UNA COPA A MEDIANOCHE








Una copa a medianoche

Cuando me llamo por teléfono no noté nada extraño, la brevedad de la conversación y el tono en ella no me pareció en nada diferente, a la de ninguna otra vez precedente.

Así fue como lo hice constar en mi declaración ante la policía, cuando me comunicaron la desaparición de Marta y de que era el último interlocutor que tuvo con su móvil.

La noche de autos, así es cómo se dice en la jerga de la bofia, habíamos quedado en encontrarnos en una conocida discoteca de la ciudad, que solía cerrar tarde y en la que, en esa última hora, se podía escuchar jazz.

Nos encantaba encontrarnos y estar una hora más o menos, charlando de nuestras cosas, mientras degustaba una buena malta y ella se conformaba con una de esas infusiones de moda.

La única diferencia con otras noches fue que no se presentó, no le di mayor importancia, aunque le llamé para decirle que me iba a casa a dormir, pues era ya tarde, pero su teléfono estaba apagado o fuera de cobertura.

Nuestra relación, era de una naturaleza un tanto liberal, para según qué usos y costumbres, pero no tenía nada de extraña y nos entendíamos la mar de bien.

Realmente me empezó a preocupar cuando la mañana siguiente seguía sin contestar mis mensajes, cosa inusual en ella.

Cuando su marido denunció su desaparición y la policía reconstruyo sus últimos pasos, encontraron el teléfono estrellado en el suelo del garaje, donde guardaba su flamante MX5, incomodísimo por cierto, lo cual les llevó hasta mí. Triste coprotagonista de esta historia.

Cuando el fiel Pierre, barman de la zona vip, declaró que estuve todo el rato en la barra, esperando tranquilamente mientras me tomaba mi copa, el inspector González, encargado del caso, comentó que coincidía con la hora en que se suponía había desaparecido la víctima.

La pobre Marta, había pasado en pocas horas de desaparecida a víctima, lo cual aún me intranquilizó más, mostré mi extrañeza por todo el asunto y declaré que no tenía ningún sentido, no era una persona adinerada, ni conocedora de ningún secreto de estado, o de alto valor industrial.

Cuando se me preguntó como sabía tanto de ella, me limite a decirles que éramos buenos amigos, de esos que se lo cuentan todo, me miraron con cara de decir. ¡Sí Claro! Y se miraron entre ellos con complicidad.

También les dije, así como de pasada, que no era muy feliz en su matrimonio, y temía una acción violenta de su marido, dado que tenía un carácter agresivo e inestable.

Juan Carlos era un hombre ya maduro, bastante mayor que ella y últimamente, dado que se había quedado en paro, por culpa de la maldita crisis, le daba a la bebida un poco más de lo recomendable.

Era director comercial en una empresa de artículos auxiliares para la construcción, actualmente en concurso de acreedores.

El inspector González averiguó enseguida, era una persona muy competente, que la prima de seguro de vida, era una cifra muy importante.

Cuando gracias al GPS, encontraron el coche en el fondo de un acantilado de las costas de Garraf, sumergido en el agua, pero sin rastro de su propietaria, empezaron a hacerle más preguntas a su marido.

Era el único beneficiario con su desaparición, no tenían hijos y los padres de ella hacía años que murieron, tampoco tenía hermanos.

Claro que un juez tarda mucho tiempo en declarar fallecida a una persona desaparecida, y su situación económica no le permitía esperar mucho.

El caso quedó sin aclarar, Juan Carlos, desesperado por su situación, acabó ahorcándose antes de que se ejecutara su desahucio por impago de la hipoteca.

Al año, cosa inusual normalmente, Marta fue declarada judicialmente muerta y la póliza fue abonada a la madre de Juan Carlos, que estaba en una residencia para gente con problemas de Alzheimer.

Yo me entere de todo, no mucho más tarde, pues ahora vivo en Brasil, todo aquello me afectó de forma tangencial.

Ahora estoy viviendo con Laura, dejó su trabajo de asistenta social, y nos venimos más o menos por la misma época, nos encanta charlar, escuchar jazz y bossa, y tomarnos unos daiquiris, por la noche.

Ya no toma infusiones de moda.

   


4 comentarios:

  1. Drama con misterio, resuelto brillantemente al final.
    ¡Vaya protagonistas!

    Una leve inclinación de sombrero.

    ResponderEliminar
  2. Levanto la gorra en agradecimiento.

    ResponderEliminar
  3. Está muy bien, Alfred. Provoca una sonrisa.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Habiendo provocado una sonrisa, me doy por satisfecho.
      Un abrazo.

      Eliminar