Recogido de Internet
EN EL ARROYO
El camino
estaba despejado, llevaba un buen rato caminando, sin ver a nadie, a un paso
ligero que me permitía llevar una buena distancia recorrida.
Desde que había
partido, con la mochila cargada a la espalda, con toda la ilusión del mundo en
ella, no había visto ni un solo ser humano.
Solamente un
perro me había ladrado un buen rato mientras me acompañaba por un linde que se suponía tenía que vigilar.
A medida que
avanzaba el día, y el sol lo tenía más encima, la mochila se hacía más pesada y
el sudor me corría por la espalda.
Tal como había
visto en el mapa, teniendo en cuenta la distancia y los desniveles a salvar en
el recorrido, tenía una buena caminata de un buen número de horas.
Cuando calculé
estar a la mitad del recorrido, rodeado de montañas impresionantes, coronadas
por un manto blanco que indicaban su buena altura, paré a retomar fuerzas, al
lado de un arrollo de aguas cristalinas, fruto del deshielo.
Sentado sobre
una piedra, con los pies dentro del agua, masticaba con gusto un bocadillo que
me había hecho la mujer del hostal donde había pernoctado en el último pueblo.
En todo momento
evitaba las rutas asfaltadas, haciendo el recorrido por caminos y senderos de
tierra, que siguen uniendo los diversos caseríos, aldeas, pueblos y vecindarios, por los que pretendía
pasar.
Me quede
contemplando mis botas, que ya empezaban a mostrar el desgaste por las millas
recorridas, pensando si me iban a durar todo el recorrido.
Al oír una voz
a mi espalda no me sobresalté, como hubiera sido lo lógico, porque en el fondo
lo estaba deseando, era lo que me resultaba más duro, a pesar de
Ser un ser
solitario, me gustaba encontrarme con gente del campo e intercambiar una palabras
con ellos, ni que fuera sobre el tiempo que iba a hacer.
-
Buen día
-
Buenos días
-
¿Qué descansando para poder
seguir?
-
Sí, un alto en el camino. ¡Para
reponer fuerzas!
-
¿Conoce bien la zona?
-
No, es la primera vez que vengo
por aquí, quiero llegar, hasta el monasterio, que hay en el otro valle.
-
No lo conozco, nunca me he
movido de estos campos.
-
Pues yo no paro, siempre estoy
de un lado para otro, buscando paisajes.
-
¡Qué bien! Algo cansado por eso.
A mí con este paisaje, tengo bastante, estoy muy a gusto.
-
Si, es un buen sitio.
-
Pero no veo que esté pintando
nada.
-
Ah bueno, ahora aquí no, pero
cuando me instale en el monasterio, si podré dedicarme, de momento solo observo
por donde paso.
-
Pues qué bien, tendrá que desandar lo andado.
-
¿Y eso?
-
Esta es la zona más bonita.
-
Pero si no ha salido nunca de
aquí. ¿Cómo lo sabe?
-
Digamos que lo sé y es
suficiente para mí.
-
Entonces, no vale la pena que me
llegue hasta la comunidad.
-
Bueno, es el único sitio donde
le darán alojamiento.
-
Ya, pero si no hay motivos pictóricos,
no me vale la pena quedarme.
-
Tiene alguna muestra de lo que
hace.
-
Sí, llevo un cuaderno de apuntes
y en la mochila unas telas sin marcos y las pinturas. Mire esto es desde aquel
cerro de allí.
-
¡Ah! Sí ya veo, por ahí hay una
hierba muy buena y suave, baila con el viento y hace cosquillas cuando bajas
por ese prado.
-
Bueno, eso no lo sé, me gusto la
isla de amapolas en ese mar verde.
-
Las amapolas son malas hierbas,
son amargas pero hacen bonito.
-
Encuentro estos campos
maravillosos.
-
Lo son, aquí se está muy a
gusto.
-
Pues no lo parece, pues no he
visto a nadie en todo el camino.
-
La gente prefiere ir en coche,
por una pista que asfaltaron cuando pusieron los postes de la luz.
-
Entiendo.
-
Podría sacar los pies del agua,
es que quiero echar unos tragos.
-
Si claro, perdone.
-
¡Está fresquísima!
-
Se va.
-
Sí, quiero ir tirando para la
granja.
-
Pues que usted lo pase bien.
-
Lo mismo le deseo.
Mientras se alejaba con su paso cansino, meneando aquel corpachón tan
abultado, me puse a pensar si valía la pena seguir mi camino, o me quedaba a
tomar más apuntes al lado del arroyo.
Hice una toma rápida de sus posaderas mientras se distanciaba,
tratando de memorizar sus tonos ocres con manchas amarillentas, la serenidad de
su mirada la tenía bien gravada, como una conversación en la que no había
salido el tema climático.
Al final opté por ir igualmente hacia el monasterio y me fui por el
camino contrario al de la vaca.
