidades desesperadas y en definitiva supuestas satisfacciones falsas como los amores contratados.
ResponderEliminarY también algún amor clandestino.
EliminarLas sábanas, son las banderas blancas de la rendición después de la brega.
ResponderEliminarSaludos desde la proximidad y la distancia.
Una rendición muy pactada.
EliminarSaludos desde el confinamiento.
Es bonito pensar en esas sábanas blancas como banderas de libertad.
ResponderEliminarImagino la curiosidad de esos niños según iban conociendo la información sobre el lugar a cuentagotas
Besos
La verdad es que no comprendíamos el sentido de todo aquello, tan alejado de nuestra realidad cotidiana.
EliminarFue mucho más tarde que pudimos entenderlo. ;)
Besos.
Me ha encantado lo bien que has descrito la sociedad de esa época. Eres muy ingenioso a la hora de escribir. Un beso grande
ResponderEliminarMe alegra leer eso.
EliminarMuchas gracias.
Gran beso de un recluido.
Wow. Que buenas referencias hasta mi imaginación va tener que salir a ondear con el viento 😅
ResponderEliminarMuchas gracias ;)
EliminarAy qué bueno, por la coincidencia. He conocido algo parecido en mi infancia de veranos. Pero entonces uno no sabía nada de aquello, y la casa estaba muy separada de otras ventas, y además era ordinario que las sábanas estuvieran por doquier en las huertas o patios. Y casi más que las imágenes me llegan los olores. Porque la ropa que lavaba mi familia era tal con un jabón fabricado en la propia casa, que tendría la misma potencia que el Lagarto, pero es que tenían también que lavar manteles, servilletas, etc. por mor de ser una casa de comidas. Bueno, si repasásemos las banderas de nuestra infancia estas superarían con creces a las patrióticas. Qué bien, me ha gustado que relatases esta experiencia tuya. Gracias, Alfred.
ResponderEliminarSiempre digo que nuestra verdadera patria es la infancia.
EliminarOlores, comidas, la magia con que se veían/imaginaban las cosas, los compis colegas, etc. etc.
Me alegro de que te guste.
Gracias a ti.