Tropezón con el Covid

 


Foto A.C.P. 



You Are My Sunshine Toots Thielemans 



Tropezón con el Covid 


A propósito de algo tan cercano a nuestras vidas cotidianas, como es el famoso, desgraciadamente para muchos, protagonista y condicionante personaje bautizado Covid-19. 

Se las prometían la mar de felices, ante un fin de semana largo, el lunes era festivo, iban por la autopista comentando lo mal que lo hacían los otros conductores, cambiando de carril sin poner el intermitente, adelanto a lo bestia sin respetar espacios, no muy abundantes en lo que no dejaba de ser una caravana más o menos rápida, por la afluencia de vehículos, con camiones de diverso tonelaje, presentes en aquella jauría, ávida de abandonar la ciudad lo más rápidamente posible.  

La Costra brava les esperaba, con toda su belleza puesta. No era cuestión de hacerle un feo, por mucho que dijeran, que está vez sí, había serias señales de que la lluvia llegaría, de una vez por todas, en serio. 

Comentando las diversas noticias personales dignas de compartir entre amigos, con breves espacios de silencio cómplice, observando el paisaje, por muy conocido siempre digno de ser contemplado, analizando el cielo para ver esa formación de nubes que hasta ahora nunca han acabado en nada útil. 

En esto uno de los muchos WhatsApp, que se reciben a lo largo del día, llega con una noticia inquietante, El pasajero invitado a pasar el finde, se queda preocupado y lo comunica rápidamente a los compañeros de viaje. 

  • Me acaban de comunicar que en la mesa de la boda en la que estaba, había gente con positivo en covid, me recomiendan que me haga la prueba. 

  • ¡Ostras! No fastidies, esperemos que no tengas nada, no tienes pinta de enfermo. 

  • Bueno, ayer tosí un poco y tenía la nariz embozada. 

  • Pues será cuestión de comprobarlo. 

  • Sí, en cuanto lleguemos me paso por la farmacia. 

  • Hay uno del grupo, que ha comunicado que su mujer y él, se acaban de hacer el test y han dado positivo. 

  • Se ve que se propaga rápido. 

  • No se acaba de ir el maldito virus. 

  • Parece ser que no. 

  • Es menos dañino, pero sigue activo. 

  • Suerte de las vacunas, con algo se tendrán que justificar 

El camino se hace fijado en el monotema del covid, de quién lo ha pasado y quién no, los efectos colaterales de los primeros afectados, lo que representó el confinamiento forzoso y el hecho que de momento no se ha vencido, solo domesticado y será tan recurrente como la gripe de cada invierno. 

Por fin abandonamos la autopista y cogemos la carretera comarcal que nos llevará a nuestro destino. 

Ahora a pesar de las limitaciones de velocidad impuestas, el fluir es algo mejor y el hecho de estar más cerca, tranquiliza un poco, con suerte se llegará a tiempo de encontrar algo abierto. El último tramo se complica un poco, pero nada exagerado. 

Una vez entrados en la población paramos en un súper para aprovisionarnos de un par de cosas imprescindibles. 

Ya fuera, inician la búsqueda de las farmacias, pues por la hora, van pasando de una a otra, viéndolas todas cerradas y sin tan siquiera poder parar cerca para ir a leer si ponen alguna de guardia. 

Se van al hospital, aparcan, pero mal, cerca de urgencias, entran, con el consabido ambiente de gente de todo tipo, cercanos a la muerte por alguna indisposición menor. por suerte siempre van provistos de las mascarillas obligatorias todavía en estos centros. 

Tras un poco de espera, son atendidos para ver que necesitan, informados les comunican que no tienen nada para ellos, no facilitan test y solo lo hacen a los que ingresan por urgencias, con síntomas evidentes de algún problema respiratorio. 

