Ceferino
cerró la vieja puerta de madera maciza, meneando con la cabeza y con la sonrisa
escéptica en el rostro.
Por suerte
para él, los forasteros todavía creían que podía conseguir imposibles, gracias
a sus contactos, establecidos en los años de la dictadura, que en ese pequeño
país montañoso le había provocado grandes beneficios.
Tenía un
conocido, que compraba excedentes y stock obsoletos, y los suministraba a
vendedores ambulantes, los que van por las ferias. Seguro que o podía tenerlo, o incluso le facilitaría como conseguirlo.
Mientras
regresaban hacia el hotel, Masmiquel no pudo dejar de comentar, por qué
confiaba tanto en el viejo Ceferino, dado la desconfianza que apreciaba en su
vieja amiga Marta.
La cual se
limitaba a contemplar el paisaje, que la brillante luna permitía apreciar, con
su generosa luz, dándoles vueltas al deseo del viejo.
Ante su
petición desconcertante como honorarios, ella se limito e prometer que contase con
ello, hubiese preferido, evidentemente pagarle una cantidad en efectivo, pero
se quedó tan descolocada, que asintió sin rechistar.
Se limito a
reconocer, que lo único que le importaba era conseguir su perfume, y si el
viejo se lo conseguía, pues estupendo.
No quiso
aceptar ninguna invitación para alargar la velada, con la excusa de tomar un
café o una copa tardía.
Masmiquel se
limitó a desearle buenas noches y a retirarse con la dignidad del caballero que
acepta no formar parte del círculo íntimo de una amiga, por muy unidos que
hubiesen estado en un pasado.
Ya en la
habitación, se limitó a echar un vistazo a su móvil, para ver todos los
mensajes recibidos del despacho, y las citas que tenía para el lunes, lo
cual le obligaba a regresar al día
siguiente por la tarde sin falta.
De camino al
chalet, en el que habitaba de forma sumamente discreta, pensaba en las
circunstancias, que hacen que la vida sea siempre sorpresiva.
Su relación
con Marta era cíclica, compañeros de carrera, sin mucha conexión, por ambientes
sociales dispares e intereses políticos divergentes.
Un encuentro
intimo, en un viaje en grupo a los Alpes
a esquiar, en el que el mal tiempo propició una estancia más prolongada
en el apartamento.
Tras diez
años sin saber nada el uno del otro, aquel encuentro en el despacho, en unas
negociaciones muy tensas y con muchos nervios, que al finalizar con éxito,
propiciaron, una celebración con champagne y revolcón posterior.
Luego, otra
vez el silencio, sabía que ella estaba casada con un galerista, bastante mayor
que ella, que le permitía sus aventuras. Pero no hizo nada por reencontrarla,
aunque ciertamente le gustaba, pero también tenía claro que solo fue un
entretenimiento para ella.
Marta, tenía
ese punto que le impedía intimar, consideraba que implicaba una cesión de su
libertad y un acceso a sus interioridades, que no estaba dispuesta a compartir
con nadie, Augusto era diferente, siempre estaba con sus cosas y le dejaba
actuar a su aire, pocas veces reclamaba su compañía, para cosas que no fueran
actos de representatividad social, pensándolo bien, nunca había entendido para
que se hacía llamar Paco, pero era otra de sus rarezas, como cogerle su ropa y
probársela a escondidas.
Masmiquel,
todo el mundo lo conocía por el apellido, aunque era Pere para algunos amigos
de juventud, no podía de dejar de pensar, más bien desear, en Marta.
Seguía
estando muy atractiva, sabía cuidarse y siempre vestía con conjuntos que la
realzaban, tenía clase, eso era evidente.
Cuando la conoció
en la facultad, el estaba muy implicado con el Psuc y ella era una pija
redomada, hija de una conocida familia, que regentaba uno de los bufetes más
prestigiosos de la ciudad.
Así que no tuvieron
ninguna relación, aparte del encuentro alpino, luego el fue derivando a
posiciones políticas mejor remuneradas y con menos competencia.
La verdad es
que no se arrepentía de nada, dejó plantada a su pareja, cuando ella, una
concienciada maestra de la escuela pública, le empezó a recriminar su tibio
comportamiento, en cuestiones fundamentales para ella, socialmente hablando claro.
Por suerte,
él lo consideraba así, no había hijos por en medio, así que se limitaron a
decirse adiós, ella se quedo con el piso y él con el chalet.
Ahora estaba pendiente de un juicio que con un poco de suerte le pillaría demasiado mayor para recordar nada y tener que dar demasiadas explicaciones.
Ahora estaba pendiente de un juicio que con un poco de suerte le pillaría demasiado mayor para recordar nada y tener que dar demasiadas explicaciones.
La vida
tiene estas cosas, te cruzas con las personas, con algunas acabas formando algún
tipo de relación y con otras, sólo entran y salen del círculo, el tuyo o el de
ellas.
Le hizo
gracia la petición del “Espatec”, eso quería decir, que la cosa la tenía en el
bote, pidió únicamente que Marta lo llevara de pareja a una sesión en el Liceo,
a poder ser una representación de Turandot.
En el fondo
le recordó su época más gamberra.
Cosas que hace la sociedad de alto copete. Continua estando bien escrito, y continua el misterio. No lo doy por acabado.
ResponderEliminarUn seguidor.
No, no está acabado, seguiré con el tema.
EliminarUn saludo.
Hola Alfred, difícil situación la de esta pareja tan despareja, y por lo que veo la intriga continua. Está escrito con todo lujo de detalles, eso lo hace más comprensible y de fácil entendimiento. Seguiremos esperando por el desenlace.
ResponderEliminarUn saludo
Puri
Estoy en ello, seguiré gasta el desenlace.
EliminarUn abrazo.
La vida lleva y trae por caminos indecisos e imprecisos. Puede que un aroma de perfume haga reflotar un pasado perdido, para labrarse un futuro, o tal vez darse una oportunidad a dejar que sedimente lo que no llegó a haber.
ResponderEliminarQué intriga. Un abrazo
Por muchos vericuetos que se den, al final los círculos se entrelazan, dando respuesta a la incógnita planteada.
EliminarUn abrazo.