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Mamá siempre nos recordaba que la tía Aya era un ser especial y, teníamos que molestarla poco con nuestras reservas, aunque la verdad es que era muy cariñosa con nosotros, los pequeños de la familia, contándonos muchos cuentos.
Era la hermana de la abuela y siempre había vivido en la casa, era como si formara parte del mobiliario, no se había casado con su novio de toda la vida, Tomás el hijo del panadero, porque una bala perdida acabó con él, justo el día del armisticio, fue una cosa de mala suerte, siempre lo decían en la familia, Aya no tiene suerte. La cuestión es que perdió al novio y las ganas de tener otro, pues nunca más estuvo con otro hombre.
Era una persona muy singular, diestra y espabilada para valerse por sí misma, pero a la vez incapaz de iniciar el vuelo de la vida. Por eso se quedó en la casa de sus padres que luego fue la nuestra.
Ya decía la abuela que vino al mundo sin nadie esperándola, se presentó una tarde de verano, cuando el calor apretaba y estaban todos sesteando, así que ella misma nada más llegar se fue para la cocina y se preparó un biberón, luego se acurrucó junto a su madre a esperar que se despertara.
Nunca molestaba a nadie por nada, se limitaba a mirar con esa cara curiosa a que le dirigieran la palabra para poder hablar entonces de lo que pudiera necesitar o desear, lo cual no era mucho sólo lo más básico.
La abuela no la dejaba trastear mucho por la cocina, pues ella se limitaba para preparar un plato, a juntar todo lo que le gustaba, haciendo unas composiciones muy extrañas, como juntar frijoles con chocolate y espuma de nata, ensaladas con azúcar, mayonesa, lechuga todas los aderezos posibles, albahaca, orégano, romaní y, yo que sé de la cantidad de cosas que podía pillar. Y eso no es que lo hiciera de cría, si no que fue su costumbre de por vida.
Solía estar mucho tiempo sola en su cuarto, cosiendo esa especie de edredones a cachos, juntando todo tipo de telas, formando dibujos abstractos la mar de lindos cuando conseguías sobreponerte a su impacto cromático.
Incluso de joven, cuando el abuelo le consiguió un empleo en casa del notario don Rafael, pues decían que se le daban bien las letras, no duró mucho allí, ya que solía confundir los legajos y mezclar los testamentos con las escrituras de bienes y raíces y otras cosas parecidas, que alteraron en mucho el buen funcionamiento de la notaría, pero ella siempre sonreía con lo cual nadie se enfadaba.
Así fueron pasando los años y cuando llegamos nosotros, ella ya era muy mayor pero sonreía igual, tenía mucho cariño por los niños y los animales, creo que nos ponía en el mismo sacó de valores, incluso a veces nos daba los restos de comida para los perros a nosotros y el pan con chocolate de nuestra merienda se lo daba a ellos.
Así fue pasando el tiempo, hasta que un día se nos fue, tal como había venido, sin hacer ruido ni molestar, la abuela y mamá lloraron un poco cuando se dieron cuenta, al cabo de tres días que no salía de su cuarto.
A partir de entonces la casa se volvió un poco más aburrida, faltaba ese alguien que le daba color a la casa explicandonos historias fantásticas que nos hacían pasar noches en vela mirando bajo la cama y espiando tras las cortinas.
El balcón de su cuarto ya no tiene pájaros, esos que iban a picotear las migas que les dejaba y le cantaban un rato, estuvieron unos días llamándola con sus trinos hasta que se cansaron de verlo siempre cerrado.
Ahora soy yo el que explica cosas, pero no es lo mismo.
San Carlos de Bariloche, 2016
San Carlos de Bariloche, 2016
Qué bonito el relato y qué bien definida la tía Aya. También se hace querer por el lector.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias! Hasta yo le cogí cariño mientras escribía. Es una buena mujer.
EliminarUn abrazo.
Hasta para nacer o morir, hay que ver lo sigilosa que parece esta figura. Me encantó cómo este cuento, con moraleja, te tomó de la mano.
ResponderEliminarNadie pasa desapercibido completamente. Todos dejamos un reguerito de recuerdos o de miguitas de pan para pájaros cantores.
Precioso cuento. Un beso
Cada persona es importante, todas aquella que nos rodean y que a veces no préstamos atención, centrados en nosotros mismos como si fuéramos importantes.
EliminarMuchas gracias!
Un beso.
Con un poco de música sería una canción inolvidable.
ResponderEliminarMuy buen relato, donde se nota un cierto mestizage precoz.
No se me había ocurrido, será cuestión de buscar un músico.
EliminarSerá cosa de estas latitudes.
Me ha encantado Alfred...
ResponderEliminarBesos! :)
Me alegro por ello. Muchas gracias!
EliminarBesos ;)
Estupendo relato..mucha gente se va sin hacer ruido..pero dejan sus estupendas vivencias..un saludo desde murcia.
ResponderEliminarMuchas gracias! Homenaje a esa gente anónima, que está sin pedir nada y se va sin hacer ruido.
EliminarUn saludo desde Bariloche (Argentina)
Entrañable historia de una persona que no pinta nada en esta vida y con poco es feliz o lo parece. A veces te encuentras con algún caso similar.
ResponderEliminarDesde Barcelona, un saludo, turista.
Creo que en muchas familias podemos tener o haber tenido personajes parecidos, o no? Vete a saber.
EliminarUn saludo viajero desde Bariloche.
Todos tenemos una tía como tu protagonista, lo malo es que no le prestamos la suficiente atención, salvo cuando ya no está que es entonces cuando la echamos en falta.
ResponderEliminarUna historia Alfred muy bien narrada,conmueve por lo descriptiva que es toda la situación que vive la tía Aya.
Besos
Puri
Gracias Puro! El mundo está lleno de seres a los que no se les presta ningún caso, eso es lo triste.
EliminarBesos.
Un poco invisible era, No? 3 días muerta ... que horror, con lo buena que era
ResponderEliminarPara que veas Marijose, se fue sin molestar.
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