Llegas al lugar te bajas del autocar y enseguida tienes frente a ti, una ingente masa de hielo, un frente kilométrico de una altura considerable al que no puedes abarcar en una sola mirada. Tienes que respirar hondo y dedicarle tiempo, mucho tiempo.
En nuestro ir y venir por las pasarelas te acercas te alejas estas más alto estás a su altura y siempre con la cara de asombro puesta. Cada cierto tiempo un estruendo te avisa de un derrumbe, una parte de hielo se desgaja del frente del glacial y provoca una cascada espectacular de trozos a blancos que se zambullen en el agua, provocando según su tamaño un oleaje que llega a los pies de la Península Magallanes.
Las exclamaciones ante tales hechos las escuchas en todos los idiomas posibles , incluido del coreano de unos tipejos infectos que tengo a mal recordar, reencontrados ante la pureza de un hielo milenario, dando pie a una especie de sacrilegio gente así tendría que tener prohibido pasearse en público y en privado.
Después de haberme dejado llevar por cierta indignación pituitaria, sigo contando con la placidez de estar ante un espectáculo natural tan impresionante, qué hace que apenas percibas el paso del tiempo.
Es una sensación curiosa, venimos de una sociedad apremiante ante el concepto tiempo y su aprovechamiento y de golpe te encuentras ante un espectáculo hecho a base de miles de años, con un movimiento imperceptible de cuatro metros año, con una cadencia muy lenta en la que se van produciendo los llamados derrumbes, cuando van cayendo trozos de hielo de las paredes, provocando un pequeño alud sobre las frías y plácidas aguas del lago. Momentos en los que se disparan todas las cámaras con frenesí para captar algo lento y caro de ver. Somos cómo críos ante un espectáculo repetitivo pero siempre diferente.
Cuando llega la hora de recogida te subes al autocar con una cara beatífica en el rostro quemado por el sol y con una sensación de haber visto algo único que a ningún ser humano se le hubiera ocurrido.
Cuando llega la hora de recogida te subes al autocar con una cara beatífica en el rostro quemado por el sol y con una sensación de haber visto algo único que a ningún ser humano se le hubiera ocurrido.
Las fotos, preciosas. Es impresionante y más lo tiene que ser, estando de cuerpo presente.
ResponderEliminarEl saludo de un alucinado.
Es una de esas cosas que hay que ver en vivo y en directo :)
EliminarUn saludo viajero.
impone saber qué tan pequeños somos ante la naturaleza. Fotos espectaculares
ResponderEliminarUn beso
Somos como pulguitas saltarinas amaestradas para hacer fotos :)
EliminarUn beso.
No hay imaginación como la de la Naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando menos la toquemos mejor.
EliminarUn abrazo viajero.
Chapeau!!!
ResponderEliminarRespondo con una inclinación de cabeza.
EliminarSin palabras....Una maravilla...
ResponderEliminarBesos Alfred! :)
La verdad es que te quedas bastante "bocabadat" ;)
EliminarBesos Sofya!
es uno de los lugares que tengo ganas de visitar.
ResponderEliminarsaludos
A la que te sea posible hazlo. Vale la pena. :)
EliminarSaludos.
Impresionantes las imágenes y con tu texto me has hecho llegar hasta aquel lugar.
ResponderEliminarUn beso.
Es un lugar impresiónante, me gustaría haber hecho justicia con mis palabras.
EliminarUn beso.
Me salia otra entrada desde mi blog pero aquí no la veo.
ResponderEliminarPuede ser un borrador de otro post, este trasto que llevó en el viaje no lo controló mucho y hace lo que quiere. ;)
EliminarPor lo que veo me he perdido tus relatos sobre un viaje, parece ser una maravilla por lo que cuentas en esta entrada.
ResponderEliminarEncantadora tu locuaz forma de relatarlo con la que he disfrutado de las bellas imágenes que vas pintando con tus letras y las fotografías.
Un placer pasar por aquí.
Un abrazo.
Gracias! Están tan maravilloso lo que voy viendo que tengo una necesidad vital de manifestarlo por escrito.
ResponderEliminarUn abrazo!