Siempre le decían que iba a perder el último tren, estaban pesados con el tema, familiares y amigos.
Al fin un día que se sentía doliente consigo misma, accedió a desplazarse en un tren.
Se desplazó a la estación más próxima a su residencia, con cierta desconfianza ante un medio desconocido; ella que siempre se desplazaba en coche, dispuesta por su futuro sentimental, a cambiar de medio.
Pidió consejo al expedidor automático, pero no se sintió nada comprendida por la voz metálica de una competidora, estaba claro.
Sentada en el anden, mirando de reojo a los usuarios masculinos, se sintió un tanto desplazada, lo estaba, fuera de su ambiente y creyendo que su futuro estaba en unas vías.
Cuando oyó el silbido y vio entrar la mole metálica con su destino, no lo dudo ni un momento y se incorporó al último tren en salir de la estación.
Hola!
ResponderEliminarTe paso el dato de El Semillero, es un directorio de blogs nuevos:
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Gracias, me lo pase genial viéndolo, es una buena propuesta, Un saludo.
EliminarEl expendedor automático no entendió destino, expelió en un acento insondable un precio y ella no puedo evitar subir al tren sin billete.
ResponderEliminarEl revisor, en contra de la normativa, entendió la confusión y permitió que viajara tranquila hasta su destino.
Si te parece.
Un abrazo.
Gracias Albada, el revisor con años de oficio, entendía los diferentes motivos para un viaje, además odiaba las máquinas.
EliminarSi te place. Un abrazo.