Imagén de Internet
Era
un día de invierno, en el que fuimos a pasar el último fin de semana al viejo
caserón de la familia, que tras largas negociaciones, habíamos vendido a una
sociedad filial del ayuntamiento para montar una residencia de ancianos.
Mientras
recorríamos las salas, subíamos a los pisos, nos movíamos por las estancias, en busca de algún objeto que quisieramos recuperar, decidimos quedarnos a pasar la noche, para ello había que calentar un poco aquel ambiente
tan gélido.
Bajamos
una vieja cómoda del desván, no tenía el mármol de encima y estaba totalmente
carcomida.
Decidimos
usarla para encender el fuego de la señorial chimenea, que presidía el salón
comedor.
Pues
el frío arreciaba de forma penetrante en aquel viejo caserón;
donde
la vida se había dejado de practicar hacía muchos años.
Mientras
contemplábamos los trozos en los que la habíamos convertido, tras pasar por nuestras manos armadas, con
una vieja y contundente hacha.
Hicimos
bromas, imaginando las mil cosas que se habían guardado en
esos cajones. Antiguas enaguas de seda, corpiños de ballenas, pañuelos
perfumados con agua de lavanda.
Lástima
no haber descubierto ningún lugar secreto donde guardar un mapa del tesoro o
algo por el estilo.
Al
cabo de un rato de ir poniendo, trozos del viejo mueble al fuego, éste empezó a chisporrotear alegremente, parecíase a una cantinela, una
vieja tarantela, oída en nuestra infancia y que resaltaba ahora con una fuerza
evocadora impresionante.
Al
mismo tiempo, se desprendían unas llamas azuladas, cómo dedos, de una mano
invisible que empezaban a formar unas palabras, escritas en el denso humo ascendente.
Era
como si las viejas virutas ascendentes
quisieran contarnos algo acaecido hacía ya muchos años.
…Llega
la oscuridad, los cuerpos se acercan, las lechuzas hacen sonidos....
Siguen
chisporroteando los brasas, quedan las cenizas de una historia de cartas transoceánicas,
que perduraron a la carcoma del olvido.
Observamos
los viejos cajones hechos añicos, vacios de contenido, llenos de recuerdos, ardiendo.
…Solo
tu presencia me haría sentir cómo una brisa de mar acariciar mi rostro….
En
uno de ellos un doble fondo muestra un revoltijo de papeles ardiendo, una cinta
roja los mantenía bien unidos, en un hatillo.
…La
pasión por estar a tu lado, me da fuerzas para continuar esperando un
encuentro, que intuyo cercano…
De
ahí salen las palabras, que se forman como escritas con una tiza blanca, sobre
una oscura pizarra de color hollín.
…Bailemos
en un abrazo eterno, que el día no nos separe…
Esas
que perdurarán por siempre, ya que tantas veces como pintan las paredes, tantas
otras luchan por revivir el amor imposible.
...Cuando nos reencontremos, nada ni nadie,
me separara…
De un época donde las cartas tardaban meses,
en hacer regresar los besos enviados, quedando en el aire flotando, la niebla
de un beso de cemento sobre el océano.
…este tormento de tu ausencia, tiene que
parar, antes de qué…
Hacen
rato qué nos hemos levantado de los viejos orejeros tapizados de cretona
floreada y, observamos atónitos las apasionadas frases escritas con el ardor
juvenil de nuestros bisabuelos.
...Mis labios se cierren sellando los tuyos, para sorber todas las palabras...
...Mis labios se cierren sellando los tuyos, para sorber todas las palabras...
O eso creemos.
Mientras el fuego aviva la temperatura del invierno presente, las frases de amor pasional epistolar dando al pasado la opción de demostrar que las distancias se salvan si el amor se mantiene.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mantener la llama de la pasión encendida a pesar de la separación.
EliminarUn abrazo.
Está muy bien ambientado. Me hubiera gustado estar presente, pero esto ya sería otro escrito.
ResponderEliminarLa narración, infunde respeto.
Un saludo, escritor.
Gracias! Limitemonos a contemplar cómo el fuego va consumiendo o avivando, una pasión desconocida.
