BIENVENIDOS AL RINCÓN DE NURIA DE ESPINOSA
Convocatoria cada jueves un relato: Objetos
¡Bienvenidos a la convocatoria 15 de febrero; cada jueves un relato!
Esta semana convocado por Bitácora Literaria de Nuria de Espinosa
Era una casa abandonada, tenía puertas y ventanas tapiadas con tablones, di la vuelta para ver la parte trasera, en una ventana, habían quitado las tablas para poder entrar, algún vagabundo, ladronzuelo o caminante como yo, necesitado de un cobijo durante la tormenta.
No me lo pensé dos veces y me introduje, (no sin cierta dificultad dadas las dimensiones de mi barriga) en lo que parecía una cocina, pues metí el pie en un fregadero con platos sucios, seguramente rotos por un visitante anterior.
Gracias a los rayos de la tormenta, pude vislumbrar algo del interior, estaba todo muy sucio, con los armarios abiertos y vacíos.
Una cocina económica, en la que quedaban restos de la leña usada, sin quemar del todo, potes pringosos por encima de la encimera, que era de baldosas, supuse que marrones.
En una de las iluminaciones breves, vi unos ojillos que me miraban fijamente, antes de desaparecer por el escurre platos que había encima de otro fregadero más grande y de mármol, de esos que apenas tienen profundidad y te salpica todo, dejándote siempre en un estado lamentable si no llevas delantal.
Era un ratón de campo solitario y, que estaba dando cuenta de algo, mientras vigilaba desde su privilegiada posición para observar la entrada de intrusos como yo.
Me adentré en una estancia contigua que debía de ser el comedor, donde una chimenea, de considerables proporciones, dominaba la estancia con majestuosidad.
Ahí tuve que echar mano de unos fósforos para hacerme una idea de lo que había y cómo era, vi un sofá desvencijado y un sillón de orejas con los muelles saludando.
Saqué de mi mojada mochila, una linterna de petaca, esperando que con el tiempo transcurrido, se hubiera recuperado algo la pila y me permitiera seguir con mi exploración.
La tormenta empezaba amainar y, solo el agua de la lluvia caía regularmente, recordé una canción que siempre me venía a la cabeza en estas situaciones.
Al salir, me encontré en lo que seguramente era el recibidor y la puerta de entrada, con una escalera de madera, a la que le faltaba un trozo de barandilla, supuestamente utilizada para atizar el fuego.
Subí arrimándome a la pared, sin fiarme de coger el pasamanos, hasta que me encontré en un distribuidor con varias puertas, eran habitaciones vacías, sin muebles, menos una que era más amplia y tenía una cama y un escritorio, también tenía un baño, que a su vez daba al distribuidor.
Sobre la mesa, había una vieja máquina de escribir, de esas con cinta de carbón, y papel en cuartillas, teniendo en cuenta que era lo único que había, la verdad es que chocaba bastante.
Intente cogerla para verla mejor, pero parecía clavada al tablero, no había forma de moverla. En ese momento me quedé sin luz, a pesar de darle golpes a la linterna, esta decidió apagarse sin consultarme su decisión.
Estaba tan cansado y entumecido, que opté por tumbarme en aquella cama sin importarme su estado, con tal de que me diera la posibilidad de un poco de descanso.
No recuerdo nada más, hasta que los rayos del sol me iluminaron la cara despertándome, al incorporarme y fijarme en la máquina de escribir, vi que había algo escrito en un papel un tanto amarillento.
La verdad es que me quede asombrado, las piernas me flaquearon, y me senté en la silla, totalmente anonadado, estaba leyendo, algo que conocía perfectamente, pues soy de los que recuerdan los sueños, mis parejas decían incluso que los declamaba en voz alta.
Y ahí estaba, en una redacción un tanto inconexa, el recuerdo de mi última pesadilla, la que me atormentaba y me obligó a escaparme de mi casa.
Grité:
¡No puede ser!
¡No puede ser!
¡Está mi confesión!
¡Completa!
Las teclas se pusieron en marcha obedeciendo el dictado de mis palabras, intente arrancar el papel, pero fue imposible.
Cuando me vinieron a buscar, era un pelele agarrado a una máquina de escribir, gritando y arañando un papel indestructible.
