Imagen obtenida de Internet
La habitación
era todo lo aséptica que se esperaba en un hospital, una decoración, que sin
tener la rigurosa simplicidad decorativa y funcional de un diseño de Alvar Aalto.
Era todo lo minimalista y sencilla que los tiempos requerían.
Frente a
la cama, puesta en lo alto, dominando la
escena como antiguamente los santos cristos de rigor, una televisión de prepago
reina en la estancia, marcando el paso del tiempo, cual reloj de cuco ofreciendo
su espectáculo.
Cuando se acaba
el depósito de dinero, vía cargo en cuenta por tarjeta de crédito, enmudece sin
dar ningún tipo de explicación, dejándote en medio de un sesudo dialogo entre
un presentador endiosado tras conocerse a sí mismo, en una noche orgiástica en
que le han reído todas las gracias y una actriz presentando su último trabajo,
a base de reír todas las estúpidas bromas que se le ocurran a la estrella
rutilante.
Lo cual más de
una vez no deja de ser un sabotaje que se agradece, pero cuando estás tumbada
en la cama, viendo pasar el tiempo contando las botellas de suero que te van
cambiando, cualquier cosa es una buena distracción, aunque prácticamente no la
mires.
Por ello con la
sensación de que estés más acompañada, te dejan con la tele puesta y se van con
la conciencia más tranquila, cuando se ausentan para los múltiples recados que
la vida cotidiana exige.
Sin fuerzas
para apagarla si se queda encendida, voy aguantando todo lo que va vomitando hora tras hora, todo el día y la
noche, a veces puedo quitar el volumen gracias a la ayuda de una enfermera magnánima.
Intentando
leer, soportar el libro en mis débiles manos es difícil y tampoco se tiene en
según qué circunstancia, el poder de concentración necesario para poder seguir
la lectura con cierta comprensión.
Así, tenerla
encendida, viendo a un señor exponiendo las noticias, enseñando las crueles imágenes
de todas las desgracias más importantes acontecidas durante el día, pero no escuchándolo,
le quita el tremendismo de la palabra y se puede suavizar en parte las malas
noticias.
Lo que no podía
imaginar es que esto no le gustara al presentador estrella de la cadena, que
presentaba un programa de noticias con su inevitable tertulia orquestada a su gusto, en horario de máxima audiencia.
Con lo que nuestra paciente, estando adormecida por los calmantes y sedantes administrados por todas las vías
posibles, casi no se percató que el susodicho, abandonado su ventanica, se
instaló sentado a los pies de la cama para declamarle de viva voz todo lo que me
había perdido por no escucharle.
Con los pies
aprisionados por el ego del sujeto en cuestión, sintiéndose invadida en su más
íntimo espacio vital. Tuvo que escuchar su verborrea imparable, contándole todo
tipo de circunstancias desagradables, que no mejoraban en nada su restablecimiento.
El tipo, como
buen creído de su capacidad de síntesis de los acontecimientos más importantes
que nuestro fantástico mundo era capaz de ofrecernos, no se quedaba tranquilo,
si no oía un comentario elogioso a su vasto quehacer periodístico.
Aun estando en
las brumas de una conciencia aguda, si estaba lo suficientemente consciente como
para saber, de que ese tipo, se estaba extralimitando en mucho, con sus ganas de hacerse
escuchar.
Deseando que se
acabara el saldo del aparato y el elemento en cuestión fuera reabsorbido por el
sistema, pero eso parecía difícil, solo ocurría cuando estaba muy interesada en el tema, así que tras muchos esfuerzos consiguió hacerse con el
mando que estaba en la mesita de noche y apretar con sus escasas fuerzas el volumen,
hasta la última raya donde se encontraba el cero.
Desesperado, el
presentador estrella se llevaba las manos a la garganta de donde habían
empezado a desaparecer los vocablos hermosos y bien declamados, con los que solía
engatusar a la audiencia.
Mientras
llamaba con insistencia a la enfermera del turno de noche, para pedirle auxilio
y que se lo llevara, seguía intentando apagar la televisión, pero él intentaba impedírmelo
a base de tapar el sensor del aparato para que no recibiera la señal luminosa,
que acabaría con su reinado.
