ARLÉS

                                         Las arenas, (Arlés, Francia). Fotografía del autor.

Paseo mi mirada por las nobles piedras del circo, soporto el mismo sol abrasador, sacudo mis pies para desprender las mismas piedrecillas de mis sandalias. Imagino a un mando romano, antes de arengar a sus tropas.

Cómo los rudos hombres están preparados, expectantes ante lo que les tenga que decir su centurión, cada misión es un riesgo, ya lo saben, pero también una buena fuente de ingresos.

Le seguirán a donde él diga, tiene ganada su confianza, ahora hay que ir con Julio César y, ganarán la apuesta contra Pompeyo apoyado por la ciudad de Marsella.

El majestuoso río pasa manso a mis pies, respiro su humedad para refrescarme. No está para las cuitas de los hombres, sólo cuando se enfada, crece lo suficiente para llevarse un puente mal construido.

Regreso en el tiempo y me encuentro contemplando la plaza, espectacularmente retratada por Vincent van Gogh, con sus vistosas  flores cortejadas por las abejas, como bellas jóvenes intentando captar la admiración de los hombres con su colorida vestimenta.

El mismo sol, produciendo la misma luz, inundándolo todo con una claridad deslumbrante, realzando los colores, haciéndolos más vistosos, produciendo una emoción, que sólo el  gran pintor pudo plasmar.

Grupos de personas, se pasean por esa misma plaza, que hollaron sus pies, donde sus manos trasladaron a un lienzo memorable. Contemplando mil y un recuerdos de sus obras, hechos cómo chucherías para contentar a los salvajes, en su paseo bajo las arcadas.

Por las carreteras de la zona se agradece la sombra acogedora de los suntuosos plataneros que acariciados por la brisa se mueven despidiéndose de nosotros.



                    Foto del autor, placa conmemorativa  V. v. G.

Coccinellas

                                                                  Fotografía tomada de Google



Cada tarde, al declinar el sol en el horizonte, salían fuera, a pasear respirando todos los aromas que atesoraba la tierra y que la frescura de la hora hacía emanar con más intensidad.

Aquel día en concreto el sol desapareció antes, tras unas nubes, grises fuertes y cargadas, que amenazaban con tormenta, la cual se desató, justo cuando estaban llegando cerca del río, en su paseo diario en busca de algo fresco, cómo tras una larga jornada de trabajo.

Llueve, las gotas de agua fría, juegan con mi barba, enriqueciendo su volumen, antes de dejar sitio a sus compañeras que van llegando apresuradas.

Empapan mis ropas, y bajan con prontitud, hacia el suelo donde empujadas entre ellas, forman una corriente, deslizándose, empujando hojas, piedrecillas, insectos y ramas.

A medida que que crece su volumen, su fuerza es mayor, y puede empujar con más fuerza, desafiando lo que pueda impedir su avance.

Quieto, disfruto de las caricias del agua, que en el atardecer bochornoso, calma las primeras calores que anuncian la proximidad del verano.

Los observo en su andar por la tierra, antes polvorienta, luego lodazal y ahora caudal desbocado, que se los lleva por delante, agarrados a una hoja de plátano, cual balsa salvavidas.

Su destino es el río, a no ser que en su viaje tropiecen con una barrera de maleza y queden prendidos en ella como botones coloridos.

Los observo, en su avance hacia un destino previsible, sabiendo qué son solo unas motas de color, en un verde paisaje.

Sólo, en el bosque de mis pasos perdidos, con la espalda mojada, oigo risas de niños, contemplando el correr de agua, donde ponen sus cortezas, cómo barcas para hormigas, camino del mar.

Kobe

Tenía unas manos de oro, siempre se lo decían; ya sus compañeros del equipo de rugby abusaban de él en ese sentido, luego la fama pasó a las animadoras y hermanas de estos, qué aunque fue más divertido, también menos rentable.

Por eso considero normal dedicarse profesionalmente, tras hacer unos cursos previos para obtener una licencia profesional, qué técnicamente no necesitaba.

Cuando le dijeron que los mejores estaban en Japón, se lo tomó a broma, pero una vez confirmada dicha aseveración, se dirigió para allí.

Sus clientas eran tiernas y agradecidas, y le dejaban hacer con total parsimonia, no se estresaban por nada, al principio le pareció raro utilizar sake para los masajes, pero los orientales son muy suyos y había que utilizar su sistema.

