Foto de internet
En la puerta
del hotel, mientras esperaba el servicio de taxi, he observado un tipo con
una pinta de esas que no deja indiferente.
Ha pasado por
delante de recepción sin mirar a ningún lado, directo al ascensor, llevaba un estuche de esos de músico, ya saben, de una trompeta, o mejor un trombón de
varas o un saxofón, pues era grande, bastante grande para el tamaño del tipo,
que justo haría el 1,70. Además, vestía con un correcto esmoquin, pero calzaba unas bambas deportivas blancas.
En ese momento
he recibido un mensaje, mediante el cual me informaban de la cancelación, por
cuestión de fuerza mayor, de la reunión que tenía acordada en el ministerio de
industria.
Rápidamente me
he preguntado. ¿Y si lo sigo? Puede que sea un tipo famoso, un músico de jazz,
que va a unos de los salones de la
planta primera, donde hacen recepciones de esas comerciales, para presentar artículos diversas, o encuentros entre antiguos alumnos de una promoción de
abogados y ese tipo de cosas.
Así que con mi nuevo tiempo disponible y mi aburrimiento a cuestas, he subido a la planta de arriba,
echando un vistazo, en cada uno de los salones, algunos vacíos, otros a punto
para ser ocupados con solo el personal de servicio y otros cerrados con la
convención en marcha, con un tipo soltando el rollo, sobre el cumplimiento de
las cuotas de crecimiento alcanzadas y lo bueno que era un equipo bien unido.
A no verlo por
ningún lado, me he llevado una pequeña decepción, entonces me he acordado de que en la azotea, había una piscina y un bar
con unas vistas inmejorables.
He subido con
el ascensor que va directo a las plantas superiores, el ascensor no llega hasta
la terraza, la última planta se hace por un tramo de escaleras de mármol negro
con barandilla forjada dorada, un poco kitsch.
Entonces lo he
visto, estaba entrando en una de las habitaciones, una suite con vistas a un palacio de justicia que tenemos delante.
Ha cerrado la
puerta tras él, pero he podido ver que la había abierto con su tarjeta, como un
huésped normal, cosa de la que no tenía pinta, no es por decirlo, pero no
encajaba como cliente de un sitio tan elitista.
A lo mejor
colaboraba con un conjunto de esos superfamosos, cargados de pasta y droga,
hasta las cejas que se instalan en los mejores hoteles, reservando
caprichosamente todas las suites disponibles y no disponibles.
Siempre me dan
algo de resquemor estos tipos, es como a
los que les toca la lotería, de golpe
y porrazo pasan a ser millonarios
y parece que se lo tengan que gastar todo
y hacerlo notar a todo el mundo.
Así que me puse
a mirar la forma de averiguar quién era aquel músico y que hacía exactamente
por ahí. Mi vena detectivesca se había activado y había que alimentarla.
Baje a
recepción para informarme a nombre de quién estaba la suite de marras, como
cliente habitual, con diversas estancias cada año, no creía que me pusieran
pegas.
Me llevé una
sorpresa, lo reconozco, cuando me dijeron
que era confidencial y que era una información que no podían ni debían
facilitarme.
Me crezco ante
las dificultades, lo cual hace que no ceje hasta conseguir lo que me proponga,
ni que sea averiguar quién era aquel músico.
Empecé a ver,
mucha gente amontonándose en la calle,
habían cortado al tráfico rodado y estaba llena de cámaras de
televisión, periodistas gráficos, curiosos de todo pelaje.
Volví sobre mis
pasos y pregunté a un botones si sabía que pasaba, el cual como buen profesional
atento a todo aquello que le pueda proporcionar una buena propina, me aleccionó
sobre lo que acontecía en la calle.
Resulta que
tenía que testificar un popular chorizo, autor confeso de la apropiación
indebida de unas notorias cantidades de dinero, puestas a buen recaudo en
cuentas corriente en el extranjero, reconocido por su amenazante declaración de
confesar los socios y beneficiarios de sus actos delictivos.
Como era un
caso de alta política nacional, se había creado un gran revuelo a su alrededor,
llegándose a decir que haría caer al gobierno de la nación.
Había serias
dudas de si se atrevería a cumplir con sus amenazas, lo cual estaba claro que
si no pactaba con la fiscalía, no le iba a reportar ningún beneficio y sí
muchos enemigos poderosos.
Le di la
sustanciosa propina al botones, el cual me prestó por una hora, como máximo, la
tarjeta para poder abrir todas suites de la última planta.
Sonriendo con
pedantería, me dirigí otra vez hacia la parte alta, con ganas de colarme en
aquella fiesta que intuía, tenía que ser algo memorable.
Abriendo
impunemente la suite, con la alevosía de quien echa por tierra la sacrosanta
intimidad del ajeno, entré en una habitación desierta, donde el movimiento de
las cortinas, me indicaba que alguien estaría en la terraza.
