Gárgola (obra de Modesto Trigo)
Tenía la
ciudad a sus pies, toda para ella sola, la contemplaba con un cierto aire de
superioridad, el que se tiene al llegar a lo más alto.
Otra cosa
era saber como lo había conseguido o si alguien o alguna circunstancia ajena a
ella lo habían propiciado.
Aun
dominando la escena, no todos los que estaban a sus pies eran capaces de
reconocerla.
La mayoría,
pasaba por debajo sin fijarse, en aquella maravilla, ahí en lo alto, sobre sus
cabezas.
Esto no le
molestaba en absoluto, pues desde su alta posición, no perdía el tiempo en
disquisiciones sobre lo que pudiera pensar la gente de allí abajo.
Allí estaba,
bien alta, bien plantada, bien distante, sin sentir nada por las múltiples
hileras de personas diminutas, que como hormigas afanosas, transitaban por el
suelo.
Estaba un
poco sola y aislada, arriba en lo alto, el viento le traía parte de las
conversaciones que se formaban, pero de forma incompleta y mezclada.
Así que su
conocimiento de la realidad inferior era un tanto difuso, parcial y sesgado.
Algo común,
parece ser, entre los que se mueven por las alturas, poseedores de una información
confidencial y muy privilegiada.
Y así
seguía, contemplando una ciudad hermosa, atrincherada en su superioridad
manifiestamente equívoca.
Educada y diplomática crítica de la superioridad de algunos personajes para estar en la cúspide, no importa cómo, sin generar riqueza social, pero si individual. No hay que marcharse muy lejos, para describir buenos ejemplos.
ResponderEliminarCreo que se pueden considerar varias lecturas, la tuya es muy acertada, a mi modesto criterio.
ResponderEliminarUn saludo.
Si nos observan desde torres de marfil, cual gárgolas, pues no lo sé, pero el cuadro me inspira muy diferentes sensaciones. La de superioridad no, tal vez la de majestuosa y altiva mirada al horizonte.
ResponderEliminarUn abrazo
La superioridad de una mirada desde lo alto con cierta con displicencia tal vez.
ResponderEliminarUn beso.
Un abrazo
ResponderEliminarBienvenido.
EliminarUn abrazo.