Como lo de darles un buen trago de cerveza, entre masaje y masaje, después de sus paseos degustando algo de hierba fresca.

Con tantas sesiones, se encariñaba con ellas, y a la hora de despedirse, aunque solo hubieran intimado unos meses, le salía una lágrima por ellas.

Al final, tuvo que dejarlo, su sensibilidad estaba más acorde con las centroeuropeas veraneantes en la costa nacional, aunque más protestonas, no temía por su futuro, al menos le importaba poco.

15-M

Parece que fue ayer, y ya hace un año; como dice el tópico, el tiempo pasa qué es una barbaridad.
Vuelven a estar, cómo las golondrinas por primavera, los tenderetes en la plaza, ofreciendo en cada uno , diferentes ideas para mejorar el malogrado mundo, víctima de la crisis propiciada por una banca abonada al lucro fácil del ladrillazo especulativo, y una clase política que hizo oídos sordos al sentido común, puso la mano izquierda a recoger lo qué firmaba la derecha y los ojos en blanco, señal de pureza ideológica.
En principio, regresan con una limpieza en sus filas, de los alborotadores, buscavidas, vende patrias, okupas y demás gente, qué se involucra fácilmente en los movimientos ciudadanos que generan alta participación reinvindicativa.
El movimiento, fatal palabra para los que tenemos memoria selectiva, surgido a raíz de "Democracia Real Ya, donde se aglutinan los descontentos con la actual vida política tutelada por los partidos.
Agrupa varias plataformas, en su seno se acogen, los qué propician la dación de la vivienda en cancelación de la hipoteca, los stop desahucios, los que están en contra de la privatización de la sanidad, por una enseñanza de calidad pública y gratuita, por la tasa Tobin, en contra de la reforma laboral, etc.etc.etc.
Todo tipo de gente se da cita en la plaza, turistas despistados, estudiantes protestones, jubilados curiosos encantados de poder curiosear, desencantados de la acción política de los profesionales, votantes engañados por el bien del país, reivindicadores de un mundo más justo para todos, y gente corriente buscando la utopía.

Entre buenos amigos


J.P. Renoir (Almuerzo de los Remeros)

Una hilera de árboles a ambos lados de la carretera nos saludan, mecidos por el viento.

A nuestro paso, los caracoles siguen su camino por el margen, ajenos a nuestra llegada a la casa, qué se produce según el horario previsto.

El viento arrecia y  juguetea con la veleta, señalando el camino a las nubes.

Acogidos con cariño, comentamos las incidencias del viaje; no se han producido las previstas incidencias por las protestas ante el agravio comparativo en el tema de los peajes.

Decidimos donde ir a comer, en la amplia variedad de lugares, que se hallan  entre las poblaciones aledañas a poca distancia de la residencia.

Mientras, nos comunicamos con los que faltan, para decirles a donde tienen que dirigirse.

Reencontrados todos en el lugar acordado, constatamos el tiempo que hace que no nos habíamos visto juntos, empezando a ponernos al día de las últimas actividades familiares acontecidas.

Sentados en la mesa, hablando de anécdotas personales y familiares, compartiendo opiniones sobre el acontecer diario, recordándose actuaciones anteriores, comparándolas con las actuales, transcurre una comida en charla ininterrumpida.

En el camino de regreso, serpenteando entre campos de cultivo, observo como la tonalidad verde a madurado, y las amapolas invaden los arcenes.

Una vez regresados y fuera del coche, mientras estiramos las piernas por el jardín, nos reclaman la atención para ver la atareada actividad de las abejas en unos setos llenos a rebosar de unas minúsculas florecillas rojas.

Obsesionadas en su afán recolector, ignoran nuestra presencia, lo cual les agradecemos cordialmente, mirando de no molestarlas.

Sentados en un circulo improvisado, en un rincón del jardín, donde aún luce el sol, aprovechando el calor de los últimos rayos, seguimos las conversaciones interrumpidas, de la sobremesa.

Una hilera de hormigas, en formación de búsqueda y transporte, cruza entre el terrazo del suelo, sin prestar atención a nuestras palabras.

Nos entretenemos con las diversas ocurrencias, puestas por nuestras bocas, que nuestra apariencia de responsabilidad, haría impropias, pero muy divertidas.

Los caracoles siguen con su lento desplazamiento, las hormigas están atareadas, una araña dormita en una esquina de su tela, las abejas se entorpecen en su ir y venir entre las florecillas.

