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Viernes trece, Una visita inesperada
Elena estaba presurosa; recién duchada, tenía el tiempo
justo, para acudir al hospital donde prestaba sus servicios.
Era viernes, con la alegría que eso representa, por ver a
su querido Mario, pero primero le
esperaba un duro día cargado de trabajo.
Antes de poder salir zumbando al pueblo donde él le
esperaba con los brazos abiertos.
Salió del cuarto de baño, tras estar un buen rato con el
secador dale que te pego, ya que su hermosa melena necesitaba sus buenos
cuidados, pero valía la pena.
A Mario le gustaba su moreno pelo, largo y sedoso, no se
cansaba de acariciarlo y peinarlo con los dedos, mientras le decía lindas cosas
sin sentido, pero muy agradables de oír.
Cuando ya estaba fuera del baño, con el blanco albornoz
recuerdo de un majestuoso hotel, en el que estuvo alojada durante su último
congreso, le pareció oír unos ruidos extraños en la puerta.
Su cuidada, morena, ondulada y preciosa melena, casi se le
pone como un alambre espinoso, cargado de electricidad, buscando en el techo su
razón de existir.
Unos operarios vestidos con unos monos azules, aparatosos guantes
de trabajo en las manos y pocas luces personales, estaban procediendo al cambio
de la cerradura de la puerta de su vivienda.
Atónita, con el susto en el cuerpo, alarmada al extremo de
casi no poder articular palabra. Se los quedo mirando de hito en hito.
-
¡Buenos días señora! (Le
dijeron ellos)No sabíamos que estaba usted aquí, hemos llamado varias veces por
si acaso hubiera alguien. Estamos cambiando la cerradura.
-
¿Cómo? Pero sí yo no he
solicitado nada.
-
¡No claro! Usted ya nos
imaginamos que no. Es cosa del banco.
-
¿Del banco? ¿Qué banco?
¿Por qué? No entiendo nada.
-
Lo hacemos
continuamente, la gente no paga la hipoteca, el banco procede al desahucio por
impago y nos llama a nosotros para cambiar cerraduras y evitar que vuelvan a
entrar en la casa.
-
Pero si yo no tengo
ningún problema con el banco, he pagado todas mis cuotas, a su debido momento
¡Esto es de locos!
A todo esto y viendo el cariz de los acontecimientos, los operarios inician unos leves movimientos de retirada.
Ella, desesperada, se ha dejado caer en una silla isabelina, recuerdo de su tía abuela Concepción, tapizada en un preciosos terciopelo verde a juego con el color de la pared.
En el movimiento, su blanco albornoz se abre lo suficiente como para permitir una amplia visión de sus intimidades, lo cual impide la conclusión de la huida por parte de los susodichos, hombres al fin de al cabo.
Armada de valor, con el mentón tembloroso inquiere a sus admiradores para que se den a conocer y le muestren sus credenciales.
Cosa que ellos interpretan mal, empezando a desabrocharse los monos de trabajo.
Aterrorizada, le pide el teléfono de la persona del banco que les ha encargado el cambio de cerradura y les pide que se vayan.
Ellos, mientras le dan una tarjeta, aprovechan la coyuntura, tras la pequeña decepción de no realizar un trabajo bien hecho, y ni cortos ni perezosos recogen sus cosas.
Ella más rehecha y viendo que no corre peligro, les exige que esperen, que va a llamar al banco para inquirir que está pasando.
Los gentiles trabajadores, aprovechan para retirar su cerradura nueva, ya ven que no la van a poder instalar, pero vale la pena recuperarla y reponen la antigua.
A todo esto y viendo el cariz de los acontecimientos, los operarios inician unos leves movimientos de retirada.
Ella, desesperada, se ha dejado caer en una silla isabelina, recuerdo de su tía abuela Concepción, tapizada en un preciosos terciopelo verde a juego con el color de la pared.
En el movimiento, su blanco albornoz se abre lo suficiente como para permitir una amplia visión de sus intimidades, lo cual impide la conclusión de la huida por parte de los susodichos, hombres al fin de al cabo.