Cuando al fin
se presentó la enfermera de guardia, tras haberlo anunciado una hora antes por el
interfono, el presentador estrella había
sido engullido por las ondas hercianas, dejando encima de la cama, aparte de
la huella de sus posaderas, un montón de palabras sin pronunciar.
Sarrià, 11 octubre 2015
Nunca he vivido len primera persona imagen que recreas pero sí lo he presenciado ylel hecho de estar en una habitación con una tv de esas de prepago en el hospital con un enfermo y tener que presenciar noticias desagradables, la verdad es que a mi no me gusta la tv, pero imagino que a un enfermo que esta aburrido de estar en un hospital debe sentirse acompañado.
ResponderEliminarMe gustan tus relatos.
Un beso dulce de seda.
Bueno aquí me planteo el hecho de dejarle como única alternativa a su soledad, la compañía no deseada de un aparato que no deja de ofrecer sin sentidos, ofrecidos por el charlatán de turno.
EliminarLos enfermos necesitan otro tipo de atención, como el calor humano, aunque sea en silencio.
Un beso.
La soledad en un hospital es muy triste y más con una televisión que solo suelta paparruchas y malas noticias que han pasado durante el día, lo del presentador en los píes de la cama debe ser una alucinación del enfermo que citas en tu magnifico relato, me ha encantado, es bueno y original.
ResponderEliminarBesos, feliz semana.
Alucinaciones o no, los hay que son muy pesados y más si eres un pobre enfermo solitario.
EliminarBesos, feliz finde!
La soledad es la eterna compañera y con ella la estancia en un hospital se hace muy dura, sobre todo si es larga.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Besos Alfred!
La soledad del enfermo, con sus limitaciones por el internamiento, pueden ser muy desesperanzadoras.
EliminarMuchas gracias.
Besos Sofya.
Me fascina tu capacidad para urdir historias de cosas cotidianas. Muy buen post
ResponderEliminarUn beso
Mirando a nuestro alrededor, están todas las historias posibles, incluidas las más épicas.
EliminarUn beso.
no me gusta la TV pero creo que en este caso ayuda.
ResponderEliminarSi supongo que si, pero son tan pesados, que imagino su compañía en una situación así y se me eriza el vello.
EliminarSaludos.
Libros al rescate!
ResponderEliminarPues si!!!
EliminarDios que agobiooooooooooooooo
ResponderEliminarUffffffffffffff
Pues es verdad. Uffffff!!!!!!!!!!
EliminarAlguien o algo que te haga compañía acostumbra a ser bueno. Tu relato es muy original. Semejante al de señora del cuadro pero en el caso del locutor, abres un abanico de posibilidades, todas ellas dignas de ser relatadas.
ResponderEliminarUna ligera inclinación de cabeza.
Bueno, la mejor compañía es la personal, hemos de atender con nuestra presencia, los aparatos no valen para paliar la soledad del enfermo.
EliminarMuchas gracias.
Inclino me cabeza ante la suya.
Triste soledad la del enfermo...Que tu magistralmente a sabido plasmar en este post. Mis felicitaciones amigo!! Un gran abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Enca, por ellos y por una tele menos plasta y más digna.
EliminarUn hermoso abrazo.
es mejor una television de gente que viene y habla y habla de tonteras en vez de respetar el momento del que esta ahi.Interesante tu relato
ResponderEliminarNo creo que haya que darle un excesivo protagonismo a la televisión.
EliminarUn saludo.
Un relato que me ha tenido enganchada asta el final. Seguro que el enfermoaguantaria mejor las visita incomodas, que al presentador sentado en su cama.
ResponderEliminarMuchos besitos.
Eso seguro, el presentador era un plasta.
EliminarBesos.
Por cierto, te voté :D
EliminarLos programas actuales de televisión no son nada buenos en su mayoría.
ResponderEliminarLas largas horas en un hospital se hacen eternas. Quizás sea el momento de que te sirva un poquito de distracción.
Un buen relato.
Un abrazo.
La estancia en los hospitales siempre es muy pesada.
EliminarMuchas gracias!
Un abrazo.
Creo que los enfermos en general necesitan silencio. Besos.
ResponderEliminarMe gustó tu relato y la forma tan expresiva en la que enlazas las palabras.
Buen domingo.
Los enfermos necesita tranquilidad y compañía.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Feliz día!