Brindis
Esa
puerta no estaba antes, al menos no recuerdo ninguna puerta al final del
pasillo y si no la recuerdo es que no estaba, no existía.
Lo cual
haga, nada más percatarme de ella, sienta esa curiosidad insana de abrir la
puerta, para ver que hay detrás.
Allí no
puede haber nada, porque la puerta no existe, no hay constancia de ella, si
tuviera fotos de esa parte de la casa lo comprobaría de inmediato, pero claro
de un pasillo no suele haber fotos familiares, de la sala o del comedor, o
incluso de la cocina sí que hay, llenas de anécdotas familiares, pero de este
pasillo no recuerdo ninguna y si no la recuerdo es que no existe.
Lo bueno
es que la puerta tiene la misma textura interna que las demás, incluso la misma
tonalidad de amarilleo por el tiempo del blanco original, repintado a lo largo
de los años por varias generaciones de habitantes y que me hacen ahora pensar
en que les toca un repaso.
Antes de
abrirla he tomado aire, como esperando una sorpresa, sin saber si me va a
gustar o no, como el regalo de cumpleaños de la tía Antonia, que es capaz de
acertar con un libro maravilloso o regalarte un jersey horrible color verde
pistacho. Y en ambos casos tengo que tener una sonrisa preparada y un elogio en
los labios para un “No tenías que haberlo hecho”.
Así pues
he tomado aire y agarrando con fuerza el picaporte, he abierto sin más,
fácilmente, con la suavidad de una puerta muy usada, me ha dejado el paso franco
hacia el interior de una estancia muy amplia.
En el
interior se veía una gran sala comedor, con mucha animación, mucha gente con
aspecto alegre, en plan fiesta familiar o de muy conocidos.
Observando
con detenimiento, he podido apreciar, desde una situación como elevada o de
privilegio, estando sobre sus cabezas, una buena panorámica de todo lo qué allí
estaba sucediendo, mi cara de asombro ha sido total. Pero nadie ha prestado
atención a mi interrupción en ese espacio, ni que fuera en lo alto. Me sentía
como en un palco, ante una representación teatral, pero siendo el único
espectador.
¿Cómo
podía haber una estancia tan grande y tan llena, en un extremo de la casa?
Aquello parecía navidad en casa de los abuelos, bueno en realidad lo era. Pues
empecé a fijarme en los miembros de aquel aquelarre festivo, donde todos
hablaban a la vez y se entendía perfectamente entre ellos, con muchas risas de
por medio.
No
conocía a todos los ocupantes, pero sí a la mayoría, aunque ninguno de ellos
prestaba atención a mi presencia, que ya digo era como de sobrevolar por la
estancia o estar en un balconcillo, contemplando aquella multitud festivalera en
plena celebración de un encuentro multifamiliar y amistoso.
Mi vista
asombrada no paraba quieta, iba de un grupo a otro, miraba entre los diversos
corrillos a ver a quién reconocía, a
veces a la primera, a veces mirando en un segundo intento, otras recordando
fotos del viejo álbum casero.
La
abuela con su moño bien colocado y su cara de autoridad puesta, que no obstante
escondía un gran corazón, hecho de esfuerzo ante su tropa de hijos.
Mi madre
a su lado, tan preferida como sus hijas, las cuales no le negaban su derecho al
sitio. Te debo un abrazo, tu marcha fue presta. La tía Encarna, todo humanidad,
un volumen difícil de ignorar, divertida por qué sí, hablando sin parar por
encima de sus hermanas, las tías Herminia y Casilda, que ruborizadas la hacían
callar. Mi tío Alfonso narrando sus destrezas al volante de aquellos viejos
cacharros, mientras sus hermanos más pequeños Pablo y Antonio se reían de sus
batallitas. Quién si podía contarlas, pero era muy discreto para hacerlo, era Eulogio,
marido de Herminia, hombre de pro, serio y circunspecto, pero noble como el que
más, tras sufrir una guerra con prorroga y ser militar hasta el fin, reconocía
las atrocidades que el régimen ignoraba.
Julio su
cuñado, esposo de Encarna, tan voluminoso pero más serio, sindicalista de las
primeras hornadas, engañado y decepcionado con el color azul, supo
reconvertirse en empresario para suerte de sus hijos.
