San Martín de los Andes


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Es una población mucho más recogida y coqueta que San Carlos de Bariloche, aunque comparte las mismas actividades turísticas a menor escala, prácticamente toda la población vive del turismo.




También frente a un hermoso lago, es el final del tramo de carretera que la une a Bariloche, la ruta de los siete lagos, a cual más hermoso, aunque suene cursi decirlo así. Son el lago Espejo, Correntoso, Traful, Vilariño, Falkner, Machónico, Lacar. Curiosamente durante toda la primera parte del recorrido se va bordeando el Manuel Huapi, pero ese es tan grande que ni lo cuentan.




El recorrido desde unos doscientos km.  aproximadamente, por el interior del parque nacional Nahuel Huapi, nombre del lago que acoge a Bariloche, se hace en su totalidad por una carretera asfaltada, es una vía nacional, de forma cómoda y pudiendo parar en un gran número de miradores para poder sacar fotos y poner cara de satisfacción.



Evidentemente no tiene nada de aventurero, ni de descubrimiento en las tierras del sur, es una ruta invadida por una hilera de hormigas con las cámaras al hombro.



Hay algunos coches particulares pero la mayoría son microbuses para unas dieciséis personas y pocos autocares de mayor tamaño, no creó que sea una ruta cómoda para ellos.


En estos pequeños buses la relación es más cercana, por la complicidad que representa tratar de solidarizarse, contra la invasión auditiva de la persona encargada de aleccionarnos sobre la formación, tamaño, nombre, cacterística particulares y encima hacer alguna supuesta broma sobre el conductor o sobre si misma. Un poema de sugerente combinación para evadirse escuchando música o abstrayéndose totalmente con el paisaje, que si es realmente subyugante.




Los lagos van sucediéndose uno tras otro entre montañas, bosques, ríos, caminos, haciendas y demás ofertas incluidas en el paisaje, como algún camping, hostería, o local de refrigerio.


No había visto tal cantidad de agua disponible por metro cuadrado en ningún otro sitio, pero tampoco he viajado mucho, así que aquí lo dejó, hay mucha agua.


Pronto abandonaremos Argentina para adentrarnos en tierras xilenas, veremos que nos deparan, aunque tuvimos un adelanto en Punta Arenas y no podemos quejarnos.


San Carlos de Bariloche, Enero 2016.

BA (Primera impresión)



BA
Con sus grandes avenidas, sus plazas arboladas, en las que se rinde homenaje a los prohombres de la nación, su fluir urbano que sólo decrece al atardecer, cuando cierran los comercios, llenándose las terrazas para tomar una cerveza con los amigos, Buenos Aires se nos muestra como una capital inquieta y viva.



Es una ciudad linda para pasear, sus calles algo sucias y destartaladas están llenas de gente, los que caminan presurosos en busca de resolver algún quehacer diario, los que, quietos, vociferan una letanía inacabable... Cambio, cambio, cambio, cambio...
Otros se limitan a ofrecer sus mercancías de lo más variopinto, todos ellos contemplados con total indiferencia por la policía local, lo cual hace suponer que todo es correcto.


Muestran un respeto por la cultura escrita, que se manifiesta por las diversas librerías ubicadas por la ciudad, entre las que destaca por su curiosa ubicación, el mascarón de proa de una cadena, que desarrolla su actividad en lo que fue un teatro, otra forma de rendir tributo a la palabra, en ese caso hablada.

Una cosa importante de mencionar, es el hecho que sólo he tenido que mirar el suelo por precaución ante los innumerables huecos descarnados en las aceras, donde han desaparecido el embaldosado, pero para casi nada por un recuerdo de los canes, tan habitual a la orilla de otro mar.

Los camareros  están totalmente homologados con los estándares de la madre patria, indiferentes en todo momento a las necesidades del posible cliente que, deshidratado por una larga caminata urbana, suplica con esmero por una fresca cerveza Patagónia. Hay que decir en su defensa que cuando se consigue el objetivo, su grado de frescor es inmejorable.



Sus avenidas son de unas dimensiones considerables y un denso tráfico muestra la pujanza de una ciudad inquieta que acoge a una cantidad de habitantes muy considerable y algunos turistas asombrados por la esplendidez de sus dimensiones.
Por cuestiones puramente de emotividad personal, no he podido dejar de ver la capilla de la catedral, donde se rinde homenaje a los restos del que fue libertador de la nación, independizando el país de los lazos de dependencia con la corona borbónica.

