AMANECER

                     Imagen obtenida de internet


Amanecer

Le habían dicho que tras la oscuridad de la noche, aquel espeso manto que le impedía ver convenientemente, siempre salía un sol radiante.

Era cuestión de tener paciencia, en unas pocas horas de espera, el gran astro emergía tras las montañas, iluminando su espléndido valle.

Así que se sentó en una silla de mimbre, más bien bajita, a la puerta de su casa, provisto de una botella de ron, para atemperar el cuerpo en aquellas horas previstas de espera.

Al principio estuvo imaginando como sería la aparición de aquel sol, que decía que quemaba todo lo que tocaba y al cual no podía ni siquiera acercarte, sin quedarte como mínimo ciego.

Por lógica, cuando asomara por la parte superior de la montaña, quemaría algún árbol.

Pero no recordaba ningún incendio desde hacía muchos años y no fue culpa del sol, sino del tío Mateo, que quería dedicar una zona del bosque para cultivar forraje para las vacas y montó una buena.

Lo encerraron unos días en el calabozo del pueblo, como  fue cosa de poco tiempo, hasta que pagaron la multa, ni siquiera  quitaron las gallinas que el cabo tenía en el.

Iba pasando el rato, dando tragos cortos, para hacer durar la botella hasta el amanecer, que se retrasaba y hacía prever que la botella no aguantaría tan larga espera.

De tanto en tanto, un búho caprichoso le dedicaba uno de sus exabruptos, desde uno de las encinas más cercanas a la casa.

Aquello empezaba a ser un poco pesado, la postura en la silla la había cambiados decenas de veces, incluso apoyándola sobre las patas traseras sobre la pared haciendo un poco de balancín.

El hecho era que la botella había menguado considerablemente y no aguantaría hasta el final, ni siquiera restringiendo los tragos al máximo y alargándolos más en el tiempo.

Claro que podía ir a buscar otra botella, pero con la mala suerte que siempre tenía, seguro que en cuanto se levantara para ir a buscarla y entrara en su casa, el sol se plantaría ahí delante sin avisar y dejándole con un par de narices.

Terrible decisión la suya, estaba harto de ver el sol en lo alto sin conseguir saber cómo se asomaba, por aquellas montañas tan altas, pues le habían llevado más de tres horas subirlas, un día que quiso saber qué había al otro lado.

Lo tuvo que hacer a escondidas, pues no le dejaban salir solo de correrías por ahí, decían que era peligroso.

Total por una vez que se encontró con un cazador de jabalíes, una mala bestia que se había cargado a una marrana y pretendía hacer luego puntería con los pequeños jabatos que se acercaban a su madre muerta, la cosa le molestó y con su propia escopeta, la del cazador, al que se la quitó de un manotazo, le pego un perdigonazo por la parte trasera, que le obligaría a parecer un colador a la hora de sus evacuaciones.

Eso hizo que nunca le dejaran coger la escopeta de padre, ni salir solo a pasear por el bosque, ni siquiera ir a un pueblo cercano, donde estaba la escuela.

Total un día el maestro, harto de repetirle las cosas varias veces le pegó con una regla en los nudillos de las manos, entonces también se enfado mucho y lo tiró dentro del estanque de la fuente que había en medio de la plaza, por aquella época no había tanta sequía y por suerte estaba llena de agua.

Los compañeros del aula, aplaudieron a rabiar por su puntería y por quitarles de en medio un tipo con tan malas pulgas. No era fácil acertar desde el piso de arriba hasta en centro de la plaza, algunos de los que jugaban al baloncesto no lo conseguían siempre.

Luego vino una maestra, muy joven y moderna, que les explicaba las cosas de la vida, como si ellos no estuvieran al corriente, pues quien más quien menos, allí todos vivían con animales de granja. Y estaban al corriente de la semillita y las abejas y todo eso.

Por una vez no fue él, quién se metió en un lío al colarse en la habitación que tenía Prudencia, se llamaba así la pobre chica que habían enviado de la capital, para enseñarle en vivo y en directo cómo funcionaba la cosa esa de la reproducción animal. Un poco animal si era el protagonista.

Don Genaro, el alcalde se enfadó muchísimo, pues la chica quiso irse, pero cobrando una indemnización de aquí te espero.

Por suerte el padre Jacinto lo arreglo todo, al decir que la chica iba provocando con esas faldas tan cortas y esos escotes tan generosos y ya se sabe que la gente de campo, es un tanto impetuosa. Así que un poco más y le hacen pagar a ella el disgusto.

