FELIZ AÑO NUEVO



                                                                                                     Canzonette a tre voici (Monteverdi)
  
                     

                      Foto de I.C.C.


                    ¡Feliz Año Nuevo!


Quiero desearos a todos, tanto a los que en algún momento de vuestra existencia habéis recalado por aquí, ni que sea a veces, sin saber muy bien porque, como a los masoquistas  más acostumbrados a leerme.

  Y ya no digo a los seguidores más o menos fieles que me vienen soportando estoicamente a lo largo del tiempo, e incluso suelen comentar y todo.

A todos os agradezco vuestra lectura, que hace que este blog, sea una cosa viva, renovándose continuamente gracias a vuestra presencia.

Con todos mis mejores deseos para este 2018 que viene.

CONTROL 11 bis


¡Ahí! ¡Sí ahí mismo! A la izquierda, donde empieza el muro, estaba nuestro puesto de control, el 11 bis. (Fotos colección del autor)



De cómo fue mi primera participación activa en las 24 horas motociclistas de Montjuïc, allá por la prehistoria…

…estábamos en tierra de frontera, en un control que nadie sabía que pintaba allí en medio, los miembros de otros puestos vecinos nos miraron con la cara de desdén, propia hacia los novatos.

Nosotros imperturbables, nos limitamos a montar la tienda de campaña adjudicada y poner, todas las cosas para contingencias varias, en orden.

La carrera se iba desarrollando con la tranquilidad monótona de ir viendo pasar las horas y notar cómo sus participantes iban disminuyendo.

Estábamos encantados de poderlos ver en primera línea y sin pagar, bueno eso ya lo habíamos conseguido antes también, pero esta vez íbamos de legales.

Pero es lo que tienen las carreras de resistencia, que algunas máquinas no  resisten y ceden, y otras veces es el factor humano; el cansancio hace mella en alguno de los pilotos, y esa fracción de segundo en frenar o trazar, es fatal y  puede conllevar el accidente.

Para eso estábamos nosotros, bueno, me refiero a los controles de pista normales, lo nuestro era una circunstancia especial. El control 11 bis. Lo cual la indicaba que éramos un añadido, de última hora, (lo que se dice una improvisación, vaya), entre dos controles de verdad. El del Ángulo  y el de la Rosaleda, donde esa especie de falsa curva, que ya tomaban bastante despacio, al salir del ángulo y antes de frenar para la siguiente, allí nos pusieron.

¡Allí! Pero justo allí donde nadie esperaba que pasara nada, en una zona entre dos curva lentas, tuvo que ocurrírsele a alguien caerse y no solo eso, sino poner la pista perdida, derramando gasolina del depósito, que al ser de dos tiempos implicaba aceite en pista, añadido al del cárter, también depositado cual fina capa deslizante por el asfalto.

Nos faltaron pies para correr y manos para indicar el problema  a los participantes. Como jabatos noveles en esas líderes, desplegamos un abanico de banderas amarillas, para indicar la peligrosidad del lugar, (por aquel tiempo el color amarillo estaba bien visto por las autoridades, competentes por supuesto) avisando de máquina accidentada en pista, con piloto aturdido en el margen, por suerte sin consecuencias graves, aparte del orgullo herido y esas cosas. pero con el asfalto en mal estado.

Y lo más importante, mi presencia en la pista ondeando la bandera que mejor nos representaba y en aquella ocasión totalmente obligada, la de aceite por la zona de la trazada.

Protagonistas del momento, como toreros ante el peligro, así nos mostrábamos a las hordas de bestias que acometían la curva temerosos con lo que se iban a encontrar, ya avisados por el anterior control de que la cosa estaba chunga.

Mientras desesperados, mis compañeros echaban  sepiolita a discreción en la pista, para absorber el fatídico líquido derramado, yo seguía sólo ante el peligro, pensando cómo me había dejado engañar de aquella manera, para ver la  carrera gratis y en primera línea, según nos dijo el amigo que una vez instalados en el control pirata y montada la tienda, desapareció para hacer relaciones públicas y pavonearse con la cinta puesta de controlador total, ese pase para todas las zonas prohibidas, menos la que le correspondía.

Pero eso, a la moza agraciada con aceptar sus graciosa invitación no le iba a importar mucho…

Pero cómo le explicarían a mi madre que hacía yo en medio de una pista con las motos pasándome casi por encima, mientras las toreaba mostrando la bandera para mi cuatribarrada, para los demás la de “peligro: aceite en el asfalto” 
cuando me desengancharan de alguno de aquellos centauros, que apenas me veían, dado lo diminuto de mi tamaño, por mucho trapo mostrado, sólo veían una bandera con patas.(Por suerte tal cosa no aconteció)

La cosa se fue normalizando, mientras una vez retirado los escombros y el asfalto se quedaba limpio tras el sucesivo pase de competidores por el polvo blanquecino que habíamos puesto en la pista.

