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Crónicas
desde la cuneta
Vamos con
nuestro vehículo, sin nada más que la chapas identificativas, recomendadas por
un brillante prócer, cuando fue presidente del gobierno central.
De momento, sin ningún tipo de problemas, al adentrarnos en territorios vecinos, tras cruzar
el gran rio divisorio, aprovechando una noche brillantemente iluminada por la
luna.
Hemos tenido
algún encuentro fortuito con indígenas, ante los cuales nos hemos mostrado
amistosos y comprensivos, mirando en todo momento no utilizar nuestra lengua
vernácula, y sí la suya, sin dejes o acentos propios de nuestra cultura.
Hay que
decir antes que nada, que los lugareños nos han tratado con cierta
indiferencia, sin tratar de indagar mucho sobre nuestro origen.
Uno de
ellos, pareció ser un poco más amistoso, intentando incluso entrar en nuestro
vehículo, en el que estuvo indagando sobre el olor que desprendía.
Hace mucho,
el utilizar su misma moneda en las transacciones a las que hemos tenido que acudir,
en bien de nuestra subsistencia.
Las comidas,
más copiosas y cargadas que las nuestras, son apetitosas, pero nos dejan cómo
un poco fuera de combate, por ser de digestión lenta y pesada.
Hemos
atravesado zonas boscosas, con la visión de algún cervatillo, corriendo, ante
nuestras asombradas narices, con otras totalmente desérticas, áridas y que en
esta época del año estaban baldías.
Los campos
que hemos visto más hermosos, son los dedicados al cultivo del girasol, un mar
de flores amarillas siguiendo el ritmo del astro rey, marcando las horas del
trascurrir del día.
Hemos
constatado la proliferación por todas partes de un número incalculable de ruinas
de construcciones pertenecientes a otras culturas y otras épocas.
En parte
viven de enseñarlas y hablar de ellas, aunque hasta ahora no hayan hecho gran
cosa por conservarlas.
Se nota que
han pasado muchos pueblos y cada uno ha impuesto sus maneras, con métodos
autoritarios.
Parece ser
que en tiempos remotos la convicción sobre la manera de hacer las cosas venía
impuesta por la razón del más fuerte.
Con lo que
lo de guerrear sin descanso, era el deporte nacional, luego vinieron, épocas en
las que se daban un descanso que podía durar un número indeterminado de años.
En los
períodos en que no se peleaban, fructificaban actividades de carácter menor,
como puedan ser, la literatura, la ciencia, la arquitectura, la filosofía y
esas cosas.
Agosto 2014
Viaje intenso. Precioso eso de ver mirando, mirar viendo, sentir, sintiendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Empapándonos del paisaje, recorriendo la vieja piel de toro, como si fuera la primera vez.
EliminarUn abrazo.
Las fotos son bonitas y viajando, aparte de desintoxicaros de vuestra ciudad natal, siempre se aprende.
ResponderEliminarAprendemos a apreciar que estamos en un país maravilloso, con buena gente, y que las relaciones entre ciudadanos son estupendas.
EliminarUn abrazo.