La guía culta


                                                Imagen obtenida de Internet




El borrador del libro llevaba tiempo en manos del editor, tanto que ya tenía un aspecto de manuscrito antiguo, encontrado en un desván, por un sobrino admirador de sus antepasados, que creía en el grial.

Con tanta cosa por leer, no se decidía con este, el cual al final se quedó en casa sobre la mesita de noche en compañía de otros muchos, en precario equilibrio.

Miraban de no caer, pues el resultado de la acción era ser barridos y acabar en el cubo de la basura, azul por supuesto, en esa casa se reciclaba.

Saludo sin entusiasmo, a sus compañeros de mesita, al fin de al cabo, eran competidores para hacerse un hueco en el mundo editorial, se mantenían las formas pero nada más.

Se fijó en una guía de viajes, parecía mona y simpática, con muchas fotos y citas de buenos restaurantes.

Ella no le prestó mucha atención, tenía aspecto de tocho pesado, de lenta y fatigosa lectura, digestión pesada.

Era consciente de ello, si le hubieran puesto unas tapas coloreadas, unos dibujos, tendría más gancho, pero solo era un borrador, de un escritor nobel, que había puesto todas sus palabras en él.

La contempló una vez más, le hacía gracia su portada, incitando a descubrir paisajes lejanos, donde todo era mucho más bonito.

Se imaginó a la espiral que unía sus páginas, bailando una samba contoneándose, y sonrió para sí mismo.

Esto intrigó a la guía, e hizo que se fijara en aquel mamotreto de hojas apiladas, capaz de sonreír, a saber por qué.

Le dejo caer una palabra de bienvenida, como quien no quiere la cosa, para ver como respondía, ya se habían saludado protocolariamente cuando llegó, pero fueron todos al unísono, y no contaba.

Él no prestó atención, veía como el ser del cual dependía su futuro, se quitaba las gafas, señal inequívoca, de una vez más, se quedaba sin ser leído.

Justo antes de que apagara la luz, se percató de la caricia de una palabra nueva en su título, eso le reconfortó para pasar una noche en la incertidumbre.



Gaudi / Palau Güell


Fachada. (fotos del autor)

El Palau Güell, recientemente restaurado ampliamente, está abierto al público, para poder ser  visitado casi en su totalidad.

A veces es bueno hacer el turista en tu propia ciudad, y disfrutar en un día de asueto, de los edificios emblemáticos de la misma.



Con la cámara en ristre, y la cara de visitante accidental, nos adentramos en este noble edificio, de aspecto serio y formal que esconde una belleza arquitectónica interior que su fachada no refleja.


Es un edificio recuperado para su visita por el publico, después de una azarosa vida en poder de diversos departamentos de carácter oficial, a cual más pernicioso para su estructura y decoración interna, tras ser utilizado poco tiempo para su destino primigenio, vivienda particular de la familia Gúell.



Con un chisme colgado del cuello, dotado de unos auriculares, te van informando de todos los detalles del palacio, mientras recorres sus estancias, por todo el edificio, desde el sótano donde se ubicaban las caballerizas hasta las golfas, sede del servicio. Pasando por las dependencias donde se vivía, se pernoctaba, se recibía, se celebraban festejos, o se despachaban asuntos pecuniarios.

Tiene un algo de castillo medieval, con una sala de visitas, donde estas pueden ser observadas mientras esperan ser recibidas. O una capilla retirada dentro de una especie de estancia armario, para celebraciones
 religiosas, pero que convenientemente recogida, sirve para otras de índole más mundano.



Es una interesante muestra de una vivienda unifamiliar, de una época ya pasada, en la que el mecenas de Gaudi, le dio las pautas de su futura carrera arquitectónica.

Las charlas de ambos personajes, entre estas bellas paredes, debían de tener un carácter insólito, por lo mucho que ambos estaban despegados de las normas al uso, en su entorno social.