El público era variopinto, con una mayoría generosa de elemento joven y bullicioso, se podía jugar a los dados y a los dardos, escuchar música en directo, también discos realmente buenos en los paréntesis de descanso, con preferencia por el jazz.
Recuerdo una mujer de edad indefinida, vestida con una blusa blanca, ajustada para realzar su pecho, con la melena morena tapándole media cara, una falda de tubo negra, que le dificultaba su ascenso al taburete, se sentaba ante la barra indiferente a nuestras miradas y pedía un ron blanco, sólo. El barman le sonreía al servirle, poniéndole una ración de cacahuetes extra, esperando una respuesta cariñosa que nunca llegaba.
Contemplábamos su silueta sobre el taburete, el vaiven de su cabellera, deseando nuestra perdición en aquellas curvas, mas imaginadas que vistas. Mientras, sonaban las notas en un piano desafinado, donde un músico con más años que oficio, deleitaba a los parroquianos atendiendo sus solicitudes, pagadas con unas monedas depositadas en una vieja jarra cervecera de latón.
Nunca sabíamos cuando iba a venir, se presentaba de tanto en tanto, tomaba su ron y desdeñaba cualquier insinuación de acercamiento por parte de algún cliente. Era un misterio que nos subyugaba, valía la pena estar ahí para verla, sentir su perfume al pasar, y admirarla subiéndose al taburete.
Sus tacones, cómo afilados estiletes, prestos para pasar a la acción, podían ser algo más que unos objetos, para realzar su figura, elevando sus caderas por encima de nuestras tiernas miradas.
Éramos demasiado jóvenes para que siquiera girase la cabeza y perdiera el tiempo en observarnos. Personalmente me traía a la cabeza, la mujer pantera, de Jacques Tourneur, eso le daba un aire culto a mi fascinación, pero tenía muchos competidores.
Pero su presencia le daba un hálito especial al local, un halo misterioso la envolvía y la hacía inalcanzable para los pobres mortales. En esto un día llego él, no pegaba mucho en aquel local de aire bohemio, con su traje a rayas y encorbatado con una prenda azul y granate.
Parecía un agente comercial o un apoderado bancario, con las sienes plateadas antes de tiempo, por el exceso de responsabilidades. Cuando entró en el bullicioso local, asomando antes la cabeza para cerciorarse, de quién había dentro, y seguir después, note que era un ex habitual.
Me quede asombrado de qué alguien con ese estilo fuera un cliente, y lo suficientemente fiel, cómo para que el barman, solo verlo le preparase un vaso con un malta de los que eran inalcanzables para nuestro presupuesto.
Cuando pasó por su lado, rozo sus nudillos en la mejilla de ella, le sonrió de forma triste, y se fue hacia el piano, donde su ocupante interrumpió inmediatamente la pieza que estaba tocando y le cedió el trono.
Tras quitarse la chaqueta, deshacerse el nudo de la corbata y desabrocharse el botón del cuello, dar un trago a su vaso y sentarse en él la banqueta. Nos apareció otro hombre, mucho más seductor, con unos ojos grises, y unas manos de ensueño, paseando por el teclado.
Ella le observaba, con estudiado desinterés, sin quitarle ojo de encima, marcando el ritmo con los pies aposentados en el travesaño inferior. Las piezas fueron sucediéndose y ambiente caldeándose.
En esto se produjo una pausa y tras el descanso, con los ánimos más pausados, se produjo una situación nueva, cuando arrancó con una canción melódica, una balada triste, un lamento desgarrador, cómo era el “Ne me quitte pas”.
Se hizo un silencio espeso en el local, sin tener ni idea de lo que iba a suceder, parecía como si todo el mundo lo estuviera esperando, una de esas crónicas anunciadas.
Ella, sin soltar su vaso, se apeó de su asiento, contoneándose de forma insinuante, se fue acercando ante el piano, choco su vaso contra el de él, y le dio un beso de película.
En esto, como si estuviera ya ensayado, los demás parroquianos nos pusimos a aplaudir, con entusiasmo, quedándonos con la piel de gallina, ante un final de canción tan espectacular.
Bien escrito. Has creado en la taberna un ambiente muy interesante. Si, se podría decir de película, donde una mujer, con su forma de hacer deja a todos atónitos. Tengo que decirte que nunca he entendido esta forma de reaccionar de la mujer. Quizás si estuviera en el papel del protagonista, lo entendería.
ResponderEliminarUn escrito muy humano.
Un momento captado en el bullicio de un local público, nos muestra las servidumbres humanas.
EliminarMuchas gracias, un saludo.
Es de lo mejor que te he leído. Consigues un ritmo, una ambientación y un susurro de textura que puede tocarse. Encarna un punto de pérdida de inocencia de forma brillante.
ResponderEliminarChapeau. Un abrazo.
Muchísimas gracias, por una lectura tan apasionada y con una critíca tan enaltecedora.
EliminarEn un día tan señalado, dedicado al mundo de las letras, tus palabras aún tienen un mayor efecto.
Un abrazo Albada2.
me complace leerte escritor
ResponderEliminarEs el mejor elogio que podías hacerme, muchas gracias.
EliminarUn saludo.