Entre
los más jóvenes, distinguía más por su voz, que por verlo, al primo José,
siempre presto para animar el cotarro. Su hermano le ríe las gracias tomando
una copa.
Mi
padre, siempre como patricio en el senado, platicando sobre excelencias conocidas y tú riéndote a su lado,
tomándole el pelo con el cigarrillo en los dedos, esperando que te de fuego,
mientras es admirado por los más jóvenes con ansias de recorrer mundo. Una nube
de humo se mueve sobre sus cabezas como señal de otros tiempos, en que tener el
cigarrillo en la mano era señal de confraternización.
Estoy
pasmado, veo sin ver y no puedo creer lo que estoy viendo y encima oyendo.
Estando tan cerca pero a la vez distante, no puedo acercarme pues no estoy con
ellos aunque los vea tan próximos y algo me separa que no es la fina capa de
humo.
Ver
aquel compañero de mili, caído en un atentado terrorista por una bomba lapa
trampa, a otro amigo con el que compartimos piso en tiempos muy lejanos ya, o
aquella chica de larga melena con ojos verdes y buenos apuntes universitarios. También
a aquel piloto tan atrevido y simpático, incapaz de acatar órdenes de equipo,
seccionado en un fatal accidente.
Recuerdo
esas comidas familiares, en los que en una mesa inacabable, en la cual una
punta no sabía nada de la otra, se compartían a parte de las suculentas
viandas, conversaciones que un extremo censuraría al otro y se rasgarían las
vestiduras por juicios que ahora deben de compartir tan ricamente.
Me
alegra verlos en armonía, contentos en sus eternas discusiones, por ver quién
tiene razón, sobre algo que olvidaron hace tiempo.
Al
cerrar la puerta al salir, he tenido que girarme para cerciorarme, que no
estuviera, esa puerta que no existe y no está al fondo del pasillo, de una casa
que ya no habito.
La última puerta...
ResponderEliminarEl relato es magnífico.
Muy bien hilvanado y engancha desde el principio.
Te felicito.
Saludos.
Muchas gracias Xavi, un honor lo consideres de este modo.
EliminarSaludos.
Esa puerta al ayer ser el deseo que todos podemos tener y hacerse realidad según la imaginación de cada cual.
ResponderEliminarMagnífico relato.
Un abrazo.
Gracias! Siempre tenemos presente a una serie de personas que ya no tenemos cerca, o eso creemos, pero las tenemos al otro lado de la puerta.
EliminarUn abrazo.
Fantástico sin más. Un relato que abduce al lector...
ResponderEliminarSerías un novelista extraordinario porque logras captar muy bien el interés, a parte de tu encantadora retórica.
Un placer la lectura.
Un abrazo.
Gracias Elda, eres un cielo. Animas a ponerse en ello, tengo un par de relatos, digamos largos, que estoy puliendo ;)
EliminarUn abrazo.
Un relato redondo, Alfred. Lo has abierto y cerrado magníficamente con esa misteriosa puerta. Enhorabuena.
ResponderEliminarBEsos
Muchas Gracias Celia, un placer que te haya gustado ;)
EliminarBesos!
Hola company:
ResponderEliminarImaginativo, irreal, misterioso pero quizás engancha por este motivo. También tiene su morbo. El misterio lo describes muy bien.
Gracies company! Tot sigui per conservar el misteri :)
EliminarHola Alfredo , esa es la puerta al más allá de donde allí quedó toda la familia y tú abrirte la puerta para verlos por última vez ... Y tú estas muerto y eres un espectro en busca de la luz.
ResponderEliminarMuy buen relato me a gustado mucho , besos de flor .
Hola Flor, la interpretación es libre, pero el prota no está muerto, digamos que se queda en transición y consigue ver el otro lado.
EliminarBesos De Alfred.
Hola Afred , perdoname por poner Alfredo , pero es que anoche y con el móvil tactil de mi madre me salio , alfredo despúes de definir el muy condenado varias palabras y no sabes como odio los móviles , es por eso que me gustan lo móviles normales , el mio es del año de la "tos" y no tiene ni camara , ni internet , bueno te deseo una feliz tarde , besos de Flor .
EliminarNo tienes que disculparte para nada, Alfred es en catalán, pero es el mismo nombre y para gran parte de mi familia es como tu lo pones ;)
EliminarBesos y ponlo como quieras.