Los agentes me agradecieron que les facilitase una confesión tan completa y llena de detalles, sacaron el papel sin problemas y se me llevaron en el coche celular.
El agente, que tenía un chicle de fresa entre sus ladeados de cabeza, me miró, como diciendo...y este?
ResponderEliminarY yo, asentí. Porque asiento en los libros contables, con letra de pedigree de monjas, todo lo importante, como tus pesadillas y tus mejores sueños.
Un abrzao Alfred.
Gracias por comentar tan sorprendente pesadilla.
EliminarUn abrazo Albada2.
Original,misterioso,desconcertante, propio de la cuarta dimensión, pero está bién. Me gusta.
ResponderEliminarGracias por tan amable comentario, un placer que te haya gustado.
EliminarUn saludo.
buenísimo todo, los detalles de cada habitación, los sentimientos que se iban despertando, la idea entre exótica y algo loca y esa máquinola que por momentos hasta tuvo algo de infernal
ResponderEliminarme encantó. Un beso
Caramba, este comentario es de los que animan a seguir. Un honor que te encantase.
EliminarUn beso Laura.
Original por la forma de situar la escena y con ese toque de misterio que rodea a toda la casa y a su visitante y a esa máquina que es el origen de toda la historia.
ResponderEliminarBesos Alfred.
Puri
Muchas gracias Puri, Me alegra que te haya gustado :)
EliminarBesos!
Al principio, conforme iba leyendo, pensaba que era algo real, luego me fui adentrantrando en la pesadilla, y la sensación de sngustia aumentaba. Muy bien manejado el ritmo narrativo.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Myriam, es un ejercicio de fantasia ;))))
EliminarUn abrazo.
Las descripciones llenas de detalles son magníficas, nos llevas de la mano a una pesadilla inquietante. Me encanta el relato, besos.
EliminarMuchas gracias.
EliminarMe alegra saber de ello.
Besos.
Hola aunque llevo casi 7 años más tarde es impresionante el relato que dejaste muy bueno e inquietante.
ResponderEliminarLa mente humana es un gran laberinto de eso no me cabe duda.
Un feliz jueves y gracias por traerlo de nuevo.
Abrazos!!
Hola Campirela, nunca es tarde sí la dicha es buena ;)
EliminarA saber lo que estaba pensando el autor cuando lo puso.
Feliz jueves y gracias a ti.
¡Abrazos!
De nuevo la vuelvo a leer y si me gusto la primera vez, hoy la he saboreado mejor aún.
EliminarMuy buen texto con ese misterio, de que paso en realidad en esa casa bajo la tormenta...
Otro besote.
Tantas veces vengas, hagas lecturas y encima las comentes, serás bienvenida y fiesta grande por aquí.
EliminarBesotes!!!
Una historia de sueños y de culpas que atrapa desde el inicio. Bien contada. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Neogeminis.
EliminarUn abrazo.
Me sigue gustando. Tan onírico.
ResponderEliminarUn beso
Eso es haber superado la barrera del tiempo ;))))
EliminarMuchas gracias.
Un beso Albada Dos.
Te juro que solo me ha faltado escuchar el sonido de las pisadas y que algún tablón de la escalera pudiera romperse a tu paso. La máquina de escribir tenía su secreto, era un objeto maldito, de esos que tienen su propia vida... yo tengo una parecida, de mi abuelo, de hace años de años. Tiene tinta y una goma de borrar de aquellas que parecen un trozo de piedra... Igual lo que se escriba, se puede borrar :-)
ResponderEliminarMagnífico relato, Alfredo.
Un beso enorme.
Por cuestiones de edad, llegué a utilizar alguna de esas máquinas cuando ya eran de poco uso, pero tenían algo de divertido, quizás por el ritmo del tecleado al sonar y el remate de la campanilla.
EliminarMás que borrar raspaban el papel ;)))
Muchas gracias Mag.
Un beso enorme.
Vaya una genial historia que me quede con ganas de seguir leyendo mucho más, una historia que da para mucho, quizás un segundo texto, me gustaria ver que pasa con el señor y la maquina de escribir jajaja excelente historia
ResponderEliminarHistorias cortas, fruro de un instante de lucidez creativa que se desvanece rápido, pero que te deja estas cosas.
EliminarMuchas gracias María.
Un relato lleno de detalles, así como la confesión.
