VINÇON, L'ULTIM DÍA



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Vinçon, l’ultim día.
Junio 30, entro en la tienda en su último día abierto al público del mítico establecimiento.
Una pandilla de nostálgicos, deambulamos por sus espacios contemplando apenados como toda la retahíla de objetos de diseño que llenaban sus estanterías están reemplazados por bolsas de papel.
Algún turista accidental se mezcla con la fauna autóctona, con una cara como de asombro, al ver tanto espacio para solo ofrecer bolsas reciclables.





Ya no dejan acceder al piso superior, donde en tiempos estaba el taller del pintor Casas, y que ahora era la sección de muebles y exposiciones.
Los pocos empleados que quedan, se mueven con cara compungida y la mirada perdida, al  tener pocos motivos para fijarla, solo en unas vitrinas, justo al  lado de la entrada, tienen una serie de objetos destinados para el museo de la ciudad.





Recuerdo, con cierta nostalgia, lo que fue el establecimiento, en sus inicios como faro que indicaba lo más novedoso del diseño, para los hogares burgueses de la ciudad.
Como en las sucesivas visitas al establecimiento, a lo largo de los años, en busca de ese regalo para asombrar, veía como lo iban agrandando, absorbiendo locales adyacentes, permitiendo salir por calles distintas a su famosa entrada en el señorial Paseo de Gracia.
Dada la proximidad al local con respecto a mi residencia, muchas veces pasaba solo para admirar sus mercancías  y asombrarme de sus precios, cada vez sus artículos se me fueron haciendo más caros, para mi modesto bolsillo y a medida que me fui a vivir a otros barrios más alejados, mis visitas se fueron espaciando en el tiempo.
Pero siempre volvía por navidad, era raro que no me pasara al menos una vez al año, en esas fechas tan comerciales, donde cada vez eran más los turistas paseantes  y menos los clientes compradores.




La ley del mercado es implacable, el local tiene un valor mucho más elevado, del que el rendimiento de su actividad actual ofrece.
Ante esa circunstancia, solo queda un ere para los fieles empleados, que pasarán a engrosar las filas del paro, dejando de trabajar en un sitio emblemático y unos dueños que intentaran resarcirse de sus actuales pérdidas, sacando el mejor provecho posible de su inmenso local.




Fruto de la edad, he ido viendo cómo van desapareciendo establecimientos, en su momento emblemático o muy representativo de la pujanza económica y financiera de ciertas firmas de renombre.
Así, a bote pronto, puedo recordar Banca Catalana, Banco Central, Banco Hispano Americano, Unión y el Fénix, Dana, Casa Gimeno, Casa Gratacós, Prats y Fatjo, Gales, Pellicer, La Pinacoteca…y un largo etc.
Pocos, muy pocos locales quedan, con una cierta antigüedad, convirtiendo el paseo en una larga y sucesiva hilera de escaparates, la mayoría de marcas de lujo, las que han de estar donde se precie, aptos para turistas y donde el residente difícilmente se acerca.




Algunos han desaparecido ante la indiferencia general, los bancos no gozan de una excesiva querencia popular, otros han causado una cierta pena, por el cambio de hábitos que muestra y otros son más sonados, por haber sido referentes culturales.
Desde una cierta noche, donde se despidió el emblemático café-bar Terminus, con cantada de Es L’Hora dels adeus incluida, compartida entre clientes y personal del local, allá en los días en que la democracia solo era una quimera buscada por cuatro iluminados, hasta ahora en que es un bien preciado, que todos quieren hacer suya para prostituirla a su antojo.
Han pasado generaciones de ciudadanos y todos tienen sus referentes comerciales, que no tienen por qué ser los mismos, es ley de vida o de mercado, se supone.






SWING






https://youtu.be/xY2dqYHO0U8

SWING

La música invade la plaza, una considerable cantidad de gente, baila desenfrenada en medio del área delimitada por las mesas que forman parte de las terrazas, donde una cantidad menor de personal disfruta viendo a la anterior y se deleita con el sonido.

Parejas de todo tipo, bailan más o menos enlazados, o incluso totalmente sueltos, siguiendo el pegadizo ritmo de la banda.

Siento lástima por los vecinos del lugar, en el caso que en una apacible mañana de verano, pretendían descansar en el silencio de sus casas.