Sea como fuere, allí estaba él, con una botella vacía, sin ron, bajo las estrellas por cierto ¿Dónde se habían metido? Y esperando un sol que no salía nunca de su escondite.


Cuando empezó a llover, no se lo pudo creer, agarró la botella y la estampó contra la pared, le pegó un puntapié a la silla y entró en la casa.

RUNNING CALLEJERO






Running

Era noche cerrada, la oscuridad en la calle no me permitía ver más allá de la farola que me acompañaba.

Con el rollo de la contaminación lumínica y el descenso en el consumo de energía, tenemos la suerte de tener unas farolas sólo aptas para invidentes.

A lo que iba, en estando agarrado a mi farola, la misma que me proporciona sustentación en mis tenebrosas noches de falta de sueño o insomnio indeseado.

La vi pasar con sus bambas con colores fluorescentes, tanto en el tejido como en los cordones de las mismas.

Era tal su luminosidad, que a punto estuve en buscar mis gafas de sol, esas que no suelo llevar en mis paseos nocturnos por falta de sueño.

Sin dejar de agarrarme a la farola, pero estirando el cuello, todo lo que daba de sí, me fije en su estilizada silueta, que unos digamos pantalones, de esos de hacer deporte que tienen un nombre impronunciable para un hombre de bien como yo, que a altas horas de la noche tiene la necesidad de salir a dar una vuelta para mejorar su estado de ánimo, compartiéndolo con una farola, que no cumple bien su función pero que es la que me sustenta.

Decía que en viendo a la gallarda moza en su ágil caminar, y tras recuperar mi cabeza su horizontalidad, tras ver sus luminosas bambas para correr sobre el duro asfalto ciudadano, seguir por sus estilizadas pantorrillas, mostradas en su total conjunto con un trasero rotundo, me encontré con otro fogonazo de color, que era la camiseta.

Aquí sí que no tuvieron mis ojos defensa posible, ni cerrándolos de inmediato; el fogonazo de un fucsia llamativo y resplandeciente, dio con mis pocas fuerzas, cediendo al peso de mi cuerpo rollizo de no salir a correr por las calles de mi barrio, contra el suelo.

Encima se rompió la botella de ron añejo, que daba forma a mis sueños,  de tener una noche mejor; al estirar mis brazos hacia su figura, dejándome de bruces en un charco oloroso.

Sentí como mi visión se alejaba, sin girarse a saber de mi desacuerdo al dejar mi vieja conocida farola por un descubrir esa moda tan vistosa.

Mientras su luminosidad se apagaba, mi olorosa derrota me urgía a levantarme de una ridícula situación motivo de chanza ajena.







Imágenes de internet

UN AÑO




                                    Mª Carmen (1957-2014)




Un año

Tenemos la costumbre de fraccionar los recuerdos por unidades de tiempo.

Segundos, minutos, horas, días, meses, años, y vuelta a empezar, hasta que se rompe tu unión a la rueda y son otros los que cuenta, sus segundos….

Entonces pasas a formar parte de los recuerdos, la rueda del tiempo es implacable, no cesa de girar mientras estás subido al tío vivo.

Pero lo que tengo presente ante mí, es que inicio un nuevo otoño con tu ausencia, será diferente porque ahora ya estoy acostumbrado a ella, aunque no la acepte.

Pero mi rebelión para acatar las leyes de la naturaleza, no sirven de poco más que una lágrima en el mar no altera nada.

Somos paseantes y los paseantes pasan, ninguno se puede quedar, todo lo que tenemos en transitorio, incluso los amores.

Aunque el corazón no consiente y sigue agarrado a una imagen que está presente en la mente, guardada con marco de flores.

Contemplo tus espacios vacíos, esos que dan la medida de lo compartido y vienen hacia mí esos pétalos de rosas flotando en tu patria, el mar Mediterráneo.


LA CHICA DE LA ESCALERA





La chica de la escalera

Estaba sentada en la escalera, entre dos rellanos, me pareció extraño pero seguí subiendo tras dar las buenas tardes de rigor.

Casualidades de la vida, me dio por subir andando, a pesar de que había ascensor y por eso la encontré a medio camino.

En el siguiente tramo de escalera, mire de reojo a través de la barandilla, me pareció que estaba llorando, al menos acercaba un pañuelo blanco con puntillas a los ojos.

