Cada tarde, al declinar el sol en el horizonte, salían fuera, a pasear respirando todos los aromas que atesoraba la tierra y que la frescura de la hora hacía emanar con más intensidad.
Aquel día en concreto el sol desapareció antes, tras unas nubes, grises fuertes y cargadas, que amenazaban con tormenta, la cual se desató, justo cuando estaban llegando cerca del río, en su paseo diario en busca de algo fresco, cómo tras una larga jornada de trabajo.
Llueve, las gotas de agua fría, juegan con mi barba, enriqueciendo su volumen, antes de dejar sitio a sus compañeras que van llegando apresuradas.
Empapan mis ropas, y bajan con prontitud, hacia el suelo donde empujadas entre ellas, forman una corriente, deslizándose, empujando hojas, piedrecillas, insectos y ramas.
A medida que que crece su volumen, su fuerza es mayor, y puede empujar con más fuerza, desafiando lo que pueda impedir su avance.
Quieto, disfruto de las caricias del agua, que en el atardecer bochornoso, calma las primeras calores que anuncian la proximidad del verano.
Los observo en su andar por la tierra, antes polvorienta, luego lodazal y ahora caudal desbocado, que se los lleva por delante, agarrados a una hoja de plátano, cual balsa salvavidas.
Su destino es el río, a no ser que en su viaje tropiecen con una barrera de maleza y queden prendidos en ella como botones coloridos.
Los observo, en su avance hacia un destino previsible, sabiendo qué son solo unas motas de color, en un verde paisaje.
Sólo, en el bosque de mis pasos perdidos, con la espalda mojada, oigo risas de niños, contemplando el correr de agua, donde ponen sus cortezas, cómo barcas para hormigas, camino del mar.
Qué itinerario.
ResponderEliminarPrecioso paisaje. Me ha encantado.
Un abrazo.
Muchas gracias Albada.
EliminarBesos.
Me encanta la descripción del relato y como casi se puede percibir el tacto de las gotas deslizándose. Después nos revelas la observación de los pequeños insectos sorprendidos por la corriente para rematar con el final, entre nostálgico y cruel de los niños.
ResponderEliminarGenial!
Con el agua recorriendome la espalda, los pies empapados, agradezco que lo consideres real. Un abrazo.
Eliminarcasi pude oler la tierra empapada. Descripciones excelente, Alfred
ResponderEliminarun abrazo
Me siento como si hubiera hecho mis abluciones diarias. Un abrazo.
EliminarCada estación con su vida propia, con su historia. Merece la pena pararse a observar esos otros mundos que nos rodéan y que tan llenos están de vida, que tanto nos pueden enseñar. Busquemos esos tiempos y aprendamos a valorar nuestro entorno.
ResponderEliminarUn abrazo
La observación de nuestro entorno, nos depara detalles de vida fantásticos. Un abrazo.
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