Luego su distracción fue asustar a las paseantes con caperuza, cuyas abuelas no las aguantaban, todo el día acosándolas con sus preguntas, y las mandaban a la caza del lobo.
Aunque el ya había hecho también de las suyas al respecto, mejor no entrar en detalles escabrosos.
Pero las nuevas senderistas no se atemorizaban por nada y reían con voz estridente ante cualquier novedad que se les presentara.
Se quedaban a ver y preguntar como le iba por el bosque enano, y él se escondía detrás de un bonsái, con la cabeza metida en su camisa a cuadros para no ver.
Ahora era él, el asustado.
Muy ingenioso el punto de vista que relatas. Demuestras como todo puede cambiar y transformarse.
ResponderEliminarUn abrzo Alfred!!!
Ni que lo digas! Un abrazo!
ResponderEliminarporque ahora, en realidad, hay proliferación de lobas que vienen recargadas y no se asustan así nomás. Cosas de la modernidad...
ResponderEliminarabrazo
Todos los personajes del cuento pueden intercambiar sus papeles, y todos están en la vida real. Un abrazo Laura.
EliminarOtrora nos lo pusieron crudo con el de la Caperucita Roja.
ResponderEliminarYa que ni alienta Perrault, ¡pobre! hasta los corderos lechales te pueden dar el susto.
Es lo que trae consigo la 'Globalización' y el pluriempleo, me figuro...jejeeje
Abrazos, Alfred
Los sustos nos vienen por diversos conductos, tenemos donde elegir. Un abrazo Pili MªPilar.
EliminarLas buenas o malas acciones siempre revotan en si mismo, finalmente aquel leñador cavo su propio hoyo.
ResponderEliminarSaluditos!!!
La dulce mariposa aletea contemplando la escena desde lo alto, diciéndose que ya nada es como antes.
ResponderEliminarEl leñador abre un ojo y le dirige una mirada de admiración ante su belleza.
La paseante, no se percata de la presencia alada y busca cómo pillar al lobo.
Saludos afectuosos.