Cuando
empecé a escribir esta historia, creía que tendría todo el tiempo del mundo
para ello. Ahora que estoy muerto, sé que no.
Lo anoto como una frase que me puede servir más adelante, en el libro que
supuestamente estoy escribiendo, pero que no acaba de avanzar lo suficiente,
para ser considerado un proyecto viable.
Estábamos
aburridos, nos mirábamos con la desconfianza típica de los desconocidos. Cada
uno encerrado en sus pensamientos, pocas veces los compartíamos.
De tanto en tanto, llamaban a alguno para llevarlo ante el alto tribunal. Un rumor como otros muchos, lo que ocurría es que desconocíamos ese detalle, hasta que no llamaban a los novatos, que ya habían dejado de serlo.
De tanto en tanto, llamaban a alguno para llevarlo ante el alto tribunal. Un rumor como otros muchos, lo que ocurría es que desconocíamos ese detalle, hasta que no llamaban a los novatos, que ya habían dejado de serlo.
Entonces
estos se enteraban de qué iba la cosa y no siempre, a veces ni así, no había manera.
No todos teníamos las mismas distracciones, sino que éstas eran muy variadas y cada uno se dedicaba a lo que más le gustaba, o sencillamente a lo que le era más factible.
No todos teníamos las mismas distracciones, sino que éstas eran muy variadas y cada uno se dedicaba a lo que más le gustaba, o sencillamente a lo que le era más factible.
A
veces preguntábamos a los abogados, por aquello que se suponía estarían más al
tanto de lo que podía ocurrir, pero era en vano, no tenían ni idea y preferían
perder el tiempo en pleitos entre ellos.
Los psicólogos no daban abasto en curar
angustias de los encerrados en aquella situación aparentemente eterna.
Los
médicos estaban todo el día atendiendo desgracias ajenas, (el mundo está lleno
de seres necesitados de cuidados) trabajando desesperadamente contrarreloj, sin
tener tiempo ni para ellos mismos. Encima ellas, las doctoras, por aquello de la empatía,
sufrían mucho más esas desgracias ajenas, al menos era lo que se les notaba,
por poco que quisieras verlo.
Los
días iban pasando, ya no recordaba los juegos con los críos, que ahora ya
estaban buscando trabajo, tras acabar sus estudios. La mayoría lejos de nuestras
fronteras, gracias a los esfuerzos de nuestras autoridades por qué conocieran
mundo y practicaran idiomas, ya que ellos no habían podido hacer nada de eso,
siempre sacrificados por el bien común y la cartera propia.
Luego
nos fuimos enterando de la triste realidad. Estábamos todos, absolutamente
todos, condenados. La sentencia nos la decíamos unos a otros, entre sollozos
entrecortados y dudas metafísicas de todo tipo: “Pena de muerte”. Los años en
que se aplicaría era una incógnita y el sistema utilizado para llevarla a cabo
también.
Nada
de eso lo comentábamos con esposa e
hijos, si acaso con algún amigo de máxima confianza, que estaba en la misma
triste situación.
A
medida de que nos hacíamos mayores, nos íbamos conformando a nuestro destino,
si bien es cierto que al final y viendo
pasar el tiempo, le hacíamos poco caso. Hasta nos reíamos de los agoreros, que
intentaban imponer una serie de normas absurdas y creencias que todavía lo eran
más, para aplacar la ira del ser superior que ellos creían que lo regía todo,
nuestro destino futuro incluido.
Lo
curioso es que sólo eran ellos los llamados a conocer la sentencia impuesta. Parecían conocer la verdad por encima de todos los demás, incluidos los que no nos
aveníamos a seguir sus pautas de comportamiento.
Pero eran muchos los que
atenían a pie juntillas todos sus métodos de comportamiento, amargándose la
vida a niveles totalmente absurdos. Si bien hay que reconocer que algunos de
ellos, (los que estaban en posesión de la verdad), se comportaban con verdadero desinterés
personal, desviviéndose por la suerte de todos los demás. Incluso llegaban a decir, que una vez cumplida
la pena, tendríamos todo el tiempo del mundo, para poder atender todo lo que más
nos gustara en compañía de nuestros seres queridos.
Algunos les hacían caso y
se pasaban el día recitando una especie de jaculatorias interminables, con un
run run bastante molesto para el resto, pendientes de poder leer y enterarse un poco de los pensamientos de su entorno.
Con
tantas disquisiciones, ya no sé por dónde iba. ¡Vaya, parece que vienen a
buscarme! No sé qué querrán.
Ya
os contaré, que luego tengo que ir a comprar una parrilla. Dicen que la comida
es más sana hecha así.
Sarrià,
20 Julio 2017.
Me ha encantado tu supuesta divagación. Al final todos condenados a muerte, aunque haya quien trate de buscarse un apaño para después.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Chema. Así es, todos con fecha de caducidad a determinar y algunos pretendiendo hacer su agosto con ello.
EliminarUn abrazo.
Muy bueno, Alfred.