Dejé mi apresurado paso y acomode mi ascenso a un lento escalonado peldaño a peldaño, sin dejar de observar hasta que al llegar al piso superior perdí su visión, que no sus lamentos.

Estaba claro que  gimoteaba a través de ese pañuelo, que ora estaba en la boca ora en los ojos.

¿Habría perdido la llave?  ¿Estaba esperando a alguien que no llegaba?  ¿La habían echado de casa? ¿No se atrevía a entrar por miedo a alguna razón? Para mi desconocida, por supuesto.

Me quede con la llave introducida en la cerradura sin acabar de abrir la puerta de mi apartamento, consideré más caballeroso, bajar el tramo de escaleras e interesarme por su situación, por sí podía hacer algo por ella.

Aunque no conocía a todos los habitantes del inmueble, sí a algunos de ellos y además era una casa tranquila en la que no había ningún piso dedicado a actividades comerciales o de consultas de cualquier tipo.

Era todo puramente de viviendas, con lo que aun sin conocerla, no estaba de más preocuparme por ella, en loor de la buena entente entre vecinos.

Así que inicié el descenso, igual de lentamente, para no alterarla en una bajada intempestiva, al estar a su altura observe como llevaba su melena recogida en una trenza con un inmenso lazo, caído sobre la espalda.

Baje un poco más para situarme a su altura y poder dirigirme a ella en un plano de igualdad físico.

Iba con unas faldas inmensas, de esas hasta los pies, que le daban un cierto aire hippie, pues lo de la trenza y las “faldillotas” no es que ahora se lleven mucho, o al menos a mi me lo parece.

Pero como todas las modas vuelven, pues no hay de que extrañarse, aunque sus zapatos si eran de lo más curioso, cerrados con una enorme hebilla decorativa y tacones de mediana altura, una autentica antigualla de mercadillo, eso seguro.

Intente llamar su atención, pero ella seguía ocultando su cara cabizbaja y lloriqueando.

Así y todo le pregunté si necesitaba algo, si quería algo, si estaba esperando a alguien, si quería subir a mi casa a descansar un poco o a llamar pidiendo ayuda.

En fin toda la batería de cosas que puedes ofrecer a alguien en una situación que supones es de apuro y puede necesitar una mano amiga y decidida en sus momentos de desasosiego.

Al no obtener ninguna respuesta, volví sobre mis pasos, escalera arriba sin entender su comportamiento, quizás no quería tratos con un desconocido, evidentemente.

Al entrar en mi piso y darle al interruptor de la luz, note como una ausencia, una sensación de que algo no estaba igual.

Deje las llaves sobre una bandeja de madera, preparada para tal efecto, junto con las monedas que se suelen llevar en el bolsillo.

Mientras avanzaba por el pasillo, la sensación de desasosiego, desamparo y abandono, seguía presente en mí de forma notable.

El vivir prácticamente solo, te hace sentir de forma diferente las alteraciones del orden casero, ni que sean propiciadas por la persona encargada en ayudar en las tareas de la limpieza, que se creen con la obligación de imponer un desacertado orden, en mis cosas y su peculiar desorden controlado.

Cuando llegue a la estancia principal, aquella en la que puedes sentarte en tu sillón, suspirar mientras dejas que los zapatos sigan en el suelo, mientras los dedos de los pies retozan con su libertad recuperada encima de la mesa de centro.

En estas eche un vistazo con desaprobación hacia el recibidor con su luz encendida, que al precio de oro con la que nos han rebajado en el inescrutable recibo, prefieres apagar todo lo que pueda representar un gasto desaconsejado.

Así que, descalzo y arrastrando mi cansancio, me acerque hacía allí con la sana intención de apagar la luz, entonces lo vi.

El cuadro que preside la entrada, con una bisabuela meritoria con su banda de ganadora de unos juegos florales de poesía, me ofrecía un vacío existencial con la orla colgando.

Ese daguerrotipo había presidido la llegada y la despedida de nuestras idas y venidas a casa, desde tiempo inmemorial y ahora así de golpe, estaba sin su ocupante.

No podía ser, algo en mi cabeza no estaba bien, un cuadro no se vacía así porque sí, me quede mirando con cara de pánico.

Lo más impresionante era que el fondo del cuadro estaba, la banqueta donde estaba sentada también y las flores que llevaba cogidas sobre el regazo, estaban sobre la alfombra que hasta entonces arropaban sus pies.

