Aromas de seducción





Mientras cenaban estaban viendo las noticias en la tele, últimamente hablaban poco, llegaban los dos muy cansados y no les apetecía prácticamente nada, y nada es nada.
Se limito en burlarse de un anunció de perfumes, en el qué, el simple paso de una hermosa mujer destilando una fragancia, convertía a los hombres en una jauría de perros babosos que obedecían sus indicaciones.
Al día siguiente se levantó pronto y se fue antes de lo habitual, sin despedirse siquiera, mientras circulaba por la ronda se fijo en un bello deportivo, con la capota bajada, conducido por una hermosa melena rubia-
Salieron por la misma salida, y entonces se percató de que llevaba la rueda trasera izquierda pinchada, le hizo luces para advertirla y cuando se fijo en él por el retrovisor le hizo gestos evidentes del percance.
Pararon en el arcén, no sabía por qué lo hizo él también, pero se ofreció a echarle una mano, siempre fue habilidoso, se quito la americana dejándola en el asiento trasero del descapotable, se arremangó y se puso maños a la obra.
En un breve tiempo se la había cambiado y estaba recibiendo su gratitud eterna, no le dio importancia, pero se sentía un caballero andante, no aceptó ninguna invitación y se limito en intercambiar sus tarjetas corporativas.
Estando en su coche camino del trabajo, un aroma dulzón surgía de su chaqueta, pero pensó que se marcharía enseguida y no le dio mayor importancia. Dejó la ventana bajada y el aire de circular lo disipó enseguida.
Cuando entró en el centro empresarial, la recepcionista le insinuó una sonrisa burlona, a la qué él no prestó atención alguna.

En el ascensor, un comercial de área, le dijo si había pasado buena noche, con un cierta chufla. Y al salir´al pasar por la zona de la máquina del café, notó unas miradas más inquisidoras de lo normal por parte del personal femenino de administración.

Ya en su despacho, notó otra vez el aroma, y colgó la americana al lado de la ventana dejándola abierta,
como a pesar de estar en pleno otoño, la temperatura era cálida, se permitió estar toda la mañana en mangas de camisa.

Cuando bajó al comedor, no había ningún jefe de sección, y comió sólo, bajo la atenta mirada del personal subalterno.
A media tarde, al salir, el aroma persistía a pesar de que se había acostumbrado, y lo notaban más las personas que le rodeaban.

Tenía que pasar por un hotel del centro, para recoger una visita importante y llevarla a una presentación, de esas inevitables, para estar en las comidillas del gremio.

Mientras esperaba, en recepción, envió un mensaje advirtiendo a su pareja, que no iría a cenar a casa y llegaría tarde.

En la espera, se encontró saliendo del ascensor una antigua compañera de la facultad, que se había ido a vivir a la capital, donde fue a verla en una ocasión, llevándose una prenda intima de recuerdo, con la promesa de volver, que no se cumplió a raíz de conocer a su actual mujer, olvidándose hasta ahora de la existencia, de tan bello recuerdo.

Sin asomo de malestar, se le acercó, besándole en las mejillas y abrazándole, con cariño, pidiéndole inmediata información sobre su vida.

Al mismo tiempo, le sugirió que no fuera con aquel perfume tan embriagador, pues delataba mucho sus conquistas.

Azorado no se atrevió a explicarse y quedaron en verse al día siguiente para comer en el mismo hotel, y poder ponerse mejor al día, de su vidas.

Rápidamente atendió su visitante, el cual se sacó un pañuelo, con cara de pocos amigos, tapándose la nariz y comentando que le molestaba profundamente las colonias fuertes.

Se excusó como pudo, lo llevó a la sala de celebración del acto, lo presentó a unos compañeros y con una vana excusa, se retiró precipitadamente de la sala.

Cuando salió se topó con su excompañera otra vez, azorado le preguntó si era tan fuerte el perfume que llevaba, ella riendo le dijo que era como un reclamo andante, y mejor llevar la chaqueta a la tintorería.

Le ofreció subir a su habitación y dársela al servicio de habitaciones, en un momento se la limpiarían mientras tomaban algo.

Dicho y hecho, subieron, entregaron la americana, se tomaron unos gins, y se explicaron sus logros profesionales, olvidando mencionar sus vidas sentimentales.

Cuando le trajeron su prenda, agradecido, le prometió una invitación para más adelante, bajaron juntos, atravesando la salida riendo y cogidos del brazo.

La cara de estupefacción de su mujer, allí en la acera, agarrada al cochecito de su hijo, con los nudillos blancos, expulsando un odio in crescendo por la mirada, le dejó desarmado, intento hacer las presentaciones y recibió una sonora bofetada pública y la advertencia de que no se pasara por casa.

Su amiga le comentó mejor verse en otra ocasión, y desapareció con rapidez del escenario, viendo alejarse ambas mujeres por caminos dispares.

Mientras en una terraza, en una de las mesas, sus ocupantes  reían las ocurrencias de un publicista, sobre los anuncios de perfumes.


4 comentarios:

  1. El perfumista de moda se excorió en las micras de ferormonas.
    Nunca quiso reconocer su error, pero él año siguiente, tras las quejas del departamento de ventas, exigió la prueba en doscientas muñecas masculinas antes de poner su marca en un perfume de mujer.

    Sepas que la miga de la facultad conoció poco después a un hombre que usaba una colonia de mujer, la misma que tu protagonista.Lo hacía como desafío y esa anormalidad les llevó a un amor sin cortapisas.

    Sepas, Alfrede, que de ese envase, guardo la mitad de los dies mililitros, esperando en vano que se evapore y poder volverlo a usar.

    Un abrazo.

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    1. La vida de los personajes, ya no la rijo, como bien dices evolucionaron por otros derroteros, muy bien aclarados y perfumados..
      Un abrazo

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  2. Es un genial drama muy divertido.
    ¡Cualquiera se pone colonia ahora!
    Me ha gustado mucho.

    Un cordial saludo.

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    1. No me metas en un lío con los perfumistas, con el trío del cuento ya hay bastante.
      Un abrazo.

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