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EL Libro Verde
Había conseguido tras hartos esfuerzos hacerse con un ejemplar de un libro que había estado dando mucho que hablar, a pesar de estar fuera de los circuitos comerciales clásicos, porque nadie se aclaraba en que apartado etiquetarlo.
Al final y tras las recomendaciones de gente más avezada en el hecho de leer cosas curiosas, tipo Ulises de Joyce para entendernos, que le dijeron que se relajara y desinhibiera lo más posible antes de ponerse con ella y entrar en materia.
Se ve que no era, a pesar de su apariencia de simple novela de esas para entretenerse en las largas y calurosas tardes de verano, algo fácil de leer sin quedar altamente impresionado y marcado fácilmente hasta la hora de la cena e incluso entre los más sensibles, hasta la hora de meterse en la cama.
Así que, para darse ánimos y fuerzas para el reto, se hizo para acompañar y facilitar su asimilación, con un destilado de esos secos y sin subterfugios que no engañan y muestran la nobleza de las aguas de regiones mucho más al norte de nuestras fronteras, allá donde reinan las brumas y las gaitas.
Él no se veía, pero su cara iba mostrando todos los matices posibles de la sorpresa, el desconcierto, la angustia, el humor negro, el blanco y el rojo, e incluso el costumbrismo inherente a los que los urbanitas consideran que es la vida rural.
Se iba notando que necesitaba ir dando tragos para poder asimilar todo aquel batiburrillo dirigido por una mente aparentemente descerebrada, que estaba claro que no lo debía estar del todo cuando había conseguido ordenar todo aquello gracias a los frailes de vete a saber qué orden.
Cuando por la noche le fueron a darle las buenas noches, pues viéndole tan concentrado en su rincón de lectura, nadie se había atrevido a molestarlo, solo quedaba el libro y una botella con un resto inapreciable de líquido en su interior.
De él nunca más se supo nada.
Barcelona, 30 junio 2022