Ante su entrada un par de soldados de plomo, convenientemente equipados a la usanza de la época, muestran impasibles que estamos ante la tumba de un grande.
La población autóctona es de lo más amable, dispuesta a echarte una mano en cuando lo solícitas, incluso se prestan a llevarte las cosas personales cómo la cartera, pero he de decir que en mi caso no he llegado a ver tanta amabilidad.


Pero son cosas comunes en todas las grandes ciudades, e incluso en la mía de origen, con sus palmeras, papagayos y ramblas, las correrías están al orden del día.

La tía Aya





                                                                           Foto del autor



Mamá siempre nos recordaba que la tía Aya era un ser especial y, teníamos que molestarla poco con nuestras reservas, aunque la verdad es que era muy cariñosa con nosotros, los pequeños de la familia, contándonos muchos cuentos.

Era la hermana de la abuela y siempre había vivido en la casa, era como si formara parte del mobiliario, no se había casado con su novio  de toda la vida, Tomás el hijo del panadero, porque una bala perdida acabó con él, justo el día del armisticio, fue una cosa de mala suerte, siempre lo decían en la familia, Aya no tiene suerte. La cuestión es que perdió al novio y las ganas de tener otro, pues nunca más estuvo con otro hombre.

Era una persona muy singular, diestra y espabilada para valerse por sí misma, pero a la vez incapaz de iniciar el vuelo de la vida. Por eso se quedó en la casa de sus padres que luego fue la nuestra.

Ya decía la abuela que vino al mundo sin nadie esperándola, se presentó una tarde de verano, cuando el calor apretaba y estaban todos sesteando, así que ella misma nada más llegar se fue para la cocina y se preparó un biberón, luego se acurrucó junto a su madre a esperar que se despertara.

Nunca molestaba a nadie por nada, se limitaba a mirar con esa cara curiosa a que le dirigieran la palabra para poder hablar entonces de lo que pudiera necesitar o desear, lo cual no era mucho sólo lo más básico.

La abuela no la dejaba trastear mucho por la cocina, pues ella se limitaba para preparar un plato, a juntar todo lo que le gustaba, haciendo unas composiciones muy extrañas, como juntar frijoles con chocolate y espuma de nata, ensaladas con azúcar, mayonesa, lechuga todas los aderezos posibles, albahaca, orégano, romaní y, yo que sé de la cantidad de cosas que podía pillar. Y eso no es que lo hiciera de cría, si no que fue su costumbre de por vida.

Solía estar mucho tiempo sola en su cuarto, cosiendo esa especie de edredones a cachos,  juntando todo tipo de telas, formando dibujos abstractos la mar de lindos cuando conseguías sobreponerte a su impacto cromático.

Incluso de joven, cuando el abuelo le consiguió un empleo en casa del notario don Rafael, pues decían que se le daban bien las letras, no duró mucho allí, ya que solía confundir los legajos y mezclar los testamentos con las escrituras de bienes y raíces  y otras cosas parecidas, que alteraron en mucho el buen funcionamiento de la notaría, pero ella siempre sonreía con lo cual nadie se enfadaba.

Así fueron pasando los años y cuando llegamos nosotros, ella ya era muy mayor pero sonreía igual, tenía mucho cariño por los niños y los animales, creo que nos ponía en el mismo sacó de valores, incluso a veces nos daba los restos de comida para los perros a nosotros  y el pan con chocolate de nuestra merienda se lo daba a ellos.

Así fue pasando el tiempo, hasta que un día se nos fue, tal como había venido, sin hacer ruido ni molestar, la abuela y mamá lloraron un poco cuando se dieron cuenta, al cabo de tres días que no salía de su cuarto.

A partir de entonces la casa se volvió un poco más aburrida, faltaba ese alguien que le daba color a la casa explicandonos historias fantásticas que nos hacían pasar noches en vela mirando bajo la cama y espiando tras las cortinas.

El balcón de su cuarto ya no tiene pájaros, esos que iban a picotear las migas que les dejaba y le cantaban un rato, estuvieron unos días llamándola con sus trinos hasta que se cansaron de verlo siempre cerrado.