El posible candidato a contagiado, intenta hacerle ver que su estado de salud es preocupante y que su buen semblante es aparente y gracias a llevar la mascarilla puesta. Ni con esas, le hace caso, preguntada sí puede facilitarle la dirección de una farmacia abierta en servicio de guardia, les da instrucciones de dónde hay una y le da un papel con una especie de croquis, con la dirección de la que está esa noche abierta, con los nombres de las calles a recorrer. 

Salen del centro, se suben al coche y se desplazan directos hacia el sitio indicado. El afectado, salta del coche y se va para la farmacia con paso decidido, se queda ante la misma con cara despistada, parece que todas las posibles entradas del establecimiento están cerradas a cal y canto, al final ve una pequeña abertura en uno de los escaparates, con pinta de cajero automático, de esos de los inicios del tema todo de metal y con pinta inexpugnable, tras observarlo detenidamente da con un súper botón, que parece esperar que ponga algo en marcha, suena un timbre capaz de despertar a la chiquillería del edificio que ya debiera estar durmiendo, al cabo de un rato que daría para una oración de esas aprendidas para hacer un huevo duro, se oye una voz de ultratumba, preguntando que desea, puesta al corriente de la solicitud, desaparece tras decir, un momento. 

Aquí el tiempo transcurrido da para un rosario de semana santa al completo. Ante la desesperada espera, nuestro personaje, trata de averiguar qué ocurre dentro mirando por una pequeña rendija, que permite una mirada oriental del interior, dado que has de tener los ojos rasgados para poder ver algo por un sitio tan estrecho. 

En el interior, una señora mayor, se pasea con teléfono pegado a la oreja, mientras se pasea por las estanterías intentando ver algo, que imagina el observador, le están tratando de indicar donde está. 

La cosa le cuesta un rato más, pero la voz acerada necesitada de una gota lubricante, le dice el precio y pregunta sí lo va a pagar en metálico o con tarjeta de crédito. 

Una vez informada, aparece en el trasluz del cristal, un datáfono encendido, ponga la tarjeta ahí, solicita la metálica voz, una vez escuchado el pitido de aceptación, se abren las fauces del dragón y aparece la cajita y el ticket. Tras dar las gracias y las buenas noches, regresa al coche, donde sus ocupantes estaban prácticamente dormidos, tras explicar los prolegómenos ya dichos motivo de la costosa espera, arrancan camino de la casa, con ánimos unos con inquietud otro. 

Ya en la casa, con el equipaje descargado, ya instalado, la víctima anuncia que se va a someter al test de la verdad. 

Una vez hecho y durante la espera del tiempo de reacción, da para la toma de unas cervezas y picar alguna cosa. 

Transcurrido el tiempo adecuado se traslada a comprobar el resultado de la prueba: “positivo” 

Suelta la bomba con cara preocupada, los amigos no se lo creen, es lo que tiene tener fama de bromista, pero esta vez es bien cierto, con esa pinta que tienes no puedes estar mal. 

    -  Gracias, pero he tosido un poco. 

  • Sí, pero eso no es indicativo de nada. 

  • No claro, pero algún síntoma tendré que tener. 

  • Se ve que ahora es muy flojo. 

  • Ya, pero noto el sabor de la cerveza, las aceitunas e incluso las patatas fritas. 

  • Será que está bien. 

  • Será, pero el test dice que no, que estoy contagiado. 

  • Mañana me voy a Barcelona. 

  • No, espera, voy a llamar al chico, para ver que quiere hacer. 

  • No, que le harás quedarse en casa, ya me voy yo. 

  • Bueno, que lo decida él, podemos estar nosotros contaminados, por ir en el coche juntos, ya sabes espacio cerrado y todo eso. 

  • Sí claro 

  • Bueno pues mañana decido. 

  • Ok 

 

La lluvia no acaba de aparecer, cenan hablando sobre el monotema, intentando quitarle importancia, mañana será otro día. 

 

 

Palamós, 30 abril 2023 

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