ResponderEliminarMagnífico, Alfred, me gustó
Abrazo
Hay relatos que el negro les sienta bien, lo has sabido apreciar ;)
EliminarMuchas gracias.
Abrazo.
a mi me ha pasado com a Myriam, parecia todo tan real, tan lleno de detalles, la encimera alicatada, el fregadero de marmol. me ha encatado el ritmo. todo esta genial. si te sobra alguna, a mi me iria bien una impresora de sueños como esta. a veces me despierto por la noche en mitad de un sueño, pienso que esto me sirve para un relato, pero por la mañana ya no me acuerdo de que iba el sueño.
ResponderEliminarfantastico relato, Alfred
saludos
Gracias Gabiliante. Digamos que es un retrato realista ;)
EliminarVa bien lo de la libretita al lado de la cama, sobre todo cuando oyes como cruje el parquet que tienes pensado poner en el pasillo.
Un saludo.
Hola, Alfred. Detallada y extensa narración. Un viaje onírico de ida y vuelta con ruido de teclas nacaradas. Gracias por participar.
ResponderEliminarHola Alfredo, muchas gracias a ti por la oportunidad.
EliminarAggg... Esa máquina era instrumento de su consciencia! La culpa nos traiciona aunque nos creamos inmunes! Muy buen aporte, Alfred. Saludos cordiales
ResponderEliminarMuchas gracias Neogeminis. La maquina cuenta simplemente la verdad.
EliminarCordiales saludos.
Leerte ha sido como entrar literalmente contigo en esa casa. Todo como muy real hasta llegar a la máquina ... y comenzar escritura. Un final de pesadilla, sorprendente. Me ha gustado mucho. Saludos
ResponderEliminarGracias Esther, tiene sus añitos pero aun da el pego ;)
EliminarSaludos.
Alfred, he leído tu relato y me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarLa conciencia no nos deja descansar; y de un modo u otro acabamos confesándolo todo. Tú has utilizado la máquina de escribir para liberar al protagonista de su "peso".
Bravo.
Saludos y feliz domingo.
Me alegra sobremanera Berta.
EliminarSe bienvenida a esta modesta casa.
Saludos y buen domingo.
Qué bien te ha venido este texto que escribiste hace unos cuantos años para el relato de esta semana, Alfred.
ResponderEliminarEsa máquina que escribe y que atrapa.
Besos.
EliminarMe ha venido al pelo, lo recordé gracias a la foto de Albada ;)
Muchas gracias, besos María.
Hola Alfred, después de toda la peripecia para sortear esa pila de platos sucios y terminar agotado sobre un camastro en un estado lamentable; despertar y ver tu propia confesión escrita por una máquina diabólica es para volverse loco.
ResponderEliminarEl poder de la máquina fue fatal para el protagonista.
La forma de narrar todas las sensaciones y emociones que siente el protagonista desde que se cuela en la casa abandonada hasta su despertar son tan abrumadoras como impactantes.
Admirable.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias por aceptar mi participación, un placer cruzar letras con vosotros.
EliminarDigamos que acabó recibiendo su merecido.
Muchas gracias.
Un fuerte abrazo, Nuria.
Que descripción más detallada de la casa, me la he imaginado perfectamente! Que emocionante recorrerla contigo! Y que sorpresa final la de tu relato! Me ha encantado! Un abrazote Alfred!
ResponderEliminarHola Marifelita, me alegra que te guste.
EliminarUn abrazo.
Me pregunto si fue algo real o una alucinación, producida por algún trastorno de la personalidad.
ResponderEliminarAmbas opciones me parecen válidas. Y sospecho que el personaje se lo tenía merecido.
Saludos.
Dejémoslo en una duda razonable.
EliminarDiría que merecido del todo.
Saludos.
Hola Alfred, solo quería decirte que tengo la sensación de haber coincidido contigo en algún evento literario, no sé, pero no logro recordar dónde. En fin, igual algún día me acuerdo.😊 Un abrazo
ResponderEliminarHola Nuria, no sabría decirte, es posible que en alguna presentación, quizás en algún acto en el Ateneu Barcelonès, en cualquier caso bienvenido sea si hay un nuevo encuentro. ;)
EliminarUn abrazo.
Excelente relato para que lo interprete Freud.
ResponderEliminarUn saludo.
