LA MODELO





                    Desnudo al atardecer de Eduardo Úrculo





Siendo un pintor en los comienzos de una carrera sin padrinos, me atenía a las normas más básicas de academicismo, para poder vivir de una obra hecha con la mayor de las seriedades posibles.

Mi economía era muy justa, permitiéndome eso sí, el alquiler de un estudio, en lo que había sido vivienda de porteros en un sobreático, cómo tal muy luminoso y  caluroso en verano.

Pero lo que me pedían los clientes, mayoritariamente hombres de empresa, eran desnudos femeninos para aligerar el ambiente de sus sesudos despachos, en los que un calendario estaría mal visto, pero un óleo original, es otra cosa.

También había hecho retratos para familias, pero la verdad es que no me permitían una cierta visualización, digamos más artística.

Por ello salía a la caza de mujeres que estuvieran dispuestas a pasar en un futuro más o menos lejano, a la posteridad, siendo mostradas en grandes salones e incluso en museos.

Las modelos que había conocido de mi estancia en la escuela de bellas artes, eran digamos un poco resabiadas y no siempre se fiaban de un pintor novel.

Por eso a veces salía a buscar alguna chica, de las que hacían la calle, a ver si por poco dinero querían posar para mí, en horas de poca actividad para ellas, cómo podían ser las mañanas domingueras.

Al inconveniente de su falta de profesionalidad para posar, siendo difícil qué estuvieran toda una sesión manteniendo las posturas requeridas, se unía por parloteo continuo, a veces contando entresijos de su profesión, que me alteraban considerablemente.

Una mañana sensiblemente calurosa,  mi modelo me pidió darse una ducha antes de empezar, para refrescarse y adecentarse después de su habitual trabajo. A lo que accedí sin ningún tipo de reserva, no me importaba que usara el baño, y tenía una ducha estupenda de esas con efecto masaje.

Al ser una hora en la que el sol apretaba de verdad, todas las ventanas de la casa estaban abiertas de par en par, produciendo unas corrientes de aire, que hacían la estancia mucho más agradable.

Al ser un piso ganado a las buhardillas  del edificio, se trataba de una estancia sala comedor cocina y una  única habitación con el baño incorporado, con una puerta corredera, de esas para ganar espacio, atascada desde el principio de mi estancia y que no me había preocupado en arreglar.

Esa combinación fue letal para la pobre Isa,  pues mientras preparaba las pinturas que iba a utilizar, oí un sonoro portazo, un estruendo producido por la rotura de un cristal y un grito agudo y agónico.

El espectáculo al que asistí, he de reconocer que me sorprendió y me aterró, verla derrumbada sobre el plato de la ducha, mientras la sangre corría hacia el desagüe, y sus ojos permanecían abiertos, mostrando una sorpresa sin vida.

Al golpear la ventana, el cristal se había desprendido, degollándola en su caída, de una forma rápida y sumamente eficaz.

Estuve bastante rato contemplando la escena, aún muerta tenía una considerable y apreciable belleza, y decidí  que era una lástima, prescindir de ella.

Así que la lavé con sumo cuidado, y la deposite con sumo esfuerzo y mucho cuidado, sobre un diván, en una postura que me complaciera lo suficiente y no me resultara inquietante contemplarla.

Eso sí, tendría un tiempo limitado para poder realizar la obra, cosas de los calores veraniegos




6 comentarios:

  1. Las corrientes de aire, dejando al artista una posibilidad de modelo en tal estado de quietud, que bien valía el esfuerzo de llevarla en brazos, cara a la ventana de la vida, tontamente arrebatada.

    Un abrazo.

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  2. El prágmatismo de la necesidad, se impone a humanidad que la situación requiere.
    Un abrazo.

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  3. Bien escrito, lo está pero digamos que lo encuentro poco romántico. Lástima del cristal.

    Un saludo, escritor.

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  4. Gracias, no es romántico, ni siquiera pasional, es sacar provecho de una situación, el mundo aséptico y materialista que nos toca vivir.
    Un saludo, gracias otra vez.

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  5. Este texto tiene de todo, pero me gustaría destacar el humor negro.
    Muy bueno.
    Un fuerte abrazo, Alfredo.
    HD

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  6. Gracias Humberto, hay que tener humor hasta el final.
    Un fuerte abrazo.

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