Apagué y encendí la luz, varias veces en un intento absurdo de recuperar el aspecto original del cuadro, hasta que harto de mi desconcierto, me fui a lavar la cara con agua fresca y pensé en prepararme un té, para poderme centrar o al menos tranquilizarme un poco.

Mientras me secaba la cara, recordé los zapatos de la chica de la escalera, esa hebilla, ese vestido tan kitsch, ese peinado fuera de época…salí corriendo de casa, escaleras abajo, pero no estaba, bajé hasta la portería, me asomé a la calle, pregunté a los transeúntes pero nadie me supo dar razón.

Regresé otra vez para casa, totalmente desconcertado, para animar el retorno me encontré con la puerta cerrada, lógico y normal, pero con las llaves en su interior, dada la premura con la que salí en busca de mi querida bisabuela.

Así que esperando al cerrajero, fui pensando que podía haber ocurrido para el hecho de que optara por abandonar su sitio y saliera de casa.

Además no me contestó, a mis suplicas de ofrecerle ayuda, cuando estaba sentada en las escaleras.

Pensé en ir a la comisaría para denunciar lo acontecido y manifestar la necesidad de ponerla en la lista de personas desaparecidas.

Pero imaginé la cara alucinada de los agentes al manifestar mi súplica de ayuda para recuperar un personaje de un cuadro.

Mejor la buscaba por internet, así que una vez vino el cerrajero y me abrió la puerta, me fui directo al ordenador y empecé a conectarme a las redes sociales esas, tan mencionadas como fuentes de todo.




LA TAZA




                             Fotos del autor


La taza

Hacerse una infusión es la cosa más natural del mundo y disfrutarla un acto cotidiano que hacemos millones de seres.

Tomarse un té a media tarde por ejemplo, no es un acto exclusivo de la sociedad inglesa, aunque por nuestras tierras se estile más el café con leche o el chocolate a la taza.

De tazas hoy voy a  hablar, un acto tan simple, como ir a coger una taza y cuando has puesto la dosis para hacerte un reconfortante té frío para una tarde aun calurosa de principios de otoño. Tomártelo tranquilamente.

Una vez en pleno proceso de disolución de las esencias de la infusión, que poco a poco se van apoderando de la triste insipidez del agua, observo el continente elegido, una taza de loza blanca, humilde pero con una inscripción que la hace diferente, una de esas frases para reflexionar.

                             
“Libera tu mente”

Hoy en día ni un té, puedes permitir tomártelo con cierta tranquilidad existencial, lo has de hacer en plan: "experiencia única y reflexiva".

¿Qué me quieren decir con ello? ¿Qué mensaje subliminal me están diciendo con la frasecita de marras? Puesta bien visible en una modesta taza blanca, en la cual sólo quería tomar una infusión de té, para sentirme de mejor ánimo a media tarde.

Una recompensa personal, ante una jornada que va menguando, en la que como otras muchas, mis actividades se han ido sucediendo con la calma propia de los liberados de la tiranía de una jornada laboral a tiempo obligado.

En estas, estando sentado tranquilamente, con tu mente liberada, tras la ingesta del fresco liquido, preparado con todo el cariño que solo tú puedes poner en lo que te vas a tomar, ves que no es una tarde distinta.

Intento estar abierto a otras ideas, que no son las que siempre he estado acariciando en mi mente haciéndolas propias, estoy abierto a la asimilación de material nuevo, otra cosa es su comprensión, para lo cual necesitaré una ingesta de tazas de té no contabilizadas.

En eso contemplo la barandilla, con sus colores al viento, una cotorra no sé si vieja o no, me ha hecho un poco de compañía, farfullando todo el rato, hasta que han venido sus compañeras y se han ido juntas.

Sigo intentando liberar mi mente y mirar más allá de los límites físicos naturales, estando sentado ante mi mesa en la que sigue reposando el té de media tarde, que ya empieza a ser de atardecer subido, veo a lo lejos, la silueta de una edificación militar, llena de oprobio para la ciudad que habito.

Sus funciones más que de defensa para la urbe que se suponía tenía que amparar, se limitaba a ser una buena ubicación para bombardear a la población díscola.

Con sus mazmorras prestas para acoger a lo más granado de los disidentes a las teorías y prácticas de las políticas oficiales.

Con fusilamientos sumariales de cargos electos democráticamente, en sentencias proclamadas con el derecho de todo triunfador en acto de guerra.