¿esa puerta no es un espejo?
ResponderEliminarNo querida, es el otro lado.
Eliminar;)
Esa puerta que nos lleva al pasado a los recuerdos de quienes ya no están y nos muestran que a pesar de todo están en otro lugar donde su vida sigue sin que se percaten que nosotros los hemos ido a visitar.
ResponderEliminarBesos
Me gusta esa manera de verlo Ilesin :)
EliminarBesos.
Hola Alfred
ResponderEliminarMe encantó tu historia, lo que no sé sí me encantaría tanto es ser protagonista, ver desde ese otro lado es puro morbo, no?
Jaaaa
Ufff pensarlo me causa angustia
Besos♥♥
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Gracias por acercarte a mis abismos, espero regreses
Hola Ino! Bienvenida! Existe ese otro lado y nos espera ;)
EliminarEs lo bueno que tiene salir a pasear por la red, a veces encuentras cosa que están la mar de bien, regresaré!
Besos.
Muy buen relato Alfred! y desde luego que sí, que a veces hay que tomar aire para abrir ciertas puertas y lo mismo para cerrar otras. Chulísimo!
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias Sofya! Las puertas están ahí, hay que tener valor para abrirlas ;)
EliminarBesos.
Yo francamente le tengo pavor a esas puertas misteriosas que permanecen cerradas sin dejarnos ver del otro lado... mejor dejarlas cerradas para evitar sorpresas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya! pero son irresistibles, no puedes evitar el mirar.
EliminarUna brazo.
Hay puertas que aparecen y desaparecen según nuestra imaginación. abrirla puede ser un paso sobre nubes a un tiempo pretérito, no sé si mejor o peor, simplemente, otro tiempo. Muy bien narrado.
ResponderEliminarmariarosa
Me gusta mucho como lo has explicado.
EliminarMuchas gracias!
Alfred.
Vaya relato tan interesante! y con mi cuadro favorito de Hopper...gracias!
ResponderEliminarTe ha quedado un conjunto redondo.
Besos.
Muchas gracias!
EliminarTe comenté qué lo tendría en cuenta y aquí está tu cuadro favorito en un post que te dedico :)
Para Carmen, Besos.
Deberiamos de entrenar nuestra imaginación y mente para abrir cualquier puerta que se nos resista. Perder ese miedo y hacerle frente, aunque es cierto que hay puertas que mejor dejarlas cerradas, al no ser que tengamos la solución.
ResponderEliminarMi felicitación por tu forma de narrar.
Besos querida amiga.
Bueno eso es difícil, la tendencia es abrir la puerta, luego en función de lo que veas... vuelves a abrirla o no, también puede ser que ya no este allí donde la viste por última vez... ;)
EliminarBesos!
Hola Alfred, la curiosidad siempre nos mata:), muchas veces esas puertas vale la pena abrirlas y ver esos recuerdos que tanto añoramos, pero otras es preferible dejarlas cerrarlas ya que nos causan mas daño, buen relato.
ResponderEliminarBesos.
Puede ser, pero sin curiosidad no avanzaríamos por la senda del conocimiento ;) Toma ya!
EliminarMuchas gracias.
Besos.
A veces apetecería ser invisible.
ResponderEliminarBesos.
Enhorabuena por el relato. Buena semana.
Bueno, en cierto modo aquí el prota lo es.
EliminarMuchas gracias.
Buena para ti también.
Besos.
Detrás de esa puerta están los recuerdos,y el que podamos abrirla como le sucede al protagonista indica que estamos vivos y como tal tenemos la opción de cerrarla.
ResponderEliminarUn relato muy bien narrado, con todo detalle , muy bueno ALfred.
Besos
Puri
Muchas gracias Puri.
EliminarBesos.
Alfred.
La puerta de los recuerdos, inexistente y a la vez tan real. Como el más reciente sueño.
ResponderEliminarUn abrazo, que tengas feliz fin de semana.
Esa puerta cuyo traspaso nos lleva más allá del tiempo y lugar conocidos.
EliminarUn abrazo y feliz también para ti.
Hay que vivir en armonía con los recuerdos del pasado.
ResponderEliminarUn abrazo Julio David!