El ritmo lo invade todo y no respeta nada ni a nadie, el elemento femenino es el más vistoso por cantidad y colorido dentro de la masa danzante.

Interrumpo mi ágil caminar de paseante dominguero, para escuchar las sonoras trompetas enalteciendo el compás de las piernas en movimiento.

Me tiemblan las rodillas e involuntariamente mis piernas se mueven, siguiendo al son de la música, me siento un poco ridículo sin saber bien, bien, porque.

Un mediodía festivo donde la danza de unos y el vermut de otros conjugan un mediodía hermoso, por cuanto tiene de fiesta popular al alcance de todos.

La música es una de las artes que más nos hermana, imposible pasar ante una manifestación musical de cualquier tipo, por las calles y plazas de nuestra ajetreada ciudad y no parase a escuchar ni siquiera un momento.

Abandonando la plaza con sus notas, sigo por la soleadas calles, mientras la audición de la música se debilita en mis oídos pero la sigo respirando.


NOCHE DE VERBENA


                                  foto obtenida de internet



Noche de verbena
Era una noche de gran satisfacción para él, no le molestaba en absoluto el ruido que campaba por todas partes con miles de petardos sonando por las calles, teniendo en cuenta lo gruñón que era con los vecinos alborotadores, parecía extraño.
Contemplaba el cielo desde su terraza, admirando las luces multicolores, que pintaban en el cielo los cohetes, cada vez volando más alto.
Las filigranas en el cielo, la noche más corta, se superaban unas a otras, procedentes de ámbitos distintos.
Las fogatas en las intersecciones de las calles más anchas y en las plazas de los barrios, elevaban unas columnas de fuego, purificador según normas establecidas, mientras quemaban los deshechos de las casas, traídos por los críos y no tan críos.
A su lado, poniendo mesas sobre caballetes, los vecinos comparten cocas con champán, algunos se atreven con un pasodoble, sonando en un portátil.
Los señores de los áticos, celebran sus fiestas sin bajar a la calle, son los que hacen castillos de fuegos artificiales, cascadas de chispas, que embelesan a las criaturas pequeñas.
Los más mayores tiran pequeñas piulas, a los pies de las chicas, para verlas saltar y correr con los delicados vestidos veraniegos.
Cuando mayor era la explosión de ruidos incontrolados, mezclados con todo tipo de músicas saliendo de todo tipo de aberturas de las casas, mejor se sentí nuestro hombre el huraño.
Con su viejo rifle de caza, usado hacía ya mucho tiempo en una cacería de elefantes africanos, pensaba ajustar cuentas, con el presidente de la comunidad, que no había dejado poner doble ventana de aluminio, por considerar la finca un bien catalogado, menuda tontería, para unas ventanas que daban al patio, donde tenía que escuchar música popular a todo trapo, puesta por toda suerte de chicas, de procedencias étnicas muy distantes y variadas.
Lo tenía cargado y a punto, solo esperaba que el muy miserable señor presidente asomara su esbelta testuz por el balcón, para hacerle un arreglo perpetuo.
Cuando pasado un tiempo, los inquilinos fueron llegando de sus vacaciones, sin ver al viejo gruñón, preguntaron al conserje, el cual no supo dar razón de él, a pesar de guardarle la correspondencia que ya no cabía en el buzón de diseño, puesto por la última junta, a la que él se negó a colaborar.
Cuando una sobrina, vino a preguntar por el cascarrabias y nadie supo darle respuesta, optaron por llegarse a la comisaría del barrio.

Puestos al corriente, solicitada una autorización para poder entrar en la vivienda, se personaron en la casa, donde el conserje con la llave maestra, el presidente de la muy honrada comunidad, los agentes autorizados y la sobrina en cuestión, entraron en la vivienda, donde en el suelo de la terraza, encontraron un señor con la faz desfigurada, fruto del estallido de una vieja escopeta en la cara,   

NOCHE


                                                                      Foto del autor



Cuántas son las esperanzas rotas
que han regresado en mi larga noche.
Partieron felices  a buscarte
más no hallaron de ti rastro alguno.
Tristes, las recibo sin reproches
sé que hicieron un buen recorrido,
Siempre ilusionadas con las flores
sin ver que las estrellas te guían.
Pues tu camino esta por el cielo
más que en tristes vías terrenales.
Derrotadas en su hermoso empeño

no reprimo  próxima partida.