Ahora soy yo el que explica cosas, pero no es lo mismo.






San Carlos de Bariloche, 2016

Bariloche


San Carlos de Bariloche


Hemos dejado atrás las tierras de los glaciares con el Perito Moreno invadiendo nuestras retinas, es demasiado espléndido para olvidarse de él en poco tiempo. Después de despegar desde el aeropuerto de Calafate, nos quedan 1400 km hasta Bariloche, aquí todas las distancias son enormes, para hacer un poco del país comparado con el nuestro haría rato que estaríamos fuera de campo.




Cuando llegas te sorprende lo grande que es, una ciudad en toda regla, tiene una poblacioón aproximada de ciento cincuenta mil personas, esta llena de movimiento, con mochileros y jadeantes rastreadores de maletas por todas partes.


Y un inmenso lago dominando toda la escena. Toda la ciudad está encarada a él, haciendo del lugar una preciosa vista.




Justo frente al puerto o casi, se erige una iglesia clásica, construida en los años cuarenta que domina la escena en la orilla del súper lago, pues es inmenso con profundidades máximas que rozan los quinientos metros.





Dentro del barullo se está bien, pues todo el mundo va a lo suyo y prepara sus actividades, para no perderse las múltiples posibilidades que ofrece la montaña, (en invierno domina el eski evidentemente) y, que pueden hacerse en estos parajes.




Bariloche, enero 2016.

Perito Moreno




Llegas al lugar te bajas del autocar y enseguida tienes frente a ti, una ingente masa de hielo, un frente kilométrico de una altura considerable al que no puedes abarcar en una sola mirada. Tienes que respirar hondo y dedicarle tiempo, mucho tiempo.

En nuestro ir y venir por las pasarelas te acercas te alejas estas más alto estás a su altura y siempre con la cara de asombro puesta. Cada cierto tiempo un estruendo te avisa de un derrumbe, una parte de hielo se desgaja del frente del glacial y provoca una cascada espectacular de trozos a blancos que se zambullen en el agua, provocando según su tamaño un oleaje que llega a los pies de la Península Magallanes.




Las exclamaciones ante tales hechos las escuchas en todos los idiomas posibles , incluido del coreano de unos tipejos infectos que tengo a mal recordar, reencontrados ante la pureza de un hielo milenario, dando pie a una especie de sacrilegio gente así tendría que tener prohibido pasearse en público y en privado.

Después de haberme dejado llevar por cierta indignación pituitaria, sigo contando con la placidez de estar ante un espectáculo natural tan impresionante, qué hace que apenas percibas el paso del tiempo.


Es una sensación curiosa, venimos de una sociedad apremiante ante el concepto tiempo y su aprovechamiento y de golpe te encuentras ante un espectáculo hecho a base de miles de años, con un movimiento imperceptible de cuatro metros año, con una cadencia muy lenta en la que se van produciendo los llamados derrumbes, cuando van cayendo trozos de hielo de las paredes, provocando un pequeño alud sobre las frías y plácidas aguas del lago. Momentos en los que se disparan todas las cámaras con frenesí para captar algo lento y caro de ver. Somos cómo críos ante un espectáculo repetitivo pero siempre diferente.
Cuando llega la hora de recogida te subes al autocar con una cara beatífica en el rostro quemado por el sol y con una sensación de haber visto algo único que a ningún ser humano se le hubiera ocurrido.


Perdidos en tierra de nadie



Estoy contemplando una preciosa vista de Calafate con sus montañas nevadas al fondo que la convierte en una estampa idílica. El sol va bajando y en oscurecimiento nos muestra una faceta de tonos rojizos en las nubes impresionantes. Tras una atroz jornada de viaje conviene un lugar de descanso con sus buenas vistas y alejado del ajetreo del comercio turístico del centro de la población. Ha sido un día duro.

Por eso la experiencia del cruce de frontera viniendo de Chile es digno de ser contado, en un desplazamiento de no más de tres o cuatro horas, hemos tardado justo el doble. ¡ sí sí ! Justo el doble por trámites aduaneros, sobre todo de entrada en Argentina, la salida de Chile también tiene su qué, pero no hay comparación posible.

