Sarria
Con la llegada
de la primavera, el resurgir del buen tiempo, el movimiento de las golondrinas,
el despertar de las flores, se instala entre nosotros.
Esto nos da pie
a una cierta sensación de satisfacción personal, por poder disfrutar de unos
días más largos, que nos permiten hacer más cosas.
Una de ella
puede ser un paseo por esta antigua villa de Sarria, anexionada a la gran
Barcelona, pero que en su cogollo, mantiene su personalidad de pueblo
tranquilo.
Las flores se
manifiestan en múltiples rincones de las calles, teniendo para mi más valor, la
de los mismos vecinos, con unas ventanas que son un gozo contemplar.
Hay unas que me
son muy queridas, último regalo postrero, plantadas cuando nada hacía presagiar
un no futuro, y que ahora al surgir hacen estallar en mí, los sentimientos
escondidos.
Un paseo
dominical te permite ver y conservar, imágenes sin apresuramientos vecinales,
sólo algunos escasos transeúntes que se paran para dejarte hacer una foto.
A medida que el
sol va arreciando, me protejo de sus efectos, tras las estrechas calles con
sombra, contemplando antiguas casas que han sido restauradas o están camino de
ello.
Hay unos
pasajes, casi pasan desapercibidos para los no naturales del lugar, en los que
se tiene la sensación de estar en una película italiana, bueno es una sensación
muy personal.
Hay casas muy
nobles y otras muy sencillas, pero que agradeces que hayan sido respetadas por
la especulación inmobiliaria, pues hace el recorrido sumamente grato.
Complace vivir en un barrio antiguo, entrañable y que sin dejar de ser Barcelona, es diferente, más tranquilo, más pueblo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ciertamente a pesar de haber sido absorbido por la gran ciudad, sigue manteniendo el encanto de los antiguos pueblos menestrales.
EliminarUn abrazo.
Paseito lindo donde los haya. Las flores que se llegaron o no a plantar seguirán el curso de las estaciones. Quien amaba a las flores, de alguna manera, sigue gozando de ellas a través de los suyos, quienes piensan en ella mirando balcones.
ResponderEliminarBello, muy bello y sencillo post. Gracias por dejarnos entrar, con las flores, en tu mirada. Un beso
Gracias por tan bello comentario.
EliminarUn beso.
Por lo que muestras en tus fotos y en la forma en como nos cuentas ese paseo primaveral el lugar es precioso, de esos sitios en los que parece que el tiempo se ha parado y sigue vivo el pasado.
ResponderEliminarAlfred me encantó el paseo, ha sido muy amena tu compañía, gracias por la invitación.
Besos
Puri
Hola Puri, es una zona muy tranquila, en un domingo primaveral que incitaba a contemplar las calles con calma.
EliminarBesos.
Qué encanto de villa. La quietud dominguera no engaña, sino que deja entrever el carácter del lugar. Se nota que es un sitio vivaz pero sin vértigo, donde todavía se puede caminar y pensar al mismo tiempo, uno de esos pequeños lujos.
ResponderEliminarSe agradece el respeto que han tenido sus vecinos por conservar esas casas sobrias que cuentan tanta historia, aun en el contraste de antiguas farolas y lámparas modernas o de fachadas clásicas y rejas flamantes; los pasajes semi-ocultos; las calles y plazas arboladas; y esas inefables fuentecitas o bebederos, tan únicos y difíciles de hallar en el paisaje urbano actual.
Los balcones floridos son un regalo esperado en la estación de los brotes. Un poeta argentino le dedicó, en las primeras décadas del siglo XX, un soneto sorprendido a un edificio emblemático de Buenos Aires, cuya primera estrofa acusaba: "Setenta balcones hay en esta casa/ setenta balcones y ninguna flor/ ¿A sus habitantes, señor, qué les pasa?/ ¿Odian el perfume, odian el color?" Baldomero Fernández Moreno murió a mediados de siglo, y el edificio en cuestión sigue en pie, con sus 70 balcones remozados y ninguna flor. El pobre se hubiera espantado con la inconmensurable proliferación de grandes edificios con balcones ciegos.
Por otra parte, que no haya rastros de ningún tipo de vehículo, convierte a este lugar en el paraíso de los peatones.
Muchas gracias por el paseo primaveral. Ojalá nos invites a otro estival e incluso, invernal. Se adivinan cálidos interiores detrás de los grandes portones.
Cariños
Perla
Gracias Perla por tu visita y tu cariñoso comentario, como dice tu poeta, tampoco entendería un balcón sin flores.
ResponderEliminarMás paseos os mostraré, con la calidez propia de un buen cicerone.
Besos.