MAQUINA DEL TIEMPO








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Máquina del tiempo

La maquina inexorablemente, iba marcando el rito del transcurrir del tiempo, en aquel tranquilo pueblo.
Los lugareños, se fiaban totalmente y escuchaban sus campanas, para ordenar las labores diarias.
La maquina tenaz y sin descanso, generación tras generación, abría y cerraba la jornada, solo los animales parecían indiferentes a su ritmo, fiándose más del sol.

Un viejo sacristán, se encargaba periódicamente de su cuidado, armado con su aceitera, le daba la gota justa de lubricante, para que cada ruedecilla se deslizase con suavidad en su imprescindible función para que el artefacto moviera la maquinaria.

No estaba previsto poder pararla, el tiempo no se atura nunca, su paso metódico no tiene ni pausa ni fin.

Por eso cuando llegó la orden, de atrasar el tiempo en una hora, las autoridades del pueblo, se echaron las manos a la cabeza. ¿Cómo vamos a parar el reloj? Se decían unos a otros, el alcalde, con el secretario del consistorio, con el cura párroco, el médico y el farmacéutico. Don Blás no, que estaba en la capital, donde también tiene casa.

Al maestro no le preguntaban porque era lago rojillo y siempre llevaba la contraria en todo, lo ponía en duda todo y no sabía nada de nada, siempre estaba cuestionándose las cosas, hasta la existencia de Dios ponía en entredicho, el muy sinvergüenza.

Pero la orden era de obligado cumplimiento, provenía de la capital del reino y hacía mención según indicaba el gobernador, de un acuerdo por el que se tendría, a partir de ahora, que tener el horario de Berlín.

Así pues se le dio la orden tajante al pobre Venancio, de atrasar el reloj o pararlo. Este con lágrimas en los ojos, como si sacrificara a un hijo, intentó mover las agujas pero no pudo, optó por bloquear el mecanismo y controlarlo una hora con su viejo aparato de bolsillo, única herencia de su padre, a su fallecimiento.

Cuando pasara la hora, quitó el pasador de madera con el que había obstaculizado la rueda principal, esta no se inmutó.

Siguió quieto parado, sin desplazarse, ni un asomo de vida, la vieja maquinaria se negaba a reemprender su cansado caminar.

El burro del tío Pancracio, se extrañó al ver las manecillas del Reloj sin moverse, pero sus sensaciones eran de volver a la cuadra.

Tancredo bajaba por la calle del torrente, con sus vacas cargadas y listas para ser ordeñadas, cuando vio que aún no era la hora, se rasco la cabeza sin sacarse la boina y sin saber qué hacer, hasta que las mismas vacas le empujaron hacia el corral.

Cuando al cabo de unos días el desbarajuste empezó a ser notable, se convocó una reunión de urgencia en el ayuntamiento, para tomar las medidas pertinentes.

Además había llegado un telegrama, vía motorista de gobernación, donde se conminaba al Excmo. Sr. Alcalde, que si en un plazo de 24 horas, no solucionaba su problema, sería destituido del cargo, enviando a una autoridad para hacerse cargo del municipio.

Asustado el alcalde, al no tener tiempo de arreglar sus asuntos, debido a un pequeño trapicheo con las obras de mejora y ampliación del puente que daba  acceso a la localidad, la primera medida que tomo fue hacer destituir por el párroco, al pobre Venancio, el cual desesperado se ahorcó con la cadenilla de su reloj de bolsillo. (Marca alemana de muy buena calidad).




El maestro fue convocado,  a pesar de las pocas simpatías que despertaba entre las fuerzas vivas del pueblo, pero reconociendo que su aportación como hombre de ciencia y cultura podía ser vital.

Se hizo un bando municipal, en el que se indicaba a la población, que lo tuviera, atrasara su reloj una hora, al cual dio voz por todo el pueblo, Antonio el pregonero.

Pero el reloj seguía parado y la pareja de la guardia civil, se ocupó de trasladar al ex Excmo. Sr. Alcalde, ahora Paco el de casa Amelia, por desobediencia con afán de perjudicar el buen funcionamiento de las órdenes superiores, a los lóbregos calabozos, del cuartelillo.



El párroco fue llamado a capítulo por el obispo de la diócesis, y ya no regreso nunca más.

El médico optó, de una forma sibilina, cambiar su puesto en el pueblo por una estancia en el balneario cuidando ricachonas artríticas.

El farmacéutico, tras encontrar la fórmula de la felicidad, al estar trabajando sin fin en la botica con su mancebo, por falta de horario final de jornada, se olvidó del tiempo.

El secretario, sigue escribiendo las actas, en las que se reconoce la incapacidad del consistorio para dar una respuesta eficaz a la demanda del señor gobernador.

El maestro, se sabe que está encerrado en la torre del reloj, por los aullidos en noches de luna llena.

Las mujeres del pueblo, estaban encantadas, de la primera a la última, de no envejecer jamás.

A todo esto, al sol no le habían dicho nada y seguía saliendo a su bola, como cada día.












14 comentarios:

  1. Que gran lío se formó, espléndidamente escrito. Y tus fotos son buenísimas.
    Un abrazo y muchas GRACIAS, me alegraste el corazón con tu solidaridad.

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    1. Gracias a ti! Un lío fenomenal en un pueblo típico de nuestra infancia.
      Un abrazo.

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  2. Lo que nos hace el tiempo, eh!
    Es cierto que somos como soldados a sus órdenes aunque no lo sintamos así. él nos gobierna y sin él, andamos dislocados, perdidos, asustados u olvidadizos...
    Muy bueno.
    Un beso.

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    1. El tiempo nos condiciona y nos obsesiona, hay que dejar que nuestros ritmos vitales los marque la naturaleza.
      Un beso.

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  3. El tiempo marcado en el reloj es el dueño de nuestras horas, somos esclavos del tiempo, nos maneja cada segundo sin que podamos hacer nada mas que obedecerle.

    Me encantó tu relato.

    Un beso dulce de seda poético.

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    1. Somos esclavos del reloj, nos pasamos toda la vida sin tiempo para nada, nos es un bien escaso, hasta que se para de golpe.
      Un beso con todo el tiempo del mundo.:D

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  4. Muy bien escrito.
    De lo que se deduce que cuando las cosas van bien, mejor no tocarlas.

    Un saludo, cambiando 1 hora todos mis relojes.

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    1. Muchas gracias, un saludo emitido en los dos horarios.

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  5. Y yo tirando los relojes por la ventana.

    Buen post, buen ritmo. Un beso

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    1. Les has cambiado la hora antes de tirarlos???
      Muchas gracias!!!
      Un beso.

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  6. En cierta manera me recordó a "Bienvenido Mister Marshall".
    Muy bueno.
    Te felicito.

    Saludos.

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    1. Jajaja!!! Ostras porque no?
      En el fondo es una crónica de los pueblos de mi infancia, en cualquier rincón de la piel de toro.
      Saludos.

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