;)))) Muchas gracias, a ver que podría decir!!!
EliminarUn saludo.
El final es de diez y el resto del relato va componiendo una historia a la que ter sientes pegado como si fueses el protagonista. Lo que yo no hubiera hecho nunca es tumbarme en esa cama...
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias Marcos. Ese final es de los que atrapan. ;)
EliminarTumbarse en una cama desconocida, puede traer complicaciones.
Si no se hubiera acostado, ¿estaría iguallmente su confesión mecanografiada?. Relato magníficamente ambientado que nos va sumergiendo en la historia, en el suspense y en la intriga de lo que está por suceder. Un saludo.
ResponderEliminarSi su debilidad no hubiera hecho que se tumbara, puede ser que todo eso no hubiera ocurrido o igual lo hubieran pillado, deambulando por ahí agotado.
EliminarUn saludo, Pepe.
Pero que bueno! Y con tantos detalles de la casa, aunque la maquina de escribir aparece cual tétrica maquina de la verdad. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegra que te guste.
EliminarUna máquina que no puede callarse.
Besos.
Me han gustado siempre las máquinas de escribir, pero la de tu historia me da un poquito de miedo, pues aparece como algo maligno. Tu historia es atrapante, me imaginé recorriendo esa casa viendo lo que veía tu protagonista, hasta el sorpresivo final, me ha gustado mucho, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Para mí tenían algo de máquina mágica que construía palabras.
EliminarRecuerdo de pequeño, en el despacho de mi padre, cuando me dejaba "jugar" con ellas, había más de una, las usaban las secretarías, se notaban las marcas de las uñas que habían borrado algunas teclas, claro que ella no necesitaban mirar la letra. Algún día tendré que describir esa atmósfera de un lugar de trabajo de finales de los 50. ;)
Saludos, Patricia.
La ambientación es brutal. Esa historia de máquina de escribir pegada a la mesa escritorio es muy buena. Diremos la director del psiquiátrico que te dejen escribir, que es tu mejor terapia :-)
ResponderEliminarUn beso
Gracias, era un lugar muy cautivador e hipnótico.
EliminarEsa máquina aún me produce pesadillas, por eso estoy en una habitación acolchada.
Muchas gracias, pero que sea con otro tipo de máquina.
;)
Un beso, Albada.
Buena aportación y muy buen giro final. Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Sibila. Hay que darle un toque de sorpresa. ;)
EliminarSaludos!
Hola Alfred, eso no era una máquina de escribir, era un objeto del demonio, madre mía... Jo y yo que le guardo un gran cariño a mi máquina de escribir, ahora no sé si la miraré con otros ojos...
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola Merche, digamos que era una máquina de la verdad.
EliminarVigílala en corto, no sea que se dispare y empiece a contar cosas de esas que no quieres que se sepan. ;)
Un abrazo.
Me encantó tu relato , que desde punto y hora que me encontré con la imagen de esa máquina que era la que había en mi casa, me sonreí y ya me tenías ganada ,escribieras lo que escribieras.
ResponderEliminarEso no desmerece tus palabras sino que las pone en valor porque los argumentos de miedo y está para mí lo es, como que no me hacen gracia y aquí subí las escaleras, escudriñé las habitaciones, en fín que me he portado como una jabata.
Un abrazo.
Muchas gracias, esas máquinas eran las de lujo. ;)
EliminarEspero que hayas mirado bien los armarios y debajo de las camas.
Un abrazo.
Ha sido un gusto leer tan buen relato. La sensación de angustia que produce las pesadillas, que dentro de ellas uno se desesperaría por sacar el papel, ni el despertar inmediato te alivia, hasta pasada unas horas.
ResponderEliminarUn abrazo,
;))))
EliminarUna máquina infernal, que suelta toda la verdad y nada más que la verdad.
Un abrazo, Cecy.
Una máquina de escribir que te arranca las confesiones... ¡Genial relato, Alfred!
ResponderEliminarUn besazo juevero
Muchas gracias, Dafne.
EliminarUna máquina de escribir e imponer la verdad.
Un besazo!!!
Mas que una confesión parecía una sentencia. Traidora la maquina.
ResponderEliminarTras la confesión, viene el juicio y la sentencia, aunque está claro, cuál será.
EliminarLa máquina cumplía su función. ;)