EN UN SUSPIRO


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En un requiebro
me miró el alma.


Desnudo me dejó
de artimañas falsas.


Enfrentado a ella
resollé por mis costuras.


Para así obtener
cien días de gracia.


Pasados los cuales
suspiro por sus enaguas.


Que engalanan mi noche
mi alba, mis horas todas.


No hay luna que me pueda
borrar su cara del alma.


En ella le tengo puesta
por más días compartidos.


Que cien supieron a poco,
mil caerán enseguida.


Pero no para contar
horas o días  estoy.


Qué he venido sólo,
para quererla siempre.


En sus ojos, ninguna nube,
osa enturbiar mi paisaje.



Barcelona, 29 Agosto 2018


FRUCTIDOR




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Teresa estaba harta de los desplantes de su jefe de negociado; a pesar de considerarse super-eficiente, éste no la tenía en cuenta para los ascensos.

Igual no la consideraba atractiva, o quizás demasiado independiente y auto suficiente.

Pues la rumorología o radio macuto para los veteranos, decía que las qué supieron atenderle, tendrían premio.

Ella pasaba de esos temas y en caso de una propuesta fuera de tono, que no llegaba, sabría corresponder como es debido.

Arturo era tímido o se lo hacía, parecía una mosquita muerta, pero tenía uno de los ratios, mejor considerados en el juzgado.

A pesar de la escasez presupuestaria, obtenía una entrega inusual de su personal, había quién decía, con la boca pequeña, que tenía contentas y motivadas a todas sus chicas, bueno a casi todas.

Cada cierto tiempo la favorita había sido promocionada y entonces, las reglas del juego mandan, se buscaba otra.

Ahora tocaba y  era ella o era ella, Teresa no quería continuar ahí y tampoco se podía permitir ir sumando años con aquel sueldo.

Arturo estaba contento con su vida, tenia variedad de chicas para sus devaneos, su vida familiar no corría peligro, pues con el cambio sucesivo, no daba tiempo a las sospechas.

Cuando el lunes entró en el despacho y observó a la veterana y austera Teresa, con un aspecto digamos exuberante, sus pequeñas antenas anti problemas, quedaron bloqueadas y años de resistencia en complicarse la vida con aquella sabelotodo, se hundieron en la miseria.

Teresa estaba radiante, esplendida, hermosa, todo en grado sumo, lo cual le hizo merecedora del mejor trabajo, con buena proyección profesional.

De momento sin insinuaciones por medio, que Teresa esperaba en cualquier momento y Arturo también, pero en distinto orden. Nunca se precipitaba, ni daba un paso en falso.

A veces, a la hora de la salida, se pasaban por un pub con música en directo a tomar unas cervezas, los funcionarios de departamentos diferentes para confraternizar un poco, fuera de los juzgados.

Allí teresa aprovechó para de forma totalmente inocente, hacer ver que había algo con su jefe, pues le ría todas las gracias de forma ostentosa.

Arturo estaba desconcertado y pasó al ataque de forma precipitada y sin chaleco salvavidas; se ofreció a llevarla a su casa, sólo enterarse de que tenía el coche en revisión.

Le soltó el rollo habitual de una vida aburrida, que mantenía las apariencias con su esposa por sus hijos, tres bestias que él hubiera enviado al correccional; que no tenía con quien hablar y su vida era un desastre al sentirse sin amor.

Le extrañó un poco que ella, de natural considerada una mujer fuerte e independiente, le diera la razón de que las parejas se distanciaban cuando a veces las madres sólo se ocupaban de los hijos.

Teresa pensaba para sus adentros que la cosa estaba resultando más fácil de lo que se había planteado. El próximo día se pondría aquella falda con un corte de vértigo.

Y lo hizo, Arturo la siguió al cuarto de fotocopias y sí, sus partes quedaron bien visibles en una fotocopia en tamaño familiar y las bragas de ella también, claro.