Armada de valor, con el mentón tembloroso inquiere a sus admiradores para que se den a conocer y le muestren sus credenciales.
Cosa que ellos interpretan mal, empezando a desabrocharse los monos de trabajo.
Aterrorizada, le pide el teléfono de la persona del banco que les ha encargado el cambio de cerradura y les pide que se vayan.
Ellos, mientras le dan una tarjeta, aprovechan la coyuntura, tras la pequeña decepción de no realizar un trabajo bien hecho, y ni cortos ni perezosos recogen sus cosas.
Ella más rehecha y viendo que no corre peligro, les exige que esperen, que va a llamar al banco para inquirir que está pasando.
Los gentiles trabajadores, aprovechan para retirar su cerradura nueva, ya ven que no la van a poder instalar, pero vale la pena recuperarla y reponen la antigua.
-
Banco San Pancracio ¡Dígame!
En que puedo ayudarle. (En aras de un buen servicio procedemos a grabar la
conversación)
-
¡Hola! Tengo unos
operarios suyos cambiando la cerradura de mi casa. (Dicho a grito pelado)
-
¡Cálmese señora! Por
favor. No entiendo que quiere decirme.
-
Que se han presentado
unos cerrajeros mientras estaba duchándome, a cambiar la cerradura de ¡MI CASA!
-
Perdone señora, pero
eso no es posible, nosotros no procedemos de esa manera, tiene que estar
autorizado legalmente.
-
¡Seguro! Pero qué aquí
están y yo no he devuelto ninguna cuota.
-
Un momento, compruebo
que está pasando y la llamamos en breve.
Mientras, se queda atónita contemplando cómo le han dejado la puerta, sucia de grasa, con una cerradura a medio montar y unos mirones que han desaparecido en el transcurso de su conversación.
Tras cerrar la puerta de malas maneras y poner el seguro que precisamente le puso Mario, para que no tuviera ningún percance, Elena se dirige a la cocina donde se toma un díazepán de 5mg.
Se dirige a la sala y se deja caer cuan larga es en el sofá, temblando de angustia, mientras unas lágrimas le corren el rímel afeando su cara.
Por inercia pone la tele y se queda embobada, mirando una película de esas antiguas, piensa en llamar a la policía, pero se va quedando traspuesta.
Es viernes y trece, parece que no es un buen día.
Mientras, se queda atónita contemplando cómo le han dejado la puerta, sucia de grasa, con una cerradura a medio montar y unos mirones que han desaparecido en el transcurso de su conversación.
Tras cerrar la puerta de malas maneras y poner el seguro que precisamente le puso Mario, para que no tuviera ningún percance, Elena se dirige a la cocina donde se toma un díazepán de 5mg.
Se dirige a la sala y se deja caer cuan larga es en el sofá, temblando de angustia, mientras unas lágrimas le corren el rímel afeando su cara.
Por inercia pone la tele y se queda embobada, mirando una película de esas antiguas, piensa en llamar a la policía, pero se va quedando traspuesta.
Es viernes y trece, parece que no es un buen día.
Te imaginas? Qué angustia verte en la calle por dios!
ResponderEliminarEchaba de menos tus relatos de suspense: se te dan muy bien
Besitos
Lo de verme en la calle ...lo estoy empezando a asimilar. :)
EliminarMuchas gracias, sacaré mi vena terrorífica.
Besitos.
Divertido e imaginativo relato, magníficamente narrado con tus características gotas de sentido del humor. Lo malo es cuando —sin ser viernes 13 ni nada— suceden acontecimientos reales que superan en retorcimiento a los imaginados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Supongo que la realidad supera a la ficción en mucho. Si es viernes y trece, ya ni te digo.
EliminarUn abrazo.
Hay días negros que mejor olvidar.
ResponderEliminarBesos.
Lo mejor es pasar página.
EliminarBesos.
En verdad fue un negro martes y 13.
ResponderEliminarMe encantó tu intrigante relato.