Hemos bajado del autocar advertidos que últimamente la cosa iba para largo, todos colocados en fila india, con el pasaporte en la boca, agarrados para aguantar las ráfagas de viento y con el ánimo heroico propio de los viajes.


Entonces hemos empezado a ver que la caseta de atención para trámites de aduana con pinta del far west, era insuficiente para el inmenso público en demanda de entrada.

Sólo dos funcionarios, uno para salidas y otro para entradas al país, mirando la cola de vehículos te haces una idea aproximada del tiempo necesario, pero nunca es una ciencia exacta.



Cuando con los ojos llorosos por el viento, el cuerpo retorcido por las ganas de evacuar la última cerveza patagónica, ves unos letreritos que ponen " por falta de agua y servicio de limpieza, no hay servicio de baños, lo sentimos"
¿Lo sentimos? Las casi trescientas personas acumuladas entre la caseta y los alrededores lo lamentamos mucho más.




El hombre es optimista por naturaleza, al buen tiempo mala cara, al menos podemos charlar entre nosotros y entablar conocimientos múltiples, étnicos, plurinacionales e idiomática mente diferentes y enriquecedores.

Al final hasta te cae bien el iraní de mirada torva, que miraba las chicas con asombro, o el paqui que enseguida se ofreció a montar un badulaque sin hora de cierre, para suministrar alfajores caducados a buen precio.

Incluso los israelíes eran mirados con benevolencia por el resto de público, temeroso del contacto con la carne de cañón, en las iras absurdas.

Los italianos montaban su propia algarabía y se prestaban a mantener el orden de la cola con su vigilancia y protección por un módico precio. Una de sus chicas, aproximadamente rozaba la cincuentena con creces, única con botas con tacones de lucir y con postureo constante en sus pases por la cola, nos mantiene distraídos durante algunos segundos.

Todo ello a los altivos y cultos franceses le ha parecido una grosería inaceptable estando dispuestos a hacer un punto y aparte con el resto. Para la vigilancia ya tienen a sus marselleses y para lucir a la parisinas.

Los argentinos se dedicaban a jugar las cartas y a psicoanalizarse entre ellos, e incluso a leer en voz alta textos de Borges con los ojos cerrados.



A todo esto los pocos japoneses sonreían a todo y parecían muñecos gimnásticos de tanto inclinarse ante todos los que les rodeaban.

Los españoles divididos entre independentistas favorables a la política de Rajoy y despistados nacionalistas en busca de su Buda personal, que andaba fumándose un puro por el caribe.

Un par de coreanos apestosos obligaban a una separación extra en la cola, lo cual la sala no lo permitía en exceso y daba pie a discusiones territoriales.

Una argentina en solidaridad con una chilena en avanzado estado de gestación, se puso a hacer unos peucos para cuando naciera la criatura, la cual no estaba claro que ciudadanía le iba a corresponder y si le iban a dar un pasaporte para entrar.

Mientras transcurría el tiempo, la cola avanzaba tal como nos mostraron que hacían los glaciares. Lenta pero inexorablemente.

Cae la noche y ahora recuerdo que no me podré afeitar, le dejé la maquinilla a un jovencito que se nos hizo un hombre en la espera.

Una vez dentro de la estancia, la cola se convierte en una serpiente retorcida para poder abarcar el máximo con el mínimo espacio, haciendo que de tanto en tanto, en sus lentos movimientos fuéramos saludando a antiguos conocidos y preocupándonos por como les iban las cosas en esta vida.

Un grupo de americanos gringos, con pinta de recién llegados de una convención en Nebraska, parecían desentonar un poco con sus gorras de McD en el país de la carne.

Tardabas en darte cuenta que algunos se habían ido para siempre jamás, que gente que ha sido fundamental en tu formación como ciudadano del mundo ya no estaban, pero sólo se te ocurría gritar un ¡Urra! bien fuerte por ellos.


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Las Torres del Paine




                                                                   Fotos del autor

Un lugar que casi podríamos decir es un lugar sagrado. La naturaleza te envuelve de tal forma que da pie a manifestar cuán poca cosa somos ante ella.



Aquí se encuentran des tranquilos lagos de azuladas aguas, por la aportación de los sedimentos que arrastran los hielos del glaciar, hasta muestras de la bravura de otras saltando entre rocas.

