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Al Alba
Hoy estreno
estrella, luce como un sol en la
bocamanga, gracias a mis méritos y buena predisposición, he sido ascendido en
un tiempo récord.
Normalmente, tendría
que haber pasado por la academia un tiempo, pero estamos en tiempos convulsos y
con mi breve experiencia universitaria, ha sido suficiente.
En cuanto me comentaron, que estaba propuesto y con muchas
posibilidades, dados mis padrinazgos, encargué una chaqueta nueva, e incluso me
hice hacer una foto, con la bandera del regimiento.
Asumir nuevas
responsabilidades, está en el porvenir de mi nueva condición, siempre sujeta a
las órdenes superiores.
El equipo que tengo
a mi disposición, es bastante heterogéneo, desde los convencidos de que están
en un estado superior que hay que hacer respetar, hasta los niños bien que sus
familias quieren apartar de la dura y fea realidad del frente.
A mí me da igual, su
procedencia y sus motivaciones, siempre que sean capaces de cumplir con su
misión, de forma eficaz y entregada.
Hoy me he levantado
más pronto de lo habitual, tengo un servicio al alba, en el cual me estrenaré, en mi
nueva condición de mando.
Mientras desayuno
unas tostadas con mantequilla, que junto con un huevo pasado por agua, de excelente calidad y frescura, escucho la
radio, en la que están dando los partes de lo acontecido ayer y que nos
beneficia notablemente.
Está claro que somos
los dueños de la situación y la balanza cada vez se decanta más de nuestra
parte. La victoria está próxima.
La moza del hostal,
donde me encuentro provisionalmente, hasta que me faciliten una residencia, me
trae un café de procedencia dudosa, a lo que no hay que hacer preguntas
inconvenientes.
Me la miro, mientras
noto como se ruboriza por ello, viste de una forma un tanto basta, pero supongo
que cómoda para su trabajo. Las medias
de algodón blancas que lleva, apenas asoman por un vestido demasiado largo,
para las modas que recuerdo de la capital.
La aparto de mí con
un ligero gesto de mano, pues no me gusta que esté mariposeando a mí alrededor,
como una perrilla esperando que le tire un hueso.
Aún no clarea el
día, pero tengo que ir hacia el centro de internamiento, comprobar el estado de
mis hombres con su equipamiento y presentarnos para la ceremonia.
Hace un frío que
pela, a pesar de los guantes de cabritilla que me regaló Engracia, mi madrina, los dedos apenas los siento.
Se acerca el
momento, empieza a verse con cierta normalidad y es mejor hacer las cosas
cuanto antes, si no nos quedaremos tiesos y con riesgo de pillar una pulmonía
como poco.
Ordeno al cabo que
alinee a los hombres y estén listos a la orden, mientras el cura hace su labor
de preparar aquel pobre desgraciado, que espera su turno ante la pared.
Cuando el padre se
aparta, mirándonos para que sepamos dirigirnos bien hacia nuestro objetivo, doy
la orden.
El estruendo de la
salva, asusta a los pajarillos de un árbol cercano, que salen alocados,
buscando refugio en un lugar más tranquilo.
La víctima cae
primero de rodillas, como si los impactos no hubieran sido demasiado fuertes y
luego sobre su costado derecho, dejando
ver su chaqueta de pana agujereada por diversos sitios.
Mientras me acerco y
desenfundo mi pistola reglamentaria, sus pies tiemblan acalambrados al no estar
sujetos con cuerdas como los brazos.
Disparo a la cabeza,
dándole el tiro de gracia que evite un sufrimiento excesivo para un hombre que
no conozco y del que no quiero saber nada.
Empiezan a asomar
unos tímidos rayos de sol, que permiten ver un cielo diáfano, de esos claros,
que anuncian un frío día de otoño.
A medida que el sol
se afianza, mi estrella se vuelve más rutilante.
Pura realidad la de tu pluma, magnifica narración ¡te felicito¡
ResponderEliminarBesos muy fuertes
tRamos
Gracias, es una realidad qué nos quieren hacer olvidar.
EliminarBesos!
Galones y estrellas manchados de sangre inocente.
ResponderEliminarQue asco de gentuza.
Saludos.
Tristes ejecutores sin conciencia, de los firmantes despreciables.
EliminarSaludos.
Es un relato brillante.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo
Muchas gracias Amalia.
EliminarUn abrazo.
Ufff, qué relato tan crudo...
ResponderEliminarE imagino que así deben ser los seres capaces de estas y otras atrocidades, sí...
Así va el mundo.
Se me ha erizado la piel, de veras.
Un beso.
En su crudeza y la frialdad del ejecutor, está la mentalidad de algunos gobernantes.
EliminarUn beso.
Ponerse en la piel de ese sargento, creo que ha sido un ejercicio de deshumanización para ti, pero nos enseñas la otra cara de la moneda, la de que todos, digamos muchos, tenemos:una cara oscura y negra que si se alimenta con ideologías etc podemos sacar a la luz.
ResponderEliminarA la luz del alba por miles en aquellos años de la España fratricida que dejamos atrás, creo.
Un beso
Lo triste es estas cosas, es que siguen sucediendo, de esta o de otra forma parecida.
EliminarUn beso.
Podría ser perfectamente un relato histórico de los desgraciados años del dictador. Lo has ambientado muy bien.
ResponderEliminarUn saludo, pensando con matices, que aquellas mentes son las que hoy tienen la llave de la Constitución.
Podría ser.
EliminarSaludos.