Feliz Día del Libro.
Besos enormes.
Sí, un tanto sorpresivo.
EliminarMuchas gracias.
Con retraso pero feliz también para ti.
Enormes besos.
jajaja, pobre mujer. Me encantó, pero vaya susto. Y Mario ahí esperándola. Qué cosas las de los vermes y trece
ResponderEliminarUn beso
En los viernes y trece puede pasar cualquier cosa, en el resto de días, de todo. :)
EliminarUn beso.
Hola Alfred si ya lo dice el dicho mates y 13 o viernes y 13 , ni te cases ni te embarques , pobre mujer un día para olvidar , me a gustado mucho tu relato te deseo una feliz semana ,besos de flor.
ResponderEliminarLos dichos no engañan, hay que estar al quite.
EliminarMuchas gracias.
Feliz semana.
Besos Flor.
Exclente historia donde se luce un viernes trece, siempre hay días malos, de suspense, inriga, desenlaces...de todo.
ResponderEliminarUn placer leerte Alfred, me ha gustado este relato.
Feliz semana.
Un beso
Muchas gracias Carmen, siempre hay de todo.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Feliz semana.
Un beso.
Hola Alfred, caray menudo susto y mal trago pasa la pobre, aunque eso no hace falta que sea viernes y trece:), buen relato ya que nos tienes en vilo hasta el final.
ResponderEliminarBesos.
Hola Piruja, sí es un buen susto, no hace falta que sea viernes y trece. Pero es cuando pasan estas cosas. ¿Oh no?
EliminarBesos.
Mezcla de angustia, con toques erótico-festivos, con impotencia...
ResponderEliminarEn este caso era un error, pero cuántos ha habido y sigue habiendo que no lo son y la angustia dura más de un rato.
Besines.
Un poco de todo, para aderezar la cosa...
Eliminar¿Estas sesgura de qué era un error? Podían ser unos okupas intentando hacerse con una vivienda.
Besines.
Hola Alfred!
ResponderEliminarDistraída historia con tintes eróticos. Su principal virtud es que si tenías preocupaciones, dejas de tenerlas, la historia las absorbe.
Hola Enric!
EliminarLos tintes son gentileza del autor, para hacer el caso más ameno. :)
Eso está bien.
Es una historia real como la vida misma, y en ella se da todo eso y más.
ResponderEliminarUn abrazo Julio.
Me has dejado pasmá, esto no lo supera ni el mismo Ibáñez Serrador, con sus geniales: "Historias para no dormir", jaaaaaaaa ¡Aggggmmmmbn!
ResponderEliminarUn beso.
Jajaja!!!!Qué exagerá...
EliminarUn beso.
Bueno, al menos no le pasó nada malo a ella...
ResponderEliminarSaludos.
Parece ser que no...
EliminarSaludos.
Yo en paño menor sin albornoz jaja los hubiera agarrado a sillazos que aunque sean del banco y educados no ando entablando dialogo
ResponderEliminarAlbornoz
Me gusta esa palabra
Es que tú eres muy tuya :)))
EliminarMuchas gracias!
Que buen relato Alfred, escrito con todo detalle de lo que le pasa a la protagonista. Me ha mantenido muy expectante hasta el final, y es que hoy día es posible cualquier cosa que uno imagine, aunque no sea viernes y trece, :))).
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo.
Muchas gracias Elda, hoy en día puede pasar de todo.
EliminarUn abrazo.
Como casi todas las historias, imagino parte de realidad y parte de ficción... la refelxión a la que me llevas es como el mundo se llena de gente que hace maldades sin sentirse ni tan siquiera parte de ellas porque "simplemente hacía mi trabajo"...
ResponderEliminarA veces te piden cosas inmorales, otras ilegales y otras terribles, pero, oye, las haces porque si no soy yo será otro y total, son ordenes de arriba...
Qué humanos nos volvemos, la verdad.
