Infancia rota, exposición Centro de Arte Sta. Mónica
(Foto del autor)
Regalo de Navidad
El tiempo se me echaba encima y aun no tenía los regalos de navidad
comprados, sin querer había ido dejando postergada la decisión, de qué
correspondía a cada quién.
Triste final para una noche que era considerada mágica en mi
familia, presentarme sin los regalos adecuados para cada uno, esos muy pensados
para satisfacer a cada miembro, sorprendiéndole con un obsequio que aparte de
estar a la altura de las expectativas que tuviera, le dejara desconcertado por
la novedad y el buen gusto, acreditado en la elección.
Eso me llevaba más tiempo del que solía tener disponible; el
trabajo no me faltaba y era más del que podía atender, pero no podía prescindir
de ningún cliente, pues daría alas a mis competidores, no estando los tiempos
para regalar oportunidades no merecidas.
Y así estaba ahora, con la mente en blanco ante el reto de buscar
el regalo más adecuado para mi padrino, que tras muchos años lejos de casa,
regresaba a la vieja mansión familiar para reanudar la vieja tradición de
juntarnos todos los miembros, alrededor de una mesa y festejar la noche buena,
con una cena pantagruélica, que nos dejaba sin fuerzas para llegar arrastrándonos
después, a la misa de medianoche, para honrar al recién nacido con el canto de villancicos
a capela.
Recordaba las noches pasadas en compañía de mi padrino, amante de
las artes y la gimnasia, era un atleta de tomo y lomo, siempre sudando la
camiseta, pero no de trabajar, en ese aspecto lo había dejado todo en manos de su
hermano, mi padre, el varón menor, que era quién llevaba las riendas de las
finanzas familiares.
Le gustaba ver como subía la pértiga, saltaba el potro, recorría la
escalera y daba volteretas sobre la colchoneta, para acabar en sus brazos.
A veces se nos unía la prima Victoria, un año mayor, a la que le
iba más el ballet, con lo que el padrino, se inventaba una coreografías muy
rebuscadas, que siempre nos hacían acabar a los dos, sobre una inmensa cama con
dosel, en posturas incomprensibles para dos chicos de nuestra edad.
El padrino también era muy aficionado a la fotografía, con lo que
en todas estas actividades, aprovechaba nuestra presencia para usarnos de
modelos y así pasar a la posteridad, decía él riéndose como un insensato.
Como siempre estábamos sudados, nos hacía quitarnos la ropa, para
que no se nos enganchara con la humedad, que quedaba fatal en las fotos; con
esas marcas en las camisas ya puestos,
nos lo hacía quitar todo, para tener un mejor sentido artístico.
A veces nos hacía ensayar juegos con él, en los que sólo se lo
pasaba bien él, donde todo el protagonismo era para él, incluso lo filmaba con
una cámara de vídeo puesta en un trípode, pero curiosamente no se le veía a él,
bueno si pero nunca la cara.
Creo que su larga ausencia tenía algo que ver con esas películas,
pues en uno de sus entretenimientos, Verónica se desmayó y salí corriendo en
busca de ayuda, lo cual no le hizo ninguna gracia.
A raíz de aquellos acontecimientos, no volví a ver a mi prima y a
mí me llevaron a pasar muchas tardes con un señor, que se pasaba todo el rato haciéndome
preguntas y apuntando las respuestas en una libreta.
Las navidades se siguieron celebrando de la misma manera, pero con
mi padre en la cabecera de la mesa.
Por suerte, al final he podido ir satisfaciendo mi búsqueda de
regalos, incluido el del padrino, por casualidad he pasado delante de una armería,
donde tenía expuestas armas antiguas, bayonetas de la gran guerra, ballestas y
cosas así, al entrar a curiosear, un dependiente muy amable con una edad
respetable, al ver mi interés por una de estas armas lanzadoras, me ha ofrecido
un dardo con punta de plata para matar monstruos, me lo ha dicho en voz queda
pero sonriéndome.
Solucionado el tema de los regalos, incluido el del padrino, he
podido irme para casa más tranquilo, incluso me ha dado tiempo para enviarle un
christmas a Verónica, al sanatorio.
Cuando nos hemos intercambiado los obsequios, en el momento de
darle a mi padrino el suyo, ahora lo tengo delante pues ya no se sienta en la
cabecera, le he dicho con una sonrisa, no te muevas te lo lanzo.
