Foto obtenida de Internet
RELOJ DE ARENA
Cuando acabaron
el juego, recogieron el tablero las fichas pero no el reloj, ese viejo reloj de
arena, que desde tiempo inmemorial, arbitraba el tiempo adjudicado a cada
contendiente, para dar respuesta a su desafío.
Tiempo
observado con impaciencia por sus rivales, para una vez transcurrido, gritar al
unísono ¡Tiempo! Y poder ser ellos los que proseguir el juego, dejando al perdedor
del turno, cabizbajo por no haber podido poner todas las fichas adecuadas para finalizar y ganar.
Normalmente el
reloj lo ponían verticalmente, dentro de la caja del juego, en su lugar
correspondiente y se vaciaba la esfera superior, dejando su función a la espera
de ser sacado de nuevo y activado para una nueva partida.
Pero aquella
tarde, recogieron con prisas, les esperaba una salida en coche y tenían que
apurarse, pues amenazaba lluvia.
Cuando ya se
iban, vieron el viejo reloj de arena sólo, en una esquina de la mesa, olvidado
sin guardar en su caja, dada la premura por irse, una mano amiga se limitó a
cogerlo e introducirlo en el cajón de la cómoda, donde guardaban los juegos de
mesa.
El reloj se
acomodó como pudo dentro, cayendo de lado, de tal forma que las dos esferas,
retuvieron la misma cantidad exacta de arena, ni un grano más, en una que en
otra.
Por
circunstancias extrañas que la física no puede revelarnos, esa casual
circunstancia, produjo un efecto inusitado, el tiempo se quedó estático,
parado.
Como un efecto
de congelación ultra rápida, todos los actos quedaron detenidos en un segundo
eterno.
Evidentemente
no llovió, tampoco fueron al coche, las motas de polvo no llegaron a caer sobre
la mesa, el tipo de la tele se quedo con su sonrisa dentífrica puesta, los números
del ruter no avanzaron y su mano seguía en al cajón, sin
llegar a cerrarlo del todo.
La sensación
era la de pertenecer a un cuadro híper realista, todo bien definido, bien
mostrado, una viva imagen familiar, con los elementos precisos para juzgarla, como una buena
estampa hogareña. “Salida de casa”.
Lo único bueno
de aquella situación tan extraña, era que su amor era eterno, tenía su
enjundia, pero al fin lo habían conseguido.
Lucas rompió el
encanto, aquel travieso ratón, indultado por el peque de la familia, de ser
ejecutado por un fuerte y seco escobazo, gracias a unos lloros desconsoladores,
se coló por la ranura aun abierta que permitía observar su interior.
Qué podía
buscar dentro, nadie nunca lo sabrá, porque no le afecto la falta de tiempo
tampoco, si notar sus consecuencias; en
su chafardería empujo con su hocico al viejo reloj de arena, observaba su
interior como una posible fuente de sabrosas
migas, sacándolo así de su horizontalidad.
Un grano se
decantó y la mano acabó de cerrar el cajón, dejando en su interior al pobre Lucas, sólo, a oscuras y sin migas.
La televisión se quedo sin su presentador estrella, el display enloqueció saltando
números y las motas de polvo fueron depositándose suavemente sobre la mesa.
Las ansiosas
gotas de una lluvia incipiente, cayeron con el apremio propio de un otoño por
llegar, aun no tenían hojas que amortiguaran su caída, siendo absorbidas por
una tierra sedienta.
Aquella tarde,
les pareció que oscurecía antes, al estar nublado no lo notaron raro, corrieron para evitar el agua que les
caía encima, riendo sin más.
Pero si les sorprendió el ver la poca gente,
que un viernes por la noche, había en la
pizzería y que muchos de sus platos preferidos, se hubieran acabado.
Es muy bueno, Alfred,, me ha encantado
ResponderEliminarUn beso
Muchísimas gracias por tu entusiasmado comentario.
EliminarUn beso!
Una genialidad, felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias. Esperemos ir mejorando.
EliminarUn abrazo.
Un misterio de la física, muy bien descrito.
ResponderEliminarUn saludo, congelado en el tiempo.
Horror se me ha quedado la mano congelada al estrechar la tuya, al saludarte.
EliminarBien Alfred, me ha gustado!!!!
ResponderEliminar=)))
Gracias Llilana!!!
Eliminar:D
Entre la vida y la muerte. El punto exacto donde la muerte no se decide a dar el último golpe. Muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias!
EliminarUn fuerte abrazo.
Precioso...Los relojes de arena tienen un encanto especial.
ResponderEliminarUn beso Alfred!
Los mismos minutos, parecen correr más lentos en su deslizar por el tiempo.
EliminarUn beso Sofya!
Buscando a la física para respaldar a la imaginación. Interesante relato.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias! Un saludo!
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