Foto de A.C.P.
Scarlatti: Sonatas
Todo Sigue
XXXIX
La vida continua, ahí estaba Ofelia, contemplando ese mar alejado pero próximo por ser mar y eso ya une y mucho, sin nada que ver con su amado Cantábrico, pero no todo es perfecto, por mucho que fuera la ciudad de los prodigios, según dejo constancia un gran novelista.
Había tardado más de lo previsto, según los deseos de Ernesto, en aceptar la asesoría o supervisión, desde el punto legal, de la fundación que Don Pedro había imaginado e instaurado con su patrimonio, en su desarrollo participaron también un viejo amigo del mismo, abogado de larga trayectoria, un poco alejado profesionalmente de este tipo de menesteres y el que insistió en que fuera una persona joven y muy predispuesta en hacerse cargo de esa supervisión, para que todo estuviera en orden y no se cometiera por desconocimiento o defecto, ninguna irregularidad en el buen funcionamiento de la fundación y sus nobles motivos de origen.
Una vez aceptadas sus nuevas responsabilidades, Ernesto le proporcionó los medios necesarios para hacerse cargo de los gastos de su apartamento, que sin ser el nada parecido a uno de esos pisos del Eixample barcelonés, tenía la ventaja de estar en un lugar mucho más tranquilo y con una vista espectacular.
El tema de la herencia quedo zanjado con el beneplácito familiar, dado que la impugnación del testamento por parte de Juan Carlos, no fue secundada por ningún otro miembro de la familia, es más su hermano pequeño secundó olvidarse de ello, puesto que tampoco les iba a reportar nada en su favor, es decir, ningún beneficio adicional, y sí, retrasar lo que por ley les correspondía.
En esa tesitura, el testamento fue llevado a su cumplimiento en plazo y orden. Así, ella, con la familia, tuvo un trato profesional, pero educado, y con algunos, incluso amistoso,, como el caso de Andrés; con Juan Carlos, únicamente unas palabras agrias y la sensación de mejor apartarse, que tener ningún contacto.
Con dinero de por medio, la gente acaba mostrándose tal como es, sin subterfugios o educación, que puedan disimular, su auténtica forma de ser.
Una vez zanjado el tema herencia, se dedicó a supervisar todo lo relacionado con los estatutos de la Fundación, para darles el contexto legal adecuado para no permitir que pudiera caer en un mal uso, o un desviacionismo de las voluntades de Don Pedro al respecto, dados los principios que le impulsaron a la creación de la misma.
Pedrito ya estaba en Estados Unidos, gracias a los contactos de Ernesto, que movió los hilos necesarios para que las nuevas normativas, en cuanto a visados, no le afectaran. Su idea era estudiar, a fondo, el tema ese de la IA, que tanto iba a traer de la cabeza, a todo el mundo.
Ella misma ya no jugaba al ajedrez con Arturo, éste se había aburrido de jugar, eso de ganar siempre no le satisfacía y ni con ayuda, ella pudo estar al nivel. Arturo estaba siempre a la última con su actualización continua, con lo cual, superarle era harto imposible.
De toda esta historia, y una de las cosas que sin querer aceptar, estaba claro que le había influido en su decisión de hacerse cargo del trabajo en la Fundación y apechugar con la paliza de tener que bajar a Barcelona a menudo, eran las buenas migas que había hecho, con el uno de los hermanos de la familia, Andrés, era un hombre discreto, el menor de los hijos de Don Pedro, al cual, por cierto, no se parecía en nada, ni en el plano físico y muchos menos en la forma de ser y expresarse. Era el que se ocupó de contrarrestar, los efectos nocivos de la actuación de su hermano mayor, en el seno de la familia, con querer liarse en pleitos interminables, para gozo y negocio de abogados de medio pelo, excompañeros de Juan Carlos, con las mismas connotaciones morales y de comportamiento social.
En fin, la vida continuaba y ya se vería en un futuro próximo, como iba a evolucionar todo aquel asunto. De momento tenía un trabajo que le iba a reportar un buen prestigio, la cosa era ambiciosa y digna de ser llevado a cabo.
Terrassa, 18 diciembre 2025