Lagos negros como el fondo de los ojos de una pantera, en los que se refleja el sereno vuelo de un cóndor acechando su alimento.

Serenos trozos de hielo, pequeños témpanos que no llegaran a hundir ningún Titanic, se pasean por el lago Brey para solaz de los turistas embarcados.

El viento azota fuerte en algunas zonas, donde, como por un pasillo de su propiedad, circula de forma impresionante, haciéndonos agarrar fuertes nuestros pies y agachar nuestra testuz ante su paso.

Al entrar en el parque te saludan algunos grupos de guanacos, que entretenidos en su desayuno, saludan un tanto indiferentes a la fama que puedan darle las muchas fotografías de las que son protagonistas.



Para impresionarnos un poco sobre el poder intimidatorio del parque se nos recuerda, tanto en los planos como por los guías, de la existencia de jaguares que aunque sea casi imposible de ver, estar, están.

Es una advertencia digna de tenerse en cuenta para las almas asilvestradas que prefieren adentrarse por el parque a su libre albur, en excursiones por senderos que te conducen a los diversos refugios puestos en sus itinerarios, los cuales pueden recorrerse en unos cinco días. Normalmente, son grupos conducidos por guías conocedores de la mayoría de secretos del parque.




Contemplar las espigadas torres ya es un espectáculo en sí mismo, su singular belleza al destacar como puñales desafiantes ante las nubes del cielo tiene su qué, e imagino el respeto que les mostraron los antiguos pobladores indígenas.



Dada la ingente cantidad de visitantes, sobre todo ahora que estamos en su verano, se hace difícil imaginar y aislarse para poder apreciar tan bello espacio natural, como cuando atraviesas el río en una pequeña pasarela, en la que tienes que hacer turnos, pues solo permiten grupos de seis personas sobre ella y eso hace su cruce algo bastante lento lo cual no deja de ser una anécdota por los muchos que somos deseosos de movernos por tierras reservadas gracias al parque.


En Puerto Natales se centra casi toda la actividad dedicada al parque, de origen ganadero su población se ha volcado en atender a la cada vez más numerosa lista de visitantes.


En sus orígenes, casi todas las tierras de la Patagonia chilena y parte de la argentina, pertenecieron a un consorcio europeo que las explotaba para la cría de ovejas, sacando rentabilidad con su lana y carne para el mercado europeo, pagando poco y en especies a los trabajadores. Más tarde vino una reforma agraria que les obligaba a repartir las tierras entre los residentes, lo cual hizo que desapareciera el enorme latifundio siendo parcelado y dedicado por los colonos a ganadería vacuna más rentable y otros que continuaron con las ovejas, pero con la pérdida del mercado y las devaluaciones, estos últimos fueron desapareciendo.

Puerto Boira ganó importancia en la época de máxima exportación ganadera, es el centro de salida hacia Europa de la carne que aquí se produce como era antaño. Aunque ahora menos. Por eso el turismo les ha venido estupendamente. Hay que reconocer que ello produce unos precios algo exagerados para lo que ofrecen y en el parque no digamos sus limitadas cafeterías, son de temer y solo de uso obligado en caso de emergencia, como la tormenta que nos pilló a nosotros, haciéndonos imposible soportar el agua de lluvia que como alfileres se recreaba en adormecer nuestras caras.





Como nota de carácter culto mencionar la presencia como maestra de la poetisa Gabriel Mistral en el año 1912, estancia en la que escribió el poema Desolación, ante las sensaciones que en aquel tiempo tan duro le inspiraron escribirlo.

Buenos Aires (segunda impresión)

                                                                                Fotos del autor



Una vez regresados de Montevideo, la algarabía callejera de BA se hace más notoria, está claro que en los fines de semana las cosas cambian mucho, al menos de donde venimos.




Buenos Aires te recibe siempre con los brazos abiertos y ganas de pasarlo bien, sus calles son una fiesta continúa, donde es fácil encontrarte con manifestaciones diversas, espectáculos unipersonales supuestamente cirquenses y ofertas de lo más variopintas, todas de cara a captar la atención del visitante.




