LA MUDANZA

 

Foto de A.C.P. 

G. Ph. Telemann: Sonata in D major,  

TWV 44:1 – Bremer Barockorchester

 

 

La Mudanza 

 

Estaba feliz con su bebé, era la hora del paseo, lucía un sol espléndido en un invierno tranquilo. 

Lo puso en el cochecito y con él se lo llevo a dar una vuelta, por aquel tranquilo barrio de casas con pocos apartamentos y las consabidas viviendas pareadas unifamiliares, puestas de moda en los pueblos periféricos de las grandes ciudades, donde se instalaban los que buscaban más tranquilidad y un entorno menos anónimo para la familia. 

Mientras paseaba contemplando a la criatura, haciéndole reír con sus gesticulaciones, su cara era un sinfín de muecas, para diversión del pasajero. 

En esto tuvo que parar, estaban sacando con una carretilla, cosas de una de las casas, la típica mudanza, hoy en día es un no parar, la cantidad de veces que una casa cambia de manos y sus habitantes se mueven por otras geografías, por causas mil.  

Mientras los dejaba libre la acera, indicando que ella no tenía prisa, dándoles paso con la mano, observo con algo de extrañeza, la fisonomía de los mozos, tenían un aspecto como algo militarizado, con botas recias, vestidos de negro riguroso.  

Mientras estaba ahí tan tranquila, echando una mirada al bebé y otra a los tipos intentando que una nevera no se cayera de una carretilla a todas luces insuficiente para su tamaño. 

Lo vio todo como muy poco profesional, además la fría mirada del operario, le dejo una sensación algo mucho, desasosegante. 

Una vez libre el paso, entre la casa y el camión aparcado, le entraron las prisas y siguió algo más deprisa, que hasta entonces. 

No pensó más en el asunto y ni siquiera se lo comentó al marido, cuando por la tarde llego derrengado de una jornada de trabajo agotadora, una vez más angustiado, por cumplir con los objetivos que le permitían pagar la casa. 

*** 

Dos días más tarde, en la panadería, esperando ser atendida, se fijó en la exaltada conversación entre la dependienta y dos clientas con ganas de hacer notar su desacuerdo con las autoridades municipales. 

• Es que por aquí no aparece nunca ningún coche patrulla. 

• Lo raro es que no pasen más desgracias. 

• Di que sí, es un escándalo. 

• Estamos dejados de la mano de dios. 

• Pues no sabía nada. 

• Normal, aquí hay que hacer ver que es un pueblo tranquilo y libre de sustos. 

No pudo dejar de poner la oreja y ya de paso, preguntar: 

• ¿Qué ha ocurrido? Parece algo serio. 

• Que han desvalijado una casa 

• Enterita, no han dejado ni una alfombra, solo la esterilla de la entrada. 

• ¿Qué me dicen? ¿Dónde? 

• Aquí al lado, en las pareadas, han vaciado una casa al completo. 

• ¡Con todo el morro! A pleno día y sin problemas. 

• Se imaginan que actuarían pasando por una mudanza. 

• Se ve que hay unos de esos kosovares o rumanos, vayan a saber. 

• 
  

Nuestra amiga, roja hasta las raíces del pelo, se disculpó diciendo que ya pasaría más tarde, que se había dejado el fuego encendido. 

Las otras se la miraron con condescendencia, hacia una madre primeriza, comentando lo justo al respecto, para seguir luego con el tema de la falsa mudanza. 

Tras hablarlo con su marido, optaron por ir a la comisaria a explicar lo que vio, sin llegar a creérselo del todo, pues solo fue una sensación desagradable y tampoco podía aportar datos, solo confirmar el modus operandi. 

Al menos se quedaría con la conciencia ciudadana, tranquila. 

Terrassa, 24 octubre 2023.