A partir de aquella sesión, los encuentros se fueron prodigando, sin ninguna reserva por parte de ella, con lo que la cosa paso de departamento en departamento, a velocidad de la luz.

Fue entonces cuando Arturo vio que la cosa se les escapaba de las manos y empezó a mover sus influencias para prescindir de Teresa, vía ascenso.

Pero este no se producía, las cosas se le complicaban y tenía miedo de que llegaran a su parienta.

Con lo cual cerró todas las vías de contacto con Teresa, haciéndose el loco en cada encuentro fortuito, no se  podía permitir ningún desliz.

Teresa siguió con su plan, dándole un cariz más drástico; desapareció de un día para otro.

Dejó de presentarse en el trabajo y nadie sabía  de ella. Ni amigas ni familiares supieron nada mientras los días pasaban y la cosa pasó a desaparecidos.

Luego,  una vez registrada su casa, se vio que no faltaba nada. Todos sus efectos personales, ropa, maletas, teléfono etc. etc. estaban.

Así se supo que el último ser vivo que había estado con ella, era Arturo, que había muchas conversaciones entre los dos y que curiosamente él tenía un apartamento, del que la familia no sabía nada.

Allí encontraron ropa, objetos de carácter íntimo, las famosas fotocopias y horror, restos de sangre en la ducha.

Las muestras eran de la desaparecida, y además en un peine de la casa de ella, se encontró ADN del calvito Arturo, lo cual ya es mérito.

También encontraron algunos billetes, esta vez en su casa familiar, en una caja de puros que tenía escondida en la librería,  cuya numeración correspondía a una partida decomisada a unos narcotraficantes.

 De cuya custodia se ocupaba: ¡Arturo claro!

El negaba todo, no confesó nunca tener nada que ver, pero no pudo mostrar una coartada efectiva y su mujer se negó a ninguna ayuda ni a contratar un abogado decente.

Así las cosas, acabó encerrado en prisión preventiva, una situación muy de moda en el tiempo de los hechos, Y ahí sigue.

Su mujer acabó liada con el juez que no tenía ninguna prisa ni en soltarlo ni en juzgarlo.

Teresa goza de buena salud, compartida con un mulato cachas, con unas manos de oro para los masajes, en una de esas islas caribeñas, que no extraditan a nadie con una buena bolsa.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



Barcelona, 16 de Agosto 2018



TERMIDOR




                                Imagen de Internet


                                     Poema ciego



https://youtu.be/mICIUxR7kLo



Tener visión limitada,
es un triste encargo.
en tiempos de holganza.


Medio contemplo
las aspas del ventilador,
intentando juguetear
con restos de mi melena.


Siento esta cuarentena,
como  pernicioso castigo,
cuando obliga tu ausencia.


Intuyo más que veo,
una pantalla mintiendo,
encendida frente a mí.


Las voces son las mismas,
las palabras difieren,
pero siempre quedan esos
mismos engaños a flote.


Avanza el día sin pausa,
aprieta el calor sin descanso,
mis lágrimas fluyen
sin sentimiento alguno.


Escuece el remedio,
para esos ojos enfermos.
para  las miradas tristes
no hay curación posible.


Salgo al fresco matutino,
así no oigo falsedades,
conocidas y celebradas.


Veo en una portería
como sacan un cadáver
 a pasear parece.


Con su gotero puesto,
le sobra silla.
 Lo colocan en la ambulancia,
¿Cuánto más durará su agonía?


Hace mucho calor,
regreso a casa
cargado con fruta,
no digo de 'el tiempo'
hasta eso, nos han quitado.


En casa, sin poder leer,
el peor de los castigos.
para mi posible.


Sólo escuchar música,
me avanza en las horas,
con cierta naturalidad.


Siempre por encima, 
el maestro J. S. Bach, 
 agarraría su fuga,
para salir volando.



Barcelona, tres de agosto 2018