Instalados esta vez en el barrio de Palermo,  más sofisticado que el de San Telmo, donde el bullicio es más bullanguero y popular, este es un barrio más residencial, con comercios mejor diseñados y al gusto más afín al europeo, al que estamos acostumbrados.





En las calles y plazas las ofertas gastronómicas son más variadas, aúnque predominen evidentemente las ofertas típicas de la cocina del país con su carne como prioridad.

Instalados en un acogedor hostal de pocas habitaciones, muy tranquilo y decorado con sencillez de forma muy agradable, nuestra estancia se nos hizo demasiado corta, pero teníamos que partir hacia Ushuaia.

Nos queda la satisfacción del recorrido pro las hermosas calles y plazas del barrio de Palermo y la vista del campo de polo camino del aeropuerto.

No hemos visto parejas bailando por las plazas,  otro tipo de música se escucha, otro tipo de gente recorre sus calles, aquí no hay nostalgia, están agarrados al presente, buscan futuro.

Acabó de leer en un libro, no precisamente de viajes, la típica cita de " Si coges Madrid y París, los hechas en una coctelera, te sale Buenos Aires" .Con la que no estoy del todo de acuerdo, puedes encontrar las placitas arboladas de Madrid entre las coquetas calles que se cruzan sin ningún tipo de orden y las grandes avenidas con espacios súper amplios totalmente ajardinados, pero no hay ni el señoritismo de una ni la altivez despectiva de la otra.

Aquí hay unos olores diferentes, se respira de otra forma, las ciudades las hacen sus habitantes y en esta se capta otra cosa, hay un aroma que sabes apreciar enseguida.


Nos espera un largo vuelo hacia el sur del país, aquí las distancias son enormes y todas se cuentan por días.

Montevideo

Montevideo

Pleno verano, en un tranquilo domingo, se nos muestra una ciudad sin apenas coches en las calles, ni recorriéndolas ni estacionados, solamente los viejos vehículos, a punto de acabar sus días, se nos muestran en ellas.





Una anciana, apoyada en una escoba, trata de recoger con ella la hojarasca caída de los plataneros, compañeros de viaje en esta vida con los que comparte generación.

Da la sensación de ver un gesto inútil, que cualquier golpe de viento, trastocará su labor dejando el suelo alfombrado nuevamente. 

Pero ella insiste, sigue en su lenta labor de barrer la acera.



Aparte de nuestros ojos curiosos, no hay nadie más para mirar su gesto de respeto por cuidar su ciudad. En las puertas de un comercio cercano, aprovechando que está cerrado, unos hombres duermen en su entrada.

Las calles rectilíneas y totalmente arboladas, crean unos túneles verdosos por los que puedes andar con mejor ánimo ante el calor sofocante propio de la época.




La sensación de soledad en una población importante te desconcierta aún más de lo habitual en estas situaciones. La poca gente con las que nos hemos cruzado, aparte de un par de borrachos, ante los que hemos preferido cambiar de lado en la calle, han sido contemporáneos de la fantástica barrendera.

En el centro histórico la afluencia era mayor, no mucho más, pero sí lo suficiente para dejar de pensar en una ciudad encantada.

En la plaza de la Independencia las parejas se arrancan a bailar un tango, agarrados y desafiantes, los mayores arrancan sonrisas de los viandantes, los turistas nos paramos a ver como se mueven al compás cadencioso del acordeón.



Estuvimos recorriendo su frente marino, contemplando los cuatro valientes adentrados en unas aguas chocolateadas.

Un mercado al aire libre, reunía, en su batiburrillo de ofertas, a una muestra variopinta de mirones, paseantes, turistas y despistados.




Subidos al autocar, camino del ferry para cruzar el Río de La Plata, la sensación de desconcierto nos acompaña. 

Está claro que nos hemos perdido algo importante, no hemos sabido captar el espíritu de esta ciudad.


Fotos del autor

Montevideo, enero 2016



USHUAIA

                                                                              Fotos del autor


Ushuaia considerada la ciudad del fin del mundo, la más austral, construida con cierta peovisionalidad, dadas sus características climáticas de probada dureza.

Es una ciudad con la fama de ser la más austral, la que suministra a las bases antárticas, la que tuvo un penal de triste memoria, dadas las difíciles condiciones de vida de los que allí de alojaban, sobre todo los presos.