Su estúpida sonrisa se le ha quedado fría al recibir mi regalo,
directo al corazón.
Ufffff robarle así la infancia a un niño es el delito más abominable que se puede cometer.
ResponderEliminarBesos.
Creo que si, es algo terrible.
EliminarBesos.
El mejor regalo de navidad es una sonrisa y un abrazo, aunque también se agradecen los regalitos.
ResponderEliminarFelices navidades, amigo Alfred.
Un beso.
Cierto! Donde este un abrazo sincero y un beso cariñoso, acompañados por una sonrisa, que se quite todo lo demás, aunque por educación también lo aceptemos. :D
EliminarFelices navidades, amiga María Perlada.
Un beso.
¡Tremendo cuento de navidad!
ResponderEliminarMe alegra que el personaje tuviera su desquite, justicia aunque sea en la ficción.
Saludos :)
Bueno, me inspiro una noticia de esas impactantes. En la que no hubo este tipo de justicia, claro!
EliminarSaludos :)
A eso se le llama un regalo envenenado: ¿Era para tanto?
ResponderEliminar-Era un déspota, un ególatra
-Pero estamos en Navidad
-Por eso me aproveché. Es un delirio mio de la mente.
-Nadie sabe lo que se esconde detrás de tanto regalo. A veces el amigo invisible más bien parece un enemigo invisible por los regalos que en ocasiones se suelen hacer.
Sea lo que fuere, no se puede negar que el final es sorprendente.
Hola Tecla, ciertamente nadie sabe que sentimientos esconde cada regalo, en este caso es una situación limite.
EliminarGracias por tu comentario.
Me encanta no ser madrina de nadie.
ResponderEliminarMi regalo es un abrazo, cuajadito de buenos deseos para ti
Podrías ser una hada buen, de esas que van repartiendo estrellitas brillantes desde el cielo, como lluvia de buenos deseos y bondades para todos los tiempos por venir.
EliminarUn beso.
Tremendo relato, muy bien estructurado y con el final deseado.
ResponderEliminar¡Felices Fiestas Alfred! Sin dardo.
Muchas gracias! Dejaremos los dardos para otra ocasión. :D
EliminarFeliz Navidad!
Bien hecho.
ResponderEliminarEso es poco para lo que merecía.
Saludos.
Es un tema delicado, pero hay gente que sale de una estancia penitenciaria, sin ningún tipo de arrepentimiento ni la más mínima intención de cambiar su comportamiento. Creo que aquí, un dardo, es incluso algo piadoso.
EliminarSaludos.
Un regalo inesperado, para un padrino que de ejemplar nada tenía. A veces se dan casos así, aunque no es la norma. Bien escrito.
ResponderEliminarUn saludo muy navideño.
Gracias, no es la norma, pero hay montones de criminales abusadores, sin haber expiado sus faltas ni arrepentirse de ellas. En centros que viven del perdón ajeno. Por ejemplo.
EliminarUn saludo con campanitas y coronas de abeto.
Vaya relato tan bien desarrollado, pero... Ufffff, yo creí que los padrinos, aportaban solo amor.
ResponderEliminarLos niños son la felicidad del mundo, personalmente, me atrae de los pequeños, esa su capacidad para sorprenderse con su inocencia.
Esto que cuenta tu relato con su protagonista es una aberración, así que...donde las dan, las toman.
No se a que es debido, que no he visto esta actualización tuya, ni la anterior. Me he acercado por extrañarme tu tardanza en publicar. Será cosa de Blogger, o de mi pc.
Un abrazo bien grande Alfred.
Gracias Daphne por preocuparte, a veces pasa, que no te llegan señales y si que están colgando cosa, so se porque pero pasa.
EliminarLos niños son la felicidad del mundo y los que les roban la infancia no tienen perdón.
Un abrazo y felices fiestas!!!
Al menos tuvo un regalo de Navidad, digamos inesperado, la parte negativa es la chica.
ResponderEliminarMuchas gracias!
Saludos.
La vida pasa cuenta pero pocas veces repara los daños
ResponderEliminarBuen relato con una cruda realidad tantas y tantas veces acallada, por ... todos aunque el alma inocente clame venganza no siempre se obtiene
Besos
Tienes razón, es un tipo de crimen que muchas veces se acalla, en el seno de la familia o del colegio.
EliminarBesos.
Muchos regalos así merecen muchos.
ResponderEliminarMás de uno, aunque no esté bien decirlo.
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