Esos paseos en soledad son una buena terapia para nuestras mentes y si el destino es un monasterio, más todavía.Tus descripciones son realmente envolventes, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos Alfred!
Gracias Sofya, me alegra te gustara.
EliminarBesos!
Hay lugares que atrapan nuestra alma y mirada ... Esos lugares ... Son y serán... Aunque todo cambia.
ResponderEliminarEllos prevalecen y continúan siendo especiales aún en el más incierto mañana.
Mi abrazo de luz
Más que los lugares, a veces los lugareños también tienen su qué, ni que sea una vaca.
EliminarUn abrazo fresco de arroyo.
El escritor es desconcertante. Cuando llego al final, me doy cuenta de que no he entendido nada. Será el sentido del humor que anima a nuestro protagonista a andar?
ResponderEliminarEl saludo de un desconcertado.
Es difícil tener una conversación en medio de la nada paisajista, con una vaca, que no se sorprende de un tipo con los pies en el agua.
EliminarUn saludo de un excursionista.
Hay paseos que no se olvidan, que quedan retenidos en la retina del alma.
ResponderEliminarMe llamó la atención la imagen, es preciosa.
Un beso dulce de seda.
No, hay paseos y conversaciones imposibles de olvidar.
EliminarUn beso aterciopelado.
Me ha gustado, no se si tratas de buscar de forma simbólica, la integración tan íntima del caminante solitario con el entorno como única compañia,que acaba hablando con una vaca,seguramente se abraza a un árbol o se siente íntimamente acariciado por el viendo. O es un recuerdo del conformismo de La vaca cega, de Joan Maragall, esta vez ante el inconformismo del caminante inquieta,la vaca con su aparente simpleza ya ha alcanzado el bien estar,mientras que el caminante aun no sabe donde plantar su caballete.
ResponderEliminarMuchas gracias! No se trata tanto de lo que hay escrito, como la interpretación que tú hagas leyéndolo. Puede ser una conversación imaginada por el mucho tiempo en soledad, como puede ser una vaca comunicativa que le cae bien el paseante y le dedica unas palabras.
EliminarPuede reflejar también, el inmovilismo de quien ya está a gusto con su vida y su lugar, confrontado con quién necesita subir a cada montaña, para ver que hay más allá.
En cualquier caso tus reflexiones, enriquecen el texto.
Bonito relato, aunque al caminante se le ve un poco despistado por esos lares que no conoce de nada, la conversacióncon el paisano creo que le resulta agradable, por eso se queda mirándolo cuandose marcha, una buen relato que simboliza la soledad y el desapego del medio en el que vivimos en la actualidad.
ResponderEliminarUn abrazo, feliz fin de semana.
Muchas gracias!
EliminarQuizás este perdido buscando algo que se le escapa y siempre está más allá del horizonte alcanzado y se encuentra con quién es feliz en la sencillez de lo cotidiano y da por bueno lo que conoce.
Un abrazo y feliz fin de semana también para ti.
Esos caminares sin rumbo. Con la excusa de un destino, que siempre nos esquiva. Mu bien llevado
ResponderEliminarUn beso
Caminamos continuamente en busca de lo imposible, mientras vamos dejando lo conocido, sin saber si lo hemos vivido.
EliminarUn beso.
Me he sentido pasear contigo,caminar,volar,sentarme a ver un atardecer, a contemplar el reflejo del paisaje en las aguas tranquilas de los arroyuelos.
ResponderEliminarHe contemplado verdes praderas, ríos hermosos... y al final unos caballitos pastando en un amanecer, y esa vaca, casi protagonista del bello relato. Es relajante todo lo que tú nos has transmitido. Me encanta la naturaleza, su paz.
Besos Alfred.
Gracias Lore, el ritmo vital estando en la naturaleza es distinto, te acomodas a su lento transcurrir.
EliminarBesos.
Un relato muy bueno
ResponderEliminarMe ha gustado leerte.
Un abrazo
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo Amalia.
Que vaca tan lista eh...
ResponderEliminarYa me estoy acostumbrando a tus finales sorpresa.
Saludos.
La encuentro muy en su linea, bastante tradicional, apegada al terruño.
EliminarLo dices por que sigue dibujando como si nada?
Saludos.
Hola Alfred (te llamas como mi niño), me ha encantado tu cuento con final sorprendente, inesperado. El diàlogo entre el viajero y la vaca, apegada al terruño me ha recordado la Cordera de Clarìn tan tierna, por eso encontraba amargas las amapolas...
ResponderEliminarUn saludo,
chusa
Hola Chusa, no es un nombre muy usual, aunque en mi familia se prodigó mucho.
EliminarHas conseguido que me lea un cuento que no conocía, gracias!
Aunque no he puesto ningún ferrocarril que me asuste a la vaca.
Un saludo.
Buena elección. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarBesos!!!