EliminarSaludos.
Maravilloso texto donde nos levas de las manos a tu mente de escritor poeta
ResponderEliminarGracias por tan sensible comentario.
EliminarUn saludo.
Que bueno estar en el fuego y ver como de las llama brotan esas frases tan ardientes, los bisabuelos entendían del amor tal vez más que nosotros mismos. Una manera de manuscrito mágica y fantasmal a la vez. Un abrazo Alfred, me gusto leerte.
ResponderEliminarContemplar el fuego de una chimenea, en una tranquila conversación, te permite observar y deducir los mensajes de las volutas que se elevan contándonos cosas del pasado.
EliminarUn abrazo y un placer que te haya gustado su lectura.
¡Qué bueno que hayas recuperado este texto antiguo, Alfred! y muchas gracias por sumarte a mi propuesta con él. Yo no lo había leído antes, así que gracias. Me gusta mucho eso de los versos de amor escritos en el fuego al quemarse la madera. El ambiente es muy acogedor en ese viejo caserón familiar.
ResponderEliminarUn abrazo grande
ya ves, cuando vi la propuesta, pensé que algo tenía la respecto y al final lo encontré ;)
EliminarUn caserón de los de antes.
Un gran abrazo.
Debe ser muy duro tener que disponer la venta de una casona familiar con tanta historia. No sé si podría desprenderme de algo tan valioso, con tantas vidas transcurridas bajo esos techos. Suerte que el amor en tu relato se las ingenio para sobrevivir al tiempo y al fuego de la desmemoria. Un abrazo
ResponderEliminarBueno, hay casas que mantenerlas es muy caro y cuando hay herencias encima es difícil ponerse de acuerdo y lo mejor es vender.
EliminarEl amor siempre sobrevive, o eso espero.
Un abrazo.
Alfred,
ResponderEliminarhas escrito pura poesía. Un relato apasionado. Los momentos de pasión, perduran para siempre.
Enhorabuena, me ha gustado muchísimo esa mezcla de pasado y presente; la sorpresa de la juventud comprobando que los mayores también fueron jóvenes amantes.
Abrazos y buenas noches.
Gracias Berta. Un entrelazado entre el pragmatismo de una venta por evitarse problemas y la realidad de un amor eterno.
EliminarLos jóvenes han de saber de dónde provienen.
Un abrazo y feliz domingo.
Qué relato más precioso, ¡un manuscrito de fuego! no se puede ser más romántico, me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo Alfred, que tengas un buen fin de semana.
Muchas gracias Esther. Un manuscrito que se auto confirma en las llamas. Me alegro.
EliminarUn abrazo y feliz domingo.
Me ha gustado muchísimo la forma en que vas insertando en el relato esas maravillosas frases de amor que adquieren mayor relevancia al ponerlas en los sentimientos de los bisabuelos, dándole visibilidad a que la edad no existe para el amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Volutas de versos, subiendo con el calor de las llamas, recuerdo de otras brasas que siempre han estado encendidas.
EliminarNo hay edad para el amor.
Un abrazo.
Un relato para estar atento, el de las cartas, ya que sólo se representa una vez. A partir de ahí la memoria se encargará y ña imaginación rellenara los huecos. Me encanto lo de "donde la vida se había dejado de practicar"
ResponderEliminarAbrazo alfred
Esas cartas que se solían esconder por las damas y que en contadas ocasiones salían a la luz.
EliminarLas caserones que caen en desuso por ser grandes e incómodos, amén de caros de mantener en condiciones. Eran de una época con otra forma de vivir.
Muchas gracias Gabiliante.
Un abrazo.
Querido Alfred , llego tarde y lo se , pero es que no doy a basto
ResponderEliminarpaso a leerte , ya que la convocatoria termino , es un relato muy hermoso
y me a gustado mucho , por un momento me has echo vivir esa escena en esa antigua
casa y conocer a lo antiguos moradores de aquella gran casona , te deseo una feliz noche , y felices fiestas , besos de flor.
Querida Flor, no te preocupes por eso, lo importante es que te pases cuando puedas. ;)
EliminarFeliz noche y buenas fiestas.
Besos.