Aplausos y pitos es lo que nos correspondió a la cuadrilla actuante por parte de los verbeneros espectadores que aquellas horas de la noche, desviaron su mirada de las cervezas para ver el espectáculo ofrecido.

Digamos que superamos el trance con nota. De aquel grupo, unos acabaron corriendo, otros participando en algún equipo y otros de fieles espectadores, pero disfrutando todos un montón de la montaña mágica.

Así varió en los siguientes años, nuestra participación en la carrera de motos más significada e importante, de nuestra querida ciudad preolímpica, digamos de forma sustancial. Pero eso ya lo iré contando…



Barcelona, 27 Diciembre 2017




Fotos colección del autor





Feliz Navidad


Foto de I.C.C.


Están ateridos, han llegado en un estado lamentable de agotamiento, pero al menos lo han conseguido, otros han quedado como pasto de peces.

Encima hace un frío cuyo helor por sus ropas humedecidas por las olas en el desembarco, les congela literalmente los pies, brazos y pensamientos.

Están tan agotados que apenas saben moverse. A gritos les conducen a un centro de acogida y control, es un decir, dado lo que puede dar de sí, esa construcción improvisada en el muelle.

Se sienten, aunque no lo saben, como ganado en momentos de recuento, antes de ir al matadero.

Entienden poco o nada, pero los gritos y expresiones, suelen hacer efecto para obedecer sin rechistar, nada será peor que lo dejado atrás.

Son una pareja más, entre muchas, que quieren cambiar su situación, esperaban, al estar ella embarazadísima, un trato más favorable, pero de momento no es así.

Sólo obtienen una formularia indiferencia, natural entre los muy bregados en los menesteres de atención a los recién llegados.

La luna, les ha abandonado, tenía el mismo aspecto que la dejada, en su lejana aldea, ahora no saben si les va  tratar igual que entonces.

Eso les produce un cierto desespero, aquí esperaban que su suerte al fin iba a cambiar para bien.

Tienen tanto que ofrecer, sus manos, ya tan curtidas pese a su juventud, están preparadas para dar lo mejor de sí mismas, no le temen al trabajo duro, solo al pasado incierto.

Las cosas se precipitan, será por la angustia, los desvelos pasados, el sentirse en tierra firme, el cansancio acumulado, los ojos de ella expresan el espanto.

La llegada se precipita, sus gritos alertan a la concurrencia, embotada en sus pensamientos y en hacerse con una bebida caliente.

Se la llevan a un cuartucho, un trastero usado para guardar aperos varios, no hay otro lugar con un poco de privacidad, como si a ella le importara dar a conocer a su hijo, con mayor o menor discreción, lo único que quiere: Que nazca bien.

Y sí,  llega, y se hace oír, y ya pide un lugar en el mundo, en este mundo, un rincón para estar, que importa si no estaba previsto para él.

Una voluntaria, mientras lo arropa en sus brazos dice: ¡Ya es Navidad!

Y otra le responde: ¡Pues le pondremos Jesús!

La madre no entiende, el padre asiente si con ello se gana un lugar al sol.

Con mis mejores deseos para una: 

¡Feliz Navidad!



Barcelona, Diciembre 2017


CAMPAÑA



Por Navidad todos a casa
Foto del autor





Otra vez estamos
en campaña.

¡Qué bien!

Y van tropecientas,
para no aclarar nada.

Con lo sencillo
que hubiera sido,
hacer la gran pregunta
de una vez por todas.

Ya vienen, ya se acercan,
con sus trompetas,
allanado el camino
a los testaferros,
elegidos para
glorias efímeras.


Oiremos sin escuchar,
las mismas mentiras,
en otras bocas,
o en las mismas.
que de todo hay,
menos vergüenza.

Es fácil criticar,
pero nos lo ponen
tan bien, tan fácil,
que no podemos
dejar de hacerlo.

Sólo nos queda
desahogarnos,
llorando por los
desastres logrados
a cada nuevo envite.

Mientras,
con criterios diferentes,
para las mismas
supuestas faltas,
se mantienen
a unos dentro
y a otros fuera.

Y así,
con estos mimbres,
acudiremos
prestos y contentos
a la nueva convocatoria.

Pasando previamente
por una campaña
más barriobajera
si cabe.

Para hacer
el mismo cesto
de siempre.



Barcelona, 1 Diciembre 2017