En estas mi mirada no hace más que contemplar la taza y su frasecita de marras, diciéndome que otro mundo es posible, pero está en este y que está en nuestra mano hacerlo diferente, soltando amarras de un pasado agobiante y con ganas de hacer algo más justo para todos aquellos que nos rodean.

Así que libero mi mente y dejo que se junte con los de mucha gente que aun cree en las utopías y los viajes poéticos, que nos llevan por mares tranquilos en naves donde la poesía es moneda de cambio y las trabanquetas institucionales estén prohibidas.

Ahora que me he podido tomar mi té y dejar la taza en el lavavajillas, espero que no se borre el mensaje tan sugerente, que me ha proporcionado este sencillo post.



CONCIERTO BARROCO

Concert de Música Barroca a un terrat de Ciutat Vella

Obrim un terrat de Ciutat Vella a l'Ensemble Metropolità de Barcelona que ens ofereix un programa de música barroca que inclou:

L Boccherinni: Fandango
A. Vivaldi: Cello Concert en Sol major RV 413 (solista: Dimitri Dolganov)
G. P. Telemann: Concert per a Viola en Sol Major (solista: Manuel Esteban)
A. Vivaldi, Les Quatre Estacions: l'Estiu (solista: Aloma Ruiz)
Última actuació: divendres 18 de setembre de 2015
Telèfon de contacte: 645 505 125


Concierto insólito para mí, al que acudí en plan descubrimiento de una nueva manera de ofrecer música barroca, digamos en un entorno diferente.







Había escuchado, buenas actuaciones, aparte de en las consabidas salas de conciertos, en patios de palacetes antiguos, en el casco viejo, en claustros de monasterios, en capillas e iglesias románicas o góticas y en plena calle. Pero en un “Terrat” de la Barcelona antigua, contemplando enfrente el Palau de la Música, la verdad es que no.




Y tengo que decir que la experiencia fue de lo más gratificante, por las piezas interpretadas, por la juventud y buen hacer de los intérpretes y como no por el nuevo marco donde se presentaba.




En una noche de finales de septiembre, con el verano agonizando, un fresco agradable en las espaldas, una luna tímida escondida entre ligeras nubes casi de attrezzo y viendo la majestuosa estampa del Palao.





Que vigilante, amparaba nuestro modesto concierto a su vera, donde sin ánimo de competir, mostraba otra forma de escuchar música, barroca en este caso.





El programa de auténtica música barroca, fue de lo más efectivo, las piezas se sucedieron con rigor interpretativo y con una comunión con el público, facilitada  por lo limitado del aforo, que convertía el acto en una  actuación muy íntima.






Tras el evento musical, la organización del mismo, dándole un tono más amistoso al encuentro, ofreció una copa de vino del país, acompañado de unas bandejas de Músic.




Bien reconfortados, esperamos ansiosos la próxima cita, para deleitarnos otra vez con un acto de estas características.









RELOJ DE ARENA

                          Foto obtenida de Internet

RELOJ DE ARENA

Cuando acabaron el juego, recogieron el tablero las fichas pero no el reloj, ese viejo reloj de arena, que desde tiempo inmemorial, arbitraba el tiempo adjudicado a cada contendiente, para dar respuesta a su desafío.

Tiempo observado con impaciencia por sus rivales, para una vez transcurrido, gritar al unísono ¡Tiempo! Y poder ser ellos los que proseguir el juego, dejando al perdedor del turno, cabizbajo por no haber podido poner  todas las fichas adecuadas para  finalizar y ganar.

Normalmente el reloj lo ponían verticalmente, dentro de la caja del juego, en su lugar correspondiente y se vaciaba la esfera superior, dejando su función a la espera de ser sacado de nuevo y activado para una nueva partida.

Pero aquella tarde, recogieron con prisas, les esperaba una salida en coche y tenían que apurarse, pues amenazaba lluvia.

Cuando ya se iban, vieron el viejo reloj de arena sólo, en una esquina de la mesa, olvidado sin guardar en su caja, dada la premura por irse, una mano amiga se limitó a cogerlo e introducirlo en el cajón de la cómoda, donde guardaban los juegos de mesa.

El reloj se acomodó como pudo dentro, cayendo de lado, de tal forma que las dos esferas, retuvieron la misma cantidad exacta de arena, ni un grano más, en una que en otra.