Todo el mundo trata de apovecharse del resto, en este caso, intentando apoderase de una vivienda, sin saber si estaba habitada o no. Lo triste es que la excusa que dan es del todo creíble. Lo moral, ilegal, ético, correcto...ya no cuenta mucho.
EliminarVamos a la deshumanización total.
Vaya susto!
ResponderEliminarYa no puede una ni ducharse tranquila...
Besos.
Pues sí!
EliminarBueno, eso parece :)
Besos.
Me mantuvo atrapada hasta el fina, esta visto que aún pagando la hipoteca no estás tranquila en tu casa. El toque sensual que muestras hace mas amena la lectura.
ResponderEliminarMuy bueno Alfred.
Besos
Puri
Ya ves, cualquiera te puede meter un susto morrocotudo, en cualquier momento.
EliminarMuchas gracias.
Besos Puri.
Me hiciste recordar el cuento de Cortázar, en que desconocidos se posesionan de la casa del protagonista. Circunstancias similares, supongo. Elevar a cuento es "sacar la casta". Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo grande. No olvides que tienes una 🌠 en exclusiva.
Que bueno, aunque creo recordar que en el cuento los invasores no aparecen, y los residentes van cediendo habitaciones a medida que los oyen acercarse.
EliminarMuchas gracias!
Un gran abrazo.
Vaya relato Alfred.
ResponderEliminarSi que fue un mal día para la asustada señora, o tal vaez al quedarse traspuesta lo soñó.
Estos días me aventuré a visitar en lo que las fuerzas me lo han permitido y agradecer vuestro cariño y apoyo siempre, pero esta semana no he podido, mis fuerzas flaquean un poco, pero seguiré visitando.
Paso por una mejoría transitoria, con una aceptación de lo que la vida nos depara, aún queda un largo camino que recorrer y convivir con los lobos es lo que queda, por el resto del tiempo, poco a poco llegaré a saludar a todos.
Un abrazo.
Ambar
A saber lo qué le pasó. Tal vez un mal sueño.
EliminarAgradezco ti visita, señal de que vas mejorando, me alegro por ello.
Besos Ambar.
Qué bárbaro Alfred, vaya susto. Le han estropeado la velada.
ResponderEliminarMe has hecho recordar un caso similar, verídico, en el que el propietario casi se encuentra con un cambio de cerradura y sin poder entrar en su casa porque el banco se equivocó de piso. Nadie está seguro ni pagando.
Besos
Siempre se está en todo momento, expuesto a situaciones presuntamente desagradables, el caso que comentas pudiera ser parecido al que propongo o también podrían ser amigos de lo ajeno o unos vulgares okupas.
EliminarLa seguridad al 100% no creo que exista.
Besos.
Hola, Alfred.
ResponderEliminarPaso por aquí por primera vez y me encuentro con un relato de lo más interesante.
No soy supersticiosa, pero es verdad que, cuando se trata de bancos, la mala suerte puede estar asegurada. Ahora tengo miedo por la hipoteca que aún me queda por pagar jaja.
Me quedo por este rincón, con tu permiso.
Un saludo.
Hola, Mrs. Sofia.
EliminarMuchas gracias por la visita y por el grato comentario.
Con los bancos por en medio todo puede pasar :)
Permiso concedido, faltaría más. Verás que hay un poco de todo.
Un saludo.
Alfred, me ha encantado tu relato y me ha entretenido pero estoy preocupada porque no se nada de ti desde hace tres semanas. Espero que estés en algún viaje, boda o bautizo, pero por lo menos pon una señal que sepamos que estás bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro de que te gustara, para eso está :)
EliminarEstoy haciendo una inmersión en la busqueda de vivienda que se está llevando todas mis energías.
Pero estoy bien, gracias por interesarte.
Un abrazo.
Viernes trece, con razón esa absurda pesadilla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es lo que tienen ciertos días con mala fama.
EliminarUn abrazo.
Vaya susto ahora si se acordara de dejar trancado con el psador que coloco el novio no?
ResponderEliminarCariños
Esperemos que sí! :)
EliminarUn abrazo Abu.