BOLERO




La vida transcurría para ella como en un bolero, con amores y desamores a destiempo, incomprendidos unos, aborrecidos otros, deseados varios, rechazados algunos, el añorado perdido.

Como una colegiala contaba sus pretendientes, mostrándolos como trofeos, haciéndose querer sin entregarse más que lo justo, y no del todo.

Mantenía la llama de la ilusión por algo perdido de antemano, sin esperanza de brotar, aferrándose a un capricho cruel del destino.

Su amante fiel esperaba impasible una oportunidad, que en sus esporádicos encuentros no acababa de surgir, pero en los que cejaba con ímpetu primaveral.

El compañero fiel en las mil batallas que la vida les ofreció, mantenía su puesto vigilante de un corazón que ya no le pertenecía, al cual entregaba en su madurez, el respaldo amistoso.

Pero cómo en buen bolero que se precie, su desdicha estaba en el amor no consumado, aquel por el qué suspiraba en vano.

Mil veces le dijeron y otras tantas olvidó, las fraternales recomendaciones de vivir su vida, la de ella, la que le pertenecía, con toda la pasión y el orgullo herido, olvidar, apagar un fuego que no deja rescoldo.

Plantarse ante el mar de sus días, con todo el tiempo del mundo, ante un sol naciente, espléndido y sonriente.

Para decirse sin engaños, mi vida es mía y sólo la comparto con los que quiero.