Por circunstancias extrañas que la física no puede revelarnos, esa casual circunstancia, produjo un efecto inusitado, el tiempo se quedó estático, parado.
Como un efecto de congelación ultra rápida, todos los actos quedaron detenidos en un segundo eterno.

Evidentemente no llovió, tampoco fueron al coche, las motas de polvo no llegaron a caer sobre la mesa, el tipo de la tele se quedo con su sonrisa dentífrica puesta, los números del  ruter  no avanzaron y su mano seguía en al cajón, sin llegar a cerrarlo del todo.

La sensación era la de pertenecer a un cuadro híper realista, todo bien definido, bien mostrado, una viva imagen familiar, con los elementos  precisos para juzgarla, como una buena estampa hogareña. “Salida de casa”.

Lo único bueno de aquella situación tan extraña, era que su amor era eterno, tenía su enjundia, pero al fin lo habían conseguido.

Lucas rompió el encanto, aquel travieso ratón, indultado por el peque de la familia, de ser ejecutado por un fuerte y seco escobazo, gracias a unos lloros desconsoladores, se coló por la ranura aun abierta que permitía observar su interior.

Qué podía buscar dentro, nadie nunca lo sabrá, porque no le afecto la falta de tiempo tampoco, si notar  sus consecuencias; en su chafardería empujo con su hocico al viejo reloj de arena, observaba su interior como una  posible fuente de sabrosas migas,  sacándolo así de su horizontalidad.

Un grano se decantó y la mano acabó de cerrar el cajón, dejando en su interior al pobre Lucas, sólo, a oscuras y sin migas.

La televisión se quedo sin su presentador estrella, el display enloqueció saltando números y las motas de polvo fueron depositándose suavemente sobre la mesa.

Las ansiosas gotas de una lluvia incipiente, cayeron con el apremio propio de un otoño por llegar, aun no tenían hojas que amortiguaran su caída, siendo absorbidas por una tierra sedienta.

Aquella tarde, les pareció que oscurecía antes, al estar nublado no lo notaron  raro, corrieron para evitar el agua que les caía encima, riendo sin más.

Pero si les sorprendió el ver la poca gente, que un viernes por la noche,  había en la pizzería y que muchos de sus platos preferidos, se hubieran acabado.



ROMPE-SUELAS (2009-2015)



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ROMPE-SUELAS

Has tenido el grato honor de servir de distracción a unos señoritos con tu tortura y muerte, en la muy noble villa de Tordesillas, Castilla, España, Península Ibérica, Europa, Mundo civilizado.

Ni tus seiscientos cuarenta kilos de peso, ni tu notable y altiva cornamenta, te han servido para nada en tu defensa, bien rodeado por los jinetes y lanceros de a pie, que procuraban en todo momento tenerte bien controlado.

Curiosa costumbre la de soltar a un animal y perdona que lo diga así, pero es lo que eres, un animal, que no conoce las reglas del juego.

Así se ve que por esconderte tras un pino, la lanzada que te ha producido la muerte, no le da premio al asesino que se apropio tu muerte.

Total, qué más da como mueras, si sirves de alimento a unas cuantas bocas privilegiadas, aunque el corte de tu noble carne no sea el adecuado por culpa de las lanzadas.

Era tu destino, ser pasto de una raza superior, que te eligió entre tus congéneres, para siendo protagonista de su loca sin razón, ser víctima propicia en los telediarios.

Has tenido tus quince minutos de gloria y famoseo, con más defensores que muchos de tus compañeros, sacrificados en los ruedos.

De ninguna manera ibas a tener una muerte tranquila, eres actor de una comedia trágica, caes ante tu público, con estertores de sangre, quieras o no.

Cada año, desde hace algunos, tampoco tantos, no te vayas a creer. Se establece una discusión sobre si la muerte a la que se os somete en esta fiesta es asimilable para la delicada sensibilidad humana.

De momento se os sigue sacrificando, mientras duran las discusiones, con argumentos de lo más peregrino, en pos de la pureza de la antigüedad de la costumbre.

Sólo hubo un pequeño paréntesis durante la dictadura del general Franco, en que por cuestiones de imagen internacional, se prohibió tan indigno espectáculo. ¡Qué cosas verdad!

El año que viene, que igual mandan otros, se olvidarán los que ahora se rasgan las vestiduras y tendrás defensores nuevos con un fiscal distinto, pero el juicio, el juez y la pena serán la misma.

Tu muerte, como espectáculo y diversión, para niños y mayores, de un pueblo que se proclama civilizado.