Y allí estaba,
el objeto de mi persecución, pertrechado en la barandilla, con un fusil de esos
con mira telescópica y apoyado en una especie de trípode.
Al oírme e
intentar girarse con el arma, le ha dado un golpe con las columnas de la
baranda que le ha hecho soltar el arma, para intentar evitar mi asalto, pues me
he tirado sobre él sin pensármelo. Si hubiera pensado racionalmente me hubiera
ido corriendo para avisar un guardia.
Al caer encima
del susodicho asesino, se ha disparado
el arma, dándole a una paloma que nuestra pelea había espantado, volando en la
dirección equivocada en el momento equivocado.
Han caído en un
estallido de plumas, que flotaban en el aire como hojas de otoño, en su descenso sobre el duro asfalto. La paloma no, la pobre ha ido justo a la cabeza de un paseante, que
resultó ser el Excmo. Sr. Primer Ministro.
¿Y si?... Ante la
anulación de la reunión, decido regresar a la habitación, cambiarme de ropa,
para ir más cómodo a dar una vuelta, o irme al Prado.
Mientras espero
que salgan los ocupantes del ascensor, veo una rubia despampanante, subida a
unos acharolados tacones de vértigo rojos, que sale con un contoneo, al cual
todas las miradas masculinas en cien metros a la redonda no pueden dejar de
seguir, para mosqueo de otras tantas femeninas.
Me quedo dudando,
observo que entra en el “lounge” , me entran unas ganas enormes de tomar un
café, mientras estoy caminando hacia el salón de espléndidos butacones.
La veo como se
instala en uno de ellos, en una mesa que está frente uno de los ventanales que
dan a la avenida, instalada en un cruce de piernas perfecto, acude un camarero
con una rapidez, que me hace pensar en el correcaminos infantil.
Me acerco con
mi timidez habitual y le solicito, ya que veo que no hace caso del diario que hay en la mesa, si se lo puedo coger, me
sonríe: ¡Adelante! ¡Todo suyo! Me habla. Mi cuerpo sufre un espasmo, me tiemblan las rodillas,
se me encoge el estómago, mi boca se convierte en una mueca, de la que apenas
sale un soso y bajito: ¡Gracias!
En un estado ya
fuera de sí y con la mente en puro estado de locura, me atrevo a decirle si
puedo sentarme en la misma mesa. ¡Me ofrece en un gesto con la palma de la
mano, el sillón a su derecha. ¡A su derecha! ¡A su lado!
Mientras me presento y me siento, oigo su risa cantarina que es aún mejor que su sonrisa,
estoy perdido, voy camino del abismo, mis días de gozosa soledad en la capital
y en el mundo, están acabados.
Y si fueras un detective...Y si fuera un conquistador...Y si fueras un ecantador de ls gestos...
ResponderEliminarMuy bueno. Un beso
Y si... fuera un locuelo escapado del frenopático, tras un curso intensivo de modelaje en arcilla, con resultados mágicos.
EliminarMuchas gracias. Un beso.
Muy bueno, día a día te superas
ResponderEliminarJajaja!!! Sera que el curso está dando sus frutos. :D
EliminarUna rubia despampanante hace temblar al universo entero.
ResponderEliminarSaludos.
Las rubias siempre cambian el curso de los acontecimientos.
EliminarSaludos.
Un ¿Y si? Magico
ResponderEliminar¿A qué sí?
EliminarUn saludo.:D
Muy entretenido el relato Alfred, medio detectivesco y medio conquistador, jajaja.
ResponderEliminarMe ha tenido muy entretenida hasta el final.
Un abrazo y gracias por tu visita.
Bien! Objetivo cumplido! Jajaja!!!
EliminarUn abrazo y seguiré visitando tu lindo lugar.
Es un gran relato, que nos mantienes en suspenso de inicio a fin. Muy bueno. Y el final muy inesperado.
ResponderEliminar¿Y... Si? Pensaré más la próxima vez que me surja esa interrogante, después de esto, jeje.
Un abrazo.
Es tener en cuenta las diversas pautas de comportamiento ante una disyuntiva.
EliminarBesos.
tu forma de escribir engalona mis momentos
ResponderEliminargracias
Un placer tenerte por aquí.
EliminarGracias!
Me encantan los "y si..."
ResponderEliminarSoy muy de ellos, de ir a la carrera tras ellos e imaginar sin descanso, como veo que haces tú a la perfección.
El final con la paloma cayendo, es estupendo.
Un beso.
Muchas gracias!
EliminarLas diversas oportunidades que se nos abren a cada instante y del que podemos escoger a nuestro antojo.:D
Un beso.
Muy bien escrito y mejor ambientado. Un buen relato de suspense.
ResponderEliminarMe saco el sombrero y hago una reverencia.
Muchas gracias! Quería conseguir el tono.
EliminarMe saco la gorra, No hacen falta reverencias.