ResponderEliminarTodos condenados a muerte y sin saber cómo ni cuándo se va a ejecutar dicha sentencia y eso quizá la haga más cruel.
Los creyentes, algunos, se creen en posesión de la verdad y tienden a veces a adoctrinar y condenar.
Muchas veces he pensado que es un buen anestesiante y que esa creencia les permite pasar por la vida sin muchas preguntas, solo necesitan mucha fe.
Las flores preciosas, desde luego mejor que la de Pascua :))))
Besines
Muchas gracias Livy. Hay quién acepta respuestas por no hacer preguntas.
EliminarMuy sagaz observación, dado que ya no existe. :)
Besines.
Con lo chuchurría que estaba me extrañaría que todavía siguiese con vida :))
Eliminar+besines
Una desagradecida, eso es lo que fue, a pesar de todos mis desvelos y agua dedicada, la muy me dejó, sólo y triste en mi miniterraza. ¿Será que el agua no era bendita?
Eliminar+Besines
El Fallo de nuestra Sentencia: estar condenados a la muerte, de ella no nos libramos ninguno.
ResponderEliminarMe encanto tu fotografía.
Besos.
Gracias María Perlada. Que se sepa, nadie se ha librado de ella.
EliminarBesos.
Estamos condenados a muerte, sin sentirnos en el corredor de sentenciados a la pena capital.
ResponderEliminarEn la parrilla podemos disfrutar del sueño de seguir vivos, mientras preparamos las brasas para las costillas de cordero
Un beso
Estás segura de no sentirte en el corredor de la muerte, esperando apaciblemente, entretenida en tus cosas, mientras esperas?
EliminarUn beso.
Hola Alfred!
ResponderEliminarLa verdad es que nunca pienso en la muerte aunque se que algún día me hará una visita, lo cual no deja de ser una pena de muerte.
De tu divagación, me quedo con el futuro que nos da nuestras generosas autoridades, siempre pensando en su bien común y su cartera. Un ejemplo muy poco aleccionador.
Hola Enric!
EliminarNo solemos pensar, pero es un hecho puntual ha tener en cuenta.
Ya que se desviven tanto, es bueno hacer mención de ello. ;)
Estamos condenados a morir... disfrutemos de la parrillada mientras nos lkaman.
ResponderEliminarBesos.
Hola Sara! Pues ya sabemos la sentencia, apuremos la vida.
EliminarBesos.
Todo tiene fecha de caducidad, pero no tiene que ser un valle de lágrimas, nuestro paso por aquí, aunque muchas veces tal vez lo sea.
ResponderEliminarMuchos saludos.
De esa sentencia nadie se libra,nacemos ya condenados, por eso mejor disfrutar mientras no llegue la caducidad. Lo malo es que en ningún lado está escrita la fecha. El que sea mas o menos llevadero el camino hasta ese momento depende en gran parte de cada uno.
ResponderEliminarBesos Alfred.
Puri
No! Nadie! Va incorporada de origen. Pero por eso no nos preocupa y nos olvidamos.
EliminarBesos Puri.
Los niños nacen con una condena de muerte bajo el brazo.
ResponderEliminarSaludos.
Todo tiene fecha de caducidad, ya estamos mentalizados.
EliminarSaludos.
Todos llegamos con una fecha de caducidad en nuestro cuerpo sin embargo no la recordamos hasta tenerla muy cerca.
ResponderEliminarBesos
Así es Ilesin, no tiene más.
EliminarBesos.
Espero que aún tardemos en cumplir nuestra condena...
ResponderEliminar; )
Besos.
Bonitas flores!
Oh! Por supuesto que si...
EliminarBesos.
Muchas gracias!
Prefiero no pensar en ese día, y mientras tanto a disfrutar a tope, y que me quiten lo bailao, si pueden.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sabia decisión!
EliminarUn abrazo.
El destino será el mismo para todos, lo importante es lo que hacemos con ese tiempo que nos han dado.. supongo, lo cierto es que nadie lo sabe.
ResponderEliminarPuesto que ya está escrito, hagamos algo positivo para nosotros, seguro que repercute en los demás. ;)
EliminarEl destino es inevitable. Mientras tanto es cuando podemos y debemos tomar las mejores decisiones.
ResponderEliminarPor supuesto, intentemos hacerlo bien, nos va la vida en ello ;)
EliminarLo interesante de estar condenados a muerte es que tenemos toda la vida por delante para para dar rienda suelta a la imaginación.
ResponderEliminarY ahora, con eso de que ninguna condena es real, jajajja
Bss
Bueno...yo no diría interesante, es lo que hay, no somos eternos.
EliminarBesos.
Hola Alfred , muy bueno tú relato , sabes sí lo miras de está forma somos como los " yogures" con fecha de caducidad , eso sí unos más largas que otros , feliz miércoles amigo besos de flor .
ResponderEliminarHola Flor! Muchas gracias! Algo así, salimos de fabrica con obsolescencia programada.
EliminarFeliz miércoles.
Besos.