Construyeron un ferrocarril que evidentemente fue el que más al sur circulaba, para suministrar de materiales a toda las sucesivas obras de ampliación del presidio, lugar en el que aparte de presos dados por irrecuperables, también hubo algún preso de carácter político desagradable para el poder del momento.



Actualmente la cárcel es un museo muy visitado en el que se exponen artículos de los indígenas que fueron encontrados en esa zona, que con medios muy precarios eran capaces de sobrevivir a las duras condiciones del clima, pero no a las enfermedades traídas por los nuevos colonos, que acabaron con ellos de forma fulminante.

También aporta una rica información sobre las diversas expediciones que salieron de sus aguas camino de la gloria exploradora en el sur, en la Antártica y de las técnicas utilizadas junto con el equipamiento que llevaban.



Evidentemente lo que más morbo ofrece es las condiciones de los inquilinos,entre los que se dice estuvo Carlos Gardel, aunque es algo no demostrado, en cualquier caso se muestra información sobre asesinos de muy difícil capacidad de reinserción, aunque los métodos utilizados en esa cárcel no eran los más apropiados para ganarse a nadie para el bien. Sólo ver los grilletes ya asusta.

En plan más de turismo con coartada de conocimiento animal, es recomendable darse una vuelta por el canal de Beagle, donde superando los fuertes vientos y navegando con la diversión añadida de ir dando saltos sobre las olas en un catamarán, pueden acercarte a los islotes donde se dedican a tomar el sol, los chillones cormoranes, los cuales hueles antes de avistarlos.

Mención especial se merecen los enormes lobos marinos, con sus torpes movimientos fuera del agua, que nos obsequiaron con una pelea entre machos por la propiedad de un harén, aunque parecía un espectáculo amañado de cara a la galería, dado el poco interés puesto por el candidato por desbancar a su jefe.

Hicimos broma pensando en un posible acuerdo para montar el número cada vez que pasase un barco con turistas agarrados con una mano a la barandilla y la otra disparando con mejor o peor acierto la cámara. Pero al menos vimos el chapuzón que se ganó el aspirante con los tortazos del rey del cotarro. Las hembras siguieron en sus cosas, hablando de lo cara que estaba la comida del poco caso del gordo macho por atenderlas y como subían los críos de irreverentes.



En la parte final del canal,  embarrancando el navío, para poder estar quietos y sin hacer ruido, sobre la playa que habitan los pingüinos australes o patagónicos, esos seres pequeños y divertidos que otean con su cabeza al aire buscando no se sabe el qué. Apenas miden medio metro y están amontonados de cualquier manera, de tanto alguno se acerca para mirarte de reojo y pegar un chillido, al cual acuden otros compañeros y acaban por sumergirse en el agua.



Estar en la isla de los pingüinos es un espectáculo que vale la pena no creó que a estos les paguen por hacerse los pajarraco con traje de etiqueta, pues son muchos los extras a quien pagar. Entre ellos destacaban como torres despistados y fuera de contexto alguna pareja de sus primos antárticos, que habían querido cambiar de clima o se habían equivocado de manada, son los denominados pingüino rey, una especie que casi dobla en altura a la anterior y tienen un bonito cuello amarillo.



Hay otra especie de tamaño intermedio, los papúes que ignoran a sus congéneres y se pasean como si la cosa no fuera con ellos, son muy pocos pero llamativos, el guía les tenía una cierta predilección.




Una vez cumplido con el requisito de obtener el certificado de navegante austral, en tierra firme y con el cuerpo serrano más reconfortado libre del fuerte viento, es bueno darse un paseo por las cercanías del lago Roca, un lugar situado dentro del parque natural Tierra del Fuego, que sin las inclemencias soportadas en el canal te permite disfrutar de un entorno privilegiado, de una tranquilidad absoluta y donde se halla ubicado el puesto postal más al sur y con un cartero que lo certifica sellándote  el pasaporte por una módica cantidad para confirmarlo.




En fin una estancia de lo más interesante y curiosa, en un lugar que goza de unas condiciones políticas especiales para promover su desarrollo económico, permitiendo el asentamiento de un mayor número de población.




Es una zona con grandes recursos naturales en vías de explotación , aparte de la aportación importante que representa el turismo.