Nosotros reímos.

PASEO

                                                    Foto del autor





Tras el encuentro en el lugar acordado, darse el abrazo y los besos de bienvenida, echarse mutuamente piropos por el estado de salud mostrado en sus caras.

Intercambian opiniones por donde deben dirigir sus pasos, optando por lo más obvio, descender por el gran paseo, una de las avenidas más señoriales de la ciudad, en la cual están todas las marcas que quieren ser algo en el ideario consumista, ya sea el elitista como el populista, conviven en plena armonía sin molestarse.

Iniciado el trayecto, empieza una charla en la que se ponen al día sobre las últimas noticias de sus vidas respectivas, aderezado por anotaciones sobre sus diferentes experiencias relacionadas  con el tradicional Paseo.

Los locales amplios y lujosos, anteriormente ocupados por entidades bancarias y centros corporativos de las principales empresas del país, han dado paso a centros de moda, instalaciones de cadenas gastronómicas, tiendas de lujo y joyerías no menos exclusivas, visitadas por turistas sin presupuesto cerrado.

Su charla no decae en ningún momento, y en situaciones de punto muerto sacan a relucir algún trapicheo del político de turno, para reanudar sin problemas hasta iniciar un nuevo tema.
La avenida está en pleno apogeo, es difícil caminar en ella, estamos en fecha de puente laboral, y los conservan su puesto de trabajo bien remunerado, circulan por las tiendas viendo lo último para ponerse en la temporada estival qué se avecina.

A medida que descendemos, el tránsito humano se va espesando, vemos las largas colas para entrar en edificios emblemáticos, que son enseñados cómo obras de arte en sí mismos. Sin la vida interior para la que fueron construidos.

En ocasiones nos vemos separados por el gentío en sentido ascendente, para las autoridades municipales, en una muestra del éxito turístico, del reclamo bien hecho por ellos atrayendo público. Para los centros comerciales un problema de control ante tanta avalancha que solo suele mirar y toquetear las mercancías.

Los bares y restaurantes, perdieron su inicial actividad, para reconvertirse en centros de acogida para descanso de masas con derecho a consumición, sin preguntar por su composición y menos por el precio.

Entramos en alguna tienda, para lo cual solo has de dejarte llevar, y tras observar, comparar y cotejar, salimos con alguna adquisición.

Ya con bolsas, nos sentimos más copartícipes de la energía que envuelve a los paseantes, parece que nos incorporamos a la corriente humana con más derechos.

Esta se incrementa por momentos hasta llegar a la gran plaza, centro grácil de la urbe, donde gracias a su amplitud te permite un respiro vital.

Otros centros comerciales nos acogen para intentar exprimir nuestro deseo de realización personal, uno de ellos con la coartada cultural, música, películas, ordenadores, tabletas, incluso libros.

Con uno bajo el brazo nos incorporamos al río humano que desciende por la rambla, esquivando trileros, estatuas humanas, puestos de avituallamiento rápido y un sinfín de obstáculos para el paseo sereno y tranquilo.

Llegamos a una de las antiguas calles comerciales que nos lleva al centro de decisiones, tanto de la ciudad cómo del país.

En uno de sus locales, nos aprovisionamos de unas galletas excelentes, hechas al estilo tradicional del norte del país vecino, de mantequilla y con rellenos de fruta o chocolate, estupendas para la dieta.

Cuando llegamos a la plaza, donde están las oficinas del tramado administrativo del municipio, nos embelesamos con la extraordinaria escultura, puesta por el excelentísimo ayuntamiento, para disfrute de nuestros ojos, achicados por tanta magnificencia, en recuerdo de una tradición secular, de subirse unos encima de otros para llegar al balcón de las autoridades.

Pasamos de la plaza chica a la más noble, centro político de la nación sin estado, estado sin nación, donde sorteando los grupos de aficionados al abucheo, en espera del político destacado del día, para reírle las gracias.

En una de sus esquinas, superando el paso del tiempo, con la dignidad del trabajo bien hecho, nos espera un tradicional local, cuyos bocadillos, han hecho las delicias de miles de ciudadanos anónimos.

Acabado el trayecto, retornamos a la parte anónima de la ciudad, cogiendo un autobús que nos traslade, cansados y satisfechos, hacia las